Más de 23.000 jóvenes tucumanos de entre 16 y 18 años votarán por primera vez en una elección provincial el 9 de junio. Aunque hoy representan alrededor del 0,5 % del padrón, poco a poco reemplazarán a los mayores y sus elecciones modelarán el futuro de la provincia. Entre estos nuevos votantes figura Judith, que espera a su novio en la puerta de un minisúper, en la avenida San Martín de la Banda del Río Salí. Cuenta que acaba de cumplir 18 años, aunque habla poco:
-¿Sabés qué pasó en 2001?
-No.
-¿Cuál es para vos el problema más importante que tienen Tucumán y el país?
-La pobreza.
Aunque nació en medio de la crisis de 2001, a Judith los nombres de Julio Miranda y Fernando de la Rúa no le dicen nada: ella vive hoy su primera recesión importante. Según explica el sociólogo Marcos Novaro, a los jóvenes como Judith, de entre 16 y 18 años, les resulta difícil dimensionar la gravedad de la crisis. Carecen de un parámetro. “Los chicos que pueden votar por primera vez perciben la situación de manera diferente que otros grupos etarios, porque no padecieron las experiencias del ‘89 o el 2001. Por eso son especialmente reacios a votar a Cambiemos. Y esta actitud se acentúa, por supuesto, cuando hablamos de quienes están excluidos del mercado laboral o tienen muy magros ingresos”, precisa Novaro.
La juventud militante
Los más jóvenes no conforman un grupo homogéneo. De acuerdo con el psicólogo social y consultor Ricardo Rouvier, en la investigación para el marketing electoral resulta útil segmentar a los ciudadanos en mayores y menores de 25 años. “Los votantes de 16 a 25 años -analiza- representan un verdadero desafío para los comunicadores políticos, porque en ese rango se agolpan o se atraviesan, desde el punto de vista de lo cívico, conductas muy diferentes”.
Si bien microscópicamente hay muchos segmentos de jóvenes, Rouvier considera que los militantes y los indiferentes constituyen los dos grupos más importantes. Según él, en la Argentina el trotkismo y el kirchnerismo atraen a la mayor parte de la militancia juvenil. “También el Pro -aclara- tuvo un momento de adhesión de jóvenes de clase media críticos de la política tradicional, que expresaban una nueva forma de cultura política. Pero me parece que la crisis congeló esa iniciativa”.
Dentro del grupo de los politizados se sitúa el enclave de los antisistema. Rouvier observa que incluso hay sectores del kirchnerismo que rozan esa actitud de desafío: “en comparación con los kirchneristas de mayor edad, esos jóvenes mantienen posiciones más duras, agonales y de combate”.
La juventud indiferente
Aunque a veces inunda las páginas de los diarios y los canales de televisión, la militancia ocupa a un sector minoritario de este grupo de votantes. Rouvier manifiesta que el resto de los jóvenes pertenece a lo que él llama la “subcultura de la indiferencia”. De esta manera, él divide la juventud entre “los militantes, a veces fanáticos antisistema, que no son muchos pero hacen mucho ruido, y los indiferentes, que no hacen ningún ruido pero son la mayoría”.
Entretanto, Julio Picabea, presidente de la tucumana Fundación Proponer, completa este análisis de Rouvier con el concepto de “tribu”, o sea, de un grupo de personas que comparten intereses o valores y se organizan en torno a una demanda específica. “Se arma el movimiento ‘Ni una menos’ -ejemplifica-, y ellos van y participan. Después, satisfecha o no, esa demanda se disuelve y la tribu con ella”.
Por su parte, a Rouvier la palabra “tribu” le parece adecuada por una de sus connotaciones: la que se refiere a lo primitivo. “En la subcultura de la indiferencia -argumenta- hay mucho de endogámico y emocional. Estos jóvenes participan de una subcultura que no quiere integrarse a la vida política; en cambio, se encierran en sus propias prácticas. Algunas personas dicen: ‘se puede votar desde los 16 años, ¡qué bueno!’. Sí, fantástico. Pero ¿cuántos votan?”.
Para Picabea, las redes sociales influyen en esta despolitización de la juventud: al permitir un vínculo directo entre el representante y los ciudadanos, internet debilitó el papel de los partidos tradicionales. “Los jóvenes -reflexiona- no van al partido político a militar y entablar la discusión pública, sino que votan a partir de los valores de una tribu social. Eligen al representante que expresa en internet cierto valor tribal, sin problematizar quién es o cuál es su ideología”.
Las demandas juveniles
A pesar de que algunos aún militan en el trotkismo o adhieren a alguna otra ideología del siglo XX, la mayoría de los nuevos votantes trae a la política los problemas y las demandas del nuevo milenio. Luis Karamaneff, politólogo tucumano del Conicet, opina que la situación económica y la despenalización del aborto son temas trascendentales para estos ciudadanos. “Las cuestiones de género -transmite- repercuten en ciertos sectores juveniles vinculados a identidades y percepciones de lo que se conoce como agenda posmaterial. El caso de ‘Lucía’, por ejemplo, movilizó a la gente joven. En términos socioeconómicos, los reclamos se vinculan a la educación y el acceso al primer empleo”.
A nivel nacional, Novaro también destaca el problema de la exclusión del mercado de trabajo: “los chicos que están entre McDonald’s y las cadenas de reparto sufren más la crisis. Muchos se comparan con sus hermanos mayores, que probablemente disfrutaron de una situación mucho menos angustiante y precaria cuando estaban buscando empleo”.
Pero ¿a quién votarán los tucumanos que debutan en las elecciones del 9 de junio? “Aunque ya no funcione la pertenencia a clases sociales -contesta Rouvier-, los jóvenes votarán con el bolsillo; y en Argentina la segmentación clásica dice que los sectores bajos tienden a votar al peronismo, mientras que los medios y altos tienden a votar al radicalismo o los conservadores. No es nada demasiado novedoso, ¿no?”. (Por Hernán Miranda)