Lo que era antes, ya no es. Décadas atrás, era impensable que una iglesia o una escuela pudieran ser blanco de la delincuencia. Se creía también que por vivir en la cercanía de una comisaría, la protección estaba asegurada, pero los tiempos cambiaron. Los establecimientos educativos son saqueados con mucha frecuencia. No se trata, por cierto, de hechos aislados.

En nuestra edición del 17 de mayo, informamos que en una escuela ubicada en la calle Moreno 2100, en Villa Amalia, no se pudo dictar clases, porque nuevamente había sido víctima de los ladrones, que intentaron llevarse la bomba de agua sin éxito. El establecimiento quedó sin agua porque habían sustraído los cables que hacían funcionar el aparato. Una docente dijo que los robos llegaron a un extremo en octubre pasado. “Ahí terminaron de destrozar la escuela, constantemente nos están atacando, nos tiran con botellas y nos rompen todo. Pedimos policías, y nos dicen que no hay”, dijo la educadora.

“La escuela parece una cárcel y lo mismo nos siguen robando” se titulaba nuestra crónica del 9 de mayo pasado. “Se llevan las cosas y las venden en la esquina del barrio”, denunciaron los docentes. Piden mayor presencia policial. La comunidad educativa de la escuela Guillermo Griet sufrió dos ataques en tres días. “Perdimos la cuenta de las veces que entraron a robar acá... llegás y te das con que volvieron a entrar y nos sacaron televisores o ventiladores; hasta cortinas”, comentó la directora del establecimiento. La escuela está en la esquina de Magallanes y La Rioja, en Villa Amalia. La zona es muy insegura y los delitos son constantes. Los docentes dijeron haber denunciado varias veces los distintos ataques, pero nada ha cambiado.

La crónica policial del 14/11/18 señalaba: “Sueldan las puertas de una escuela durante los fines de semana para evitar robos. Los vecinos de Los Pocitos están cansados de los hechos de inseguridad que se viven en la institución... En la escuela ‘Nina Velárdez’ no solo tienen el trabajo de educar a los más pequeños. Los viernes, aparece un soldador para sellar las puertas y evitar ser nuevamente el blanco de los delincuentes. El lunes, cuando retorna la actividad a la institución de Los Pocitos, en Tafí Viejo, se usa una amoladora para abrirlas nuevamente”.

El pillaje en las escuelas también afecta al sur tucumano. El 1° de marzo pasado informamos que los delincuentes habían desvalijado y causado destrozos en unas 15 escuelas de los departamentos Chicligasta, Simoca y Alberdi. En la N° 181 de La Esperanza (Villa Trinidad) y la N° 234 Pedro Giachino de Yucumanita (Villa de Medinas) robaron mercadería y artículos de cocina en los comedores, donde se alimentan cientos de niños de las familias humildes que habitan la zona.

En alguna ocasión sugerimos que los ministerios de Seguridad Ciudadana y de Educación podrían diseñar un plan antisaqueo. Quizás podrían instalarse alarmas o recurrir a una parte de los miles de tucumanos que cobran subsidios estatales, capacitados previamente por la Policía, para que oficiaran de serenos.

Toda la sociedad pierde cuando una escuela es asaltada porque es el triunfo de la delincuencia, pero también de la ineptitud de nuestros representantes que hasta ahora no han sido capaces de dar soluciones concretas.