La sociedad entera ha quedado afectada por el atentado salvaje contra el diputado nacional por La Rioja Héctor Olivares y el funcionario que lo acompañaba, Miguel Yadón, en las cercanías del Congreso Nacional. El ataque a disparos, que causó la muerte del funcionario y dejó gravemente herido al parlamentario, impacta en el sistema de vida democrático porque pone de manifiesto la vulnerabilidad de la sociedad y de sus individuos y consigue, si no se esclarece y castiga rápidamente, que se imponga el objetivo de quienes generan la violencia: crear la incertidumbre y la desazón en la sociedad.

El ataque ocurrió en una zona, en teoría, muy custodiada de la Capital Federal, la Plaza de los Dos Congresos. Se trata de un sector por el que circulan personas vinculadas al mundo de la política y la empresa, turistas y vecinos que desarrollan sus actividades cotidianas.

De hecho, las víctimas del ataque se encontraban haciendo una caminata matutina, como lo hace mucha gente en esa plazoleta, ubicada en el corazón de Buenos Aires, a cuatro cuadras de la avenida de Mayo. Esa circunstancia le ha dado al ataque un fuerte condimento de sorpresa y desazón, ya que era impensable que pudieran darse hechos de violencia en este lugar.

En el video que tomaron las cámaras de seguridad se ven personas que pasan por la zona a pie, en bicicleta, en moto y en autos, mientras Yadón yace en la vereda y Olivares trata de reponerse, terriblemente herido. Los agresores tienen tiempo de retirarse impunes, sin preocuparse por el hecho de que los vean o filmen.

La reacción de todo el marco político ha sido contundente en cuanto al repudio por el ataque, desde el Presidente hasta la oposición y las organizaciones sociales. La ministra federal de Seguridad y los funcionarios del área, tanto nacionales como de la Capital Federal, han calificado como atentado la agresión –diferenciándola de un hecho de inseguridad- y la enmarcaron como una agresión de grupos mafiosos que hay que erradicar.

Hasta anoche, cuando ya había sido detenida una persona, no estaban claros los móviles del ataque ni qué objetivos pretendían conseguir los asesinos. Pero queda claro que, ya sea que haya habido una planificación previa con motivo de una venganza o por otra causa, o que se haya tratado de un ataque al azar, la alta violencia utilizada y la sorpresa generada consiguen llamar la atención y generar terror en la sociedad. Por tratarse las víctimas de personas vinculadas con la política, la repercusión es amplia y afecta las instituciones y el sistema democrático, que queda expuesto y vulnerable.

Siendo la democracia el sistema del debate y la discusión para resolver problemas y buscar la mejora social, no caben las agresiones violentas: siembran el caos y hunden a la sociedad en la barbarie y en el “sálvese quien pueda”.

Corresponde que las autoridades, verdaderamente, lleguen hasta las últimas consecuencias en la investigación de esta agresión salvaje, y que reflexionen en las distintas vertientes que tiene la violencia en una sociedad que vive en largas crisis.

No sólo se trata de trabajar en pos de la pacificación, sino de defender el sistema en que vivimos y prevenir de la agresión y del miedo a todos los integrantes de la comunidad.