Lo raro empezó después. Bah, en realidad fue todo muy extraño porque donde yo creía que el acceso a internet era más bien un cuento chino en las alturas, fue todo lo contrario. De día, todo liso; por la tarde, intenso; y de noche, pintoresco. Si antes la gente, sin importar su edad, se reunía cerca de la oficina central de la comuna de Anca Juli a sociabilizar, ahora lo hace para ponerse al día con Facebook, chatear por WhatsApp y actualizar redes sociales, desde Instagram a Snapchat. La gente, repito, se concentra en la pantalla de su celular. Es ingresar al color del mundo exterior por una pantalla ínfima en pulgadas.
“Eso es cosa del diablo”, me dice uno de las baqueanos de la zona cuando enciendo el celular y busco la aplicación del grabador de voz. Al amigo no le gusta la tecnología. Los de acá podríamos decir que el hombre es de la vieja escuela, que es un gaucho que sigue firme con la tradición. Pero los chicos siguen siendo chicos y se abren a espiar el mundo gracias a internet.
El amor es para siempre: Luisa, la emprendedora callejera, te lo firmaEn la Escuela 219 los profes me comentan que la tendencia de los alumnos ha cambiado, en el último tiempo. Antes era estudiar por estudiar. Por cumplir. Ahora el sueño tiene nombre y apellido; trasciende el cepo del trabajo familiar. La antena que ofrece Wi-Fi gratis en sus alrededores lo ha hecho posible. “Tenemos un alumno, no recuerdo su nombre, que está estudiando historia en la ciudad. Y más arriba, en la escuela de Chaquivil, hay uno que quiere ser profesor de educación física, y otra profesora de matemáticas, cuanto terminen sus estudios. Eso es bueno”, confiesa en parte Roque Núñez, profesor de biología y miembro del equipo itinerante de enseñanza del secundario, junto a otros nueve colegas más. La mitad enseña acá y la otra en Chaquivil. Tres días y tres días, en una posta que se hace a caballo o a pie.
La tecnología ha cambiado en parte la visión de quienes viven en alta montaña. Lo que la tecnología aún no puede cambiar son las vías de acceso de los maestros, del primario y secundario. Núñez, por ejemplo, se despide de la 219 a las 4 AM, recorre 14 kilómetros de caminos de cornisa y cruza su bandera a cuadros imaginaria en apenas cuatro horas hasta la escuela de Chaquivil. Ese hombre es un maratonista. “Bueno, estamos tratando de hacer algo de eso ahora. Caminamos y mucho por acá”, se ríe quien tiene el récord de haber vivido 28 días seguidos en la 219. Todo por el clima, los cerros cerrados y los cauces del río crecidos. La solidaridad de los vecinos fue clave.
“Me gusta estar acá, hace tres años que doy clases en las dos escuelas. Si me ofrecieras un trabajo en la ciudad, hoy te digo que no. Uno tiene un sentido de pertenencia a la escuela, a la gente”, reconoce Núñez, uno de esos locos lindos de la docencia. El camino desde Chuscha hasta Anca Juli lo hace con los ojos cerrados. Son apenas 39 kilómetros, qué detalle. “Y lo hacemos en siete horas y media; siete, si vamos a buen ritmo”. Pura concentración.
¿En qué piensa mientras camina Núñez? “En nada; en llegar. A veces hace frío, y qué frío. A veces llueve, y cómo. En lo único que podés pensar es en llegar. Lo demás no te importa. No te importa nada más que llegar”, reconoce.
Karina Lizondo es la directora de la escuela primaria de la 219, donde también están los chicos del secundario, en un mismo turno, pero separados en aulas. Los peques ingresan a las 9 como los grandes, pero se retiran dos horas antes, a las 13. Allí desayunan y almuerzan. Todos juntos, en familia.
Karina es como Roque. Prefiere caminar. Le da lástima subirse a un caballo, me confiesa. “Me da cosa que tenga que cargarme”, reconoce quien también apela a la velocidad de sus pies para recorrer el camino de Chuscha a Anca Juli. “También probé comprándome una motito enduro, con motor chico, 125. Me animé de intrépida. Primero fui con la moto hasta Ñorco, después hasta ‘el puesto’ y por último llegué a la escuela. Pasó que una vez me caí y decidí dejar la moto de lado y volver a caminar”.
Si bien uno cae para poder levantarse, a Karina se le cayó la moto encima en un día complicado. El cerro es una trampa mortal de silencio y soledad. “Pero yo tengo un ángel de la guarda”, asegura. “Tuve la suerte de que el chofer del tractor que había pasado antes escuchó mis gritos y llantos y regresó. Ya me había hecho la cabeza de que iba a pasar la noche ahí o quizás más tiempo, hasta que alguien me ayudara”.
Cuestión de espíritus
Los que vienen del cemento consultan: ¿Qué onda caminar solo, de día, de noche? ¿No les da miedo? “Hay que tenerle miedo a los vivos, no a los muertos”, se ríe Núñez.
Pero de que los hay, los hay.
Entonces Lizondo se ríe y vuelve al tema del “ángel de la guarda”. “Fue para Pascuas del año pasado. Veníamos subiendo tres maestras. Las otras dos chicas a caballo y yo caminando, por supuesto. De lo rápido que avancé, hasta tiempo de bañarme tuve antes de que ellas lleguen. Les comenté después de que había venido re bien, que me sentí casi volando. Entonces, una me pregunta ‘si con quién venía’. Le respondo, ‘con nadie’. Lo que siguió fue que me dijeron que me vieron pasar con alguien más. La gente pensaba que era una profe o una señora, que venía detrás de mío. No quise averiguar más del tema”. Chan.
La universidad de la calle: el mito del vándalo y la realidad del que trabajaExisten rumores de que en la habitación que antes se usaba de cuarto y ahora es un depósito en la 219 se puede sentir la presencia de algo sobrenatural. “Se escuchaban ruidos y como que algo se apoya en la cama… Un día vino el curita a la escuela, hicimos bendecir la habitación y pasó”. Cazafantasmas, los profes.
Lo que vendría bien en las alturas son más libros de estudio de secundario, de tercer año en adelante. Desde que el Ministerio de Educación optó por apostar por una mejora en el sistema educativo de alta montaña los resultados han sido superadores, confirman maestros y profesores. Es un avance en la equidad y un trampolín hacia la idea de cambiar de aires.
Todo cambia. Por eso, lo que al principio era raro ahora ya no lo es. Es casual y normal aprovechar alguna parte del día para conectarse a internet, chequear redes sociales y buscar cuál puede ser tu destino universitario cuando termines el colegio. Al amigo que trató de Diablo al celular e internet le digo que de eso se trata la globalización. No la comparte, pero sí la entiende. Los chicos crecen.
Y está bien que así sea.