Por Alejandro Duchini
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
Presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires a través de una video entrevista en pantalla gigante entre Marcelo Figueras y el cantante, llenó la sala Jorge Luis Borges. “Gracias en nombre del Indio, que hubiese querido estar acá. Lo único que quiero hacer es dejarlos en contacto con él así que vamos a hacer lo que vinimos a hacer”, sintetizó Figueras antes de presentar el reportaje, de 56 minutos.
El título del libro viene de la canción Perdiendo el tiempo, del disco 2 de Lobo suelto, cordero atado, de Los redonditos de ricota, la banda que lideraba Solari junto con el guitarrista Skay Beilinson. Las relaciones entre ambos no quedaron bien. Tampoco con la pareja de Beilinson, la Negra Poli. A ambos les dedicará varios párrafos. En el caso de Beilinson, alterna una buena con una mala: lo destaca como músico y lo ataca por diferencias. Lo novedoso no pasa por ahí sino por descripción de su propia vida: el Indio (Carlos Alberto, en realidad; su mamá quería ponerle Norman Alberto, cuenta él) reafirma sus ideas políticas de apoyo al kirchnerismo (Sinceramente, de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, fue el otro gran boom editorial del año y se presentó en la misma Feria), habla de sus gustos musicales, del perfil de su público y explica, por primera vez, el significado de cada una de las canciones que compuso: un viejo misterio al fin develado que interesará a sus seguidores. Solari, uno de los artistas más emblemáticos y populares de la cultura argentina, hablará sobre el final de su enfermedad (Parkinson), de cómo le cuesta mantener el cuerpo en un estado más o menos normal y de la medicación que toma. De ahí salen pautas que hablan de su futuro artístico.
Las que siguen son algunas expresiones del Indio Solari (elección subjetiva) de Recuerdos que mienten un poco.
“Pocas mentiras son más plásticas, más maleables, que la memoria. Aquellos que nos tomamos en serio la experiencia psicodélica aprendimos a desconfiar de todo otro tiempo que no sea el presente -el único tiempo del que disponemos de verdad, desde que el pasado ya es humo y el futuro tiene una lógica que se nos escapa-”.
“Yo hice todo mal para los parámetros de ese momento, sin que nadie supiera que treinta o cuarenta años después iba a estar todo bien”.
“Yo no tengo relaciones con la farándula del rock, Andrés (Calamaro) es el único que vino a casa algunas veces. Sí tenía relación con el combo original, que eran amigos. Pero me cuesta creer en las relaciones una vez que se cortan, sólo creo en aquellas que están vinculadas permanentemente. A los que no veo desde hace veinte años prefiero recordarlos como muertos queridos, antes que descubrir que se convirtieron en fachos o en señoras gordas”.
“Ahí están esos versos: Si hace falta hundir la nariz / En el plato lo vamos a hacer. Muchos creen que estoy hablando de la merca. Pero me refería a la necesidad de ensuciarse las manos para sacar algo adelante. Se ve que me consideran un drogón, ante todo, y se limitaron a pensar eso. Sin embargo, la letra es muy clara. La mentira es el origen de todas las violencias”.
“Trato de ser lo más honesto que puedo, para en los últimos años no verme al espejo y encontrarme con un canalla o un jodido. El único capital importante con que uno cuenta es sentirse tranquilo con su vida”.
“Para que la gente te responda, hay que arriesgar algo genuino. No hay nadie a quien ganarle, más que a uno mismo. Lo que yo encontré no fue tanto consecuencia de una decisión consciente. Más bien me fue arrastrando la forma en que la gente me veía. Eso me ayudó a ser mejor”.
“No soy un pesimista declarado, eso sería arrogante. Pero miro para atrás y veo que muchas verdades son transitorias. El único pecado capital que reconozco es la crueldad. Me he liberado de las creencias religiosas, de alimentar religiones con mi miedo a morir, a desaparecer, a no ser ya más nada. Por supuesto que entiendo el atractivo de las religiones convertidas en institución, pero tan pronto ves la mecánica con que funcionan y las razones materiales que están por detrás, se te viene el espíritu abajo”.
