Alguien puede afirmar sin equivocarse que en otras partes, en mayor o menor medida, hay vandalismo urbano. Pero también es cierto que una buena parte de los tucumanos se especializa no solo en eso, sino también en transgredir constantemente las normas referidas a la convivencia. Hace pocas semanas, la Municipalidad capitalina inició los trabajos de semipeatonalizar la calle 25 de Mayo, entre San Martín y Santiago del Estero, con la idea de quitar espacio a los vehículos en el microcentro y favorecer al transeúnte.
En la senda destinada a la circulación peatonal, no tardaron en estacionar motocicletas, vehículos o en destruir algunas bochas separadoras. Ayer, un camión repartidor de gaseosas rompió un macetón en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza, según se informó. Al parecer, el vehículo hizo marcha atrás y destrozó el adorno floral. El subsecretario municipal de Planificación Urbana dijo que cada una de las macetas cuesta $12.900 y en el transcurso de la obra se rompieron ya otras dos, lo cual suma más de $38.000; cada una de las bochas cuesta $3.000 y rompieron siete. “Esto es falta de educación, mucha desaprensión de la gente y pocas ganas de colaborar. Si yo tengo una moto estacionada acá (en la senda peatonal), es falta de respeto, de educación, no pensar en el otro. Estamos tratando de ser una ciudad emblemática, que sea ejemplo, pero nos está resultando muy difícil, y esto no lo hace la Municipalidad, lo hacemos todos. El mensaje es que nos respetemos, que sigamos creciendo, que tengamos calidad de vida”, dijo el funcionario.
Esta iniciativa generó controversias desde su implementación. Los automovilistas se quejan porque el espacio para circular se ha reducido notablemente. Están acostumbrados a ser los dueños de la ciudad y la mayoría se resiste a no llegar en su vehículo hasta el lugar adonde van. Las calles del microcentro son estrechas y en las horas pico se producen embotellamientos; la situación se hace cada vez más caótica por el crecimiento del parque automotor. El hecho de semipeatonalizar la zona central está a tono con lo que vienen haciendo otras ciudades que buscan darle mayor protagonismo al peatón y descentralizar el tránsito.
Pero también es cierto que una medida como esta no debe ser aislada, sino formar parte de un plan global que resuelva la circulación del tránsito: si en una parte se lo restringe, hay que considerar cómo se canalizará la circulación de esa masa importante de autos ha quedado afuera.
Los tucumanos deberíamos preguntarnos qué ciudad queremos vivir y si estamos dispuestos a respetar las normas en pro de una mejor calidad de vida. ¿Por qué lo que funciona en otras ciudades, en Tucumán es producto de quejas constantes y además se buscan justificativos para eludir la ley? ¿Por qué cuando van de paseo a otras ciudades respetan las normas y acá no?
Se suele repetir siempre que es una cuestión cultural y con esa frase nos damos por satisfechos, ¿pero qué hacemos y haremos para revertir estos malos hábitos que al parecer, están lejos de avergonzarnos? ¿Nos gusta vivir con el “yo hago lo que quiero”, “si otro cruza con el semáforo en rojo, por qué no yo?” Arrojar basura en la vía pública, escribir los bancos, pintar los monumentos, romper los cestos... Da la impresión que los tucumanos no consideran que la ciudad les pertenece a todos y eso se refleja en el comportamiento de sus ciudadanos. No respetar al otro implica también una manera de autoagredirse. Somos rápidos para criticar lo que no nos gusta, pero no para respetar o aportar cada uno su granito de arena para que podamos vivir mejor.