No importa cuán temprano haya llegado ayer al estadio, la que se adelantó a todos fue la banda de música del liceo General Aráoz de Lamadrid. Una especie de telonera de lo que sería la banda principal, o por lo menos, un duelo de dos de ellas en vivo: Atlético y Aldosivi.
La cumbia de los alrededores del estadio (esa que había quedado sonando desde hace apenas algunas horas), podía confundir al oído en el ingreso al Monumental pero nos preparaba para un domingo extrañamente musical.
El objetivo de los militares en el escenario era claro: recordar y homenajear a los caídos en Malvinas, en las vísperas de un nuevo aniversario del Día de sus Veteranos. El objetivo de Atlético también era claro: asegurarse el quinto puesto en la tabla general, ahora que sabía que el cuarto (el último que clasificaba a la Copa Libertadores) ya es de River. El himno nacional y las marcha de las Malvinas fueron de las canciones centrales de la primera banda, que cerró con el toque de silencio con trompeta cuando “Decanos” y “Tiburones” ya estaban en el campo de juego haciendo justamente, el minuto de silencio correspondiente. En el medio del silencio y el sonido del instrumento, un par de personas gritaron contra San Martín.
Una situación similar se vivió en cancha de Independiente, en la previa del partido contra Vélez. Todos los duelos tuvieron una banda para homenajear a los caídos pero en Avellaneda, el minuto de silencio fue interrumpido con un “¡Poné huevos, Gastón Silva!” (sic).
Aquella coordinación coreográfica con la que General Aráoz de Lamadrid se retiró del campo, no sería la misma con la que los equipos empezarían jugando. Atlético salió a buscar ese gol que pudiera tranquilizarlo, pero Aldosivi esperaba bien parado y -hasta determinado momento- sin fallas defensivas.
Al equipo de Ricardo Zielinski le costó despertarse del todo en ese inicio, pero no parecía algo privativo de un partido programado para las 11 de la mañana. El equipo no marcaba un gol como local desde finales de enero. Dos meses sin festejar ante su público.
En ese inicio de partido, la música seguía siendo algo con qué perder la atención del juego. Sobre todo si la barra brava entra tarde al estadio, con instrumentos similares a los de la banda del liceo militar. Muchísimo más si en el medio del partido también toca el toque de silencio y con varias trompetas. Irreal por momentos y más si era un domingo a la mañana, pero una vez que nos desperezamos del todo, nos dimos cuenta que era cierto. El silencio de ese “toque”, claro, era nuevamente, para recordar el mal pasar de los primos.
En medio de toda la música externa, llegó la canción favorita de Atlético: el contraataque. Tras un error de la defensa marplatense, David Barbona habilitó a Leandro Díaz (estaba adelantado pero cuando recibió el pase estaba en su propio campo) que definió para romper el maleficio y para adelantar al equipo.
Así es como siguió jugando Atlético, que se sentía mucho más cómodo con esas notas de la segunda parte del recital que las de la primera.
Cuando todo terminaba, el público pidió bis y más con el ingreso de Kevin Isa Luna, pero no le dieron el gusto. Después de todo, el trabajo principal estaba hecho. Atlético había ganado el partido que necesitaba para asegurarse un histórico quinto puesto, luego de hacer lo propio con la permanencia y una nueva participación en una copa internacional.
La última melodía fue nuevamente la cumbia, con la que empezó todo. Esta vez, salió del vestuario de Atlético.