En el Mundial 2014, en la célebre semifinal que terminó perdiendo 7-1 contra Alemania, Brasil recibió cuatro goles en siete minutos. El entrenador local, Luiz Felipe Scolari, primero habló de “apagón” y algunos meses después se refirió a “descontrol total del equipo” durante ese lapso en el que los brasileños sólo parecían sacar de mitad de cancha para que los alemanes convirtieran goles.
En las semifinales de la Copa Libertadores 2017, al River de Marcelo Gallardo le ocurrió algo similar: ganaba la serie 3-0 y Lanús le convirtió cuatro goles en 25 minutos. En horas en que Atlético todavía está sacudido por la goleada que recibió en Victoria, la doble referencia de Brasil y River sirve para comprobar que incluso las selecciones y los equipos más ganadores de la historia tienen días en que se “desenchufan” de los partidos.
Si el 0-5 ante Tigre fue sorpresivo, que Atlético se desatendiera de la serie en el comienzo del segundo tiempo lo fue aún más: en cinco minutos y 13 segundos recibió tres goles. Allí estuvo el pecado central de una noche en la que a Atlético, tanto por errores propios como por virtudes de Tigre, le salió pésimo todo lo que podía salir mal.
El detalle es sorpresivo: Diego Morales marcó el 3-0 a los 8 minutos y 58 segundos, Nicolás Colazo convirtió el 4-0 a los 11 minutos y 20 segundos y Juan Ignacio Cavallaro aumentó al 5-0 a los 14 minutos y 11 segundos. Esa ausencia de Atlético se sintetiza de manera perfecta en el cuarto gol: Tigre sumó 13 pases seguidos y llevó la pelota de un lado al otro de la cancha, desde la derecha de su propio campo hasta la izquierda del área grande de Atlético, sin que ningún visitante pudiera cortar el circuito de juego.
El fútbol es tan paradójico que, incluso en este Atlético histórico, una parte del tejido defensivo del “Decano” está dañado. En sus tres últimos partidos de visitante, Atlético recibió tres goles (Talleres), cuatro (River) y cinco (Tigre). Incluso a comienzos de 2019 ya había recibido tres goles en sus visitas a Patronato y a Unión.
Para encontrar un antecedente de Atlético encajando cuatro goles hay que retroceder hasta la era de Pablo Lavallén, en abril de 2017, cuando perdió 3-4 con Racing en Avellaneda. A su vez, el partido anterior con cinco goles en contra pertenecía, hasta el sábado, al ciclo de Juan Manuel Azconzábal, en 2016. En los 27 partidos de la Superliga 17/18, ya con Ricardo Zielinski, sólo recibió un máximo tres goles en dos partidos, ante Talleres y ante Huracán.
Las goleadas en contra figuran en el presupuesto de todos los equipos pero lo que parecía fuera de planes fue esa desconexión al comienzo del segundo tiempo contra Tigre, aunque algo similar -con un gol menos- también ocurrió el 1 de diciembre del año pasado, justo en el clásico contra San Martín, cuando Lucas Acevedo y Alberto Costa revirtieron el clásico en tres minutos.
Ambos 0-5 contra Tigre -el del sábado y el de 2016- pasaron a ser, junto al 1-6 ante Central en el Nacional 1980, las máximas derrotas de Atlético en Primera. En la B Nacional tiene nueve derrotas por una diferencia de cuatro goles pero ninguna por cinco.
Para encontrar un Atlético que haya recibido más de nueve goles en dos partidos consecutivos en Primera hay que retroceder, justamente, hasta aquel Nacional 1980, en el que Atlético terminó último en su zona. El 2 de noviembre, por la 10 fecha, perdió 4-2 contra Vélez en el Monumental y a la presentación siguiente recibió el 6-1 de Central (y en los dos partidos que le seguían volvió a recibir tres goles de Racing y cuatro de Estudiantes).
Pero así como el 0-5 llevó a los estadígrafos a revisar las derrotas más abultadas, no está de más comprobar que en la mayor victoria de Atlético en Primera, el 7-1 contra Atlanta en el Nacional ‘74, tres de esos goles llegaron en una ráfaga al comienzo del segundo tiempo, cuando marcaron Julio Ricardo Villa a los 2’, David Millicay a los 6’y Raúl Campi a los 16’.
Ese 7-1, o un 5-0, es uno de los resultados que el “Decano” necesitará en la revancha de este sábado a partir de las 18.45. Generarle un apagón a Tigre.