“Entre el público había un tipo de 30 años, que estaba en libertad condicional. José Ríos, se llamaba. Se ve que estaba puesto porque no tenía intención de robar. Empezó a lastimar gente con una púa o un cuchillo Tramontina. A veces se torna inevitable: entre tantísima gente -decenas de miles de personas- que van a ver a una banda… ¿cómo controlás a cada uno, quién es cada uno, qué lleva en el bolsillo? La gente se le fue encima. Lo cagaron a patadas. Cuando la gente de seguridad llegó al lugar, ya estaba tirado en el piso, inconsciente. Murió una semana después”.
“Para mí la traición implica un punto de no retorno. Desde el cual me replanteé todo y revisé nuestra historia”.
“Me hubiera gustado que Los Redondos tuviesen un final más dedicado a la gente. Me quedé con las ganas de un final más elegante”.
“Siempre habían renegado por lo bajo de todas mis parejas. Skay no tanto pero Poli sí, se las arreglaba para encontrar algo que decir -en un tono irónico, claro- de mis parejas del momento. Quizás con otras mujeres no me molestó tanto, pero cuando se metió con la Flaca… Eso ya me tiró bola”.
“Hay gente que siempre encuentra motivos para pasarla mal. Los que no tienen nada porque no tienen nada, los de la clase media porque temen caer, los que tienen guita porque la vida les parece una cagada y no saben qué otra cosa hacer: acumular más dinero, obtener algo de poder, vivir hablando de Krugerrands… Pero yo soy un hedonista ético. El placer con Skay no era tomar juntos un whisky importado: ¡era el de hacer música juntos!”.
“(...) Los únicos juicios que me tomo en serio son los que provienen de aquellos de cuya amplitud de espíritu soy testigo. Lo único que agradezco a la fama, cuando la que llevás a cuestas es fasta y te ayuda a vivir, es que te da el permiso de vestirte como se te canta el forro de las pelotas y de decir cualquier cosa mientras seas sincero”.
“Ya tenía claro que ser el Indio Solari me estaba costando cada vez más. Me veo en los videos y ya no me gusto. La gente dice que no importa que cante parado, pero a mí me importa. (...) Porque además tengo una enfermedad invalidante para un tipo que no hace boleros ni tangos. Me pego baldazos de dopamina en el cerebro para funcionar, eso es lo que hace que esté medio rígido. Lo cual conspira para que no me suba al escenario. Si la medicina lograse una meseta, cierta estabilidad, el resto de mi físico acompañaría, porque en términos generales está bien. No padezco ninguna de las nanas propias de mi edad, salvo la más jodida: el cerebro está carente de nafta y no hay una medicina que me mantenga bien”.
“Quizás gran parte del resentimiento se deba a que la gente no tiene acceso a tu intimidad. Eso te concede un aura de misterio pero, a la vez, les permite decir cualquier cosa de vos. Que estoy llegando en mi avión privado a Nueva York… ¿Habré dado a entender algo así por no explicarlo? La gente no quiere hablar de su intimidad y por eso habla de la intimidad de otros, alentada por la TV. Además hay muchos que se prestan a ese manoseo. Así como me achacan el avión privado y los pisos en Nueva York y París, me achacan los camiones de basura en los que tiraron a los pibes sobre la ruta, fuera de la ciudad. ¡Como si eso lo hubiese organizado yo, cuando fue cosa de las autoridades de Olavarría!”.
“Casi todo lo que yo he dicho, lo ha dicho alguien en otro momento. Es difícil decir algo novedoso y que perdure en el tiempo. Lo que quedan son las ideas: quiero decir los ideales, no las ideologías”.
“Algunos piensan del modo más positivo, pero otros… Acá hablo de la moda del odio. Este momento expresa una primavera del odio: ¡te putean y te agreden por cualquier cosa! Algo que salió de los programas de la tarde, donde se peleaba la gente de la farándula, y después se trasladó a la sociedad entera. Como la gente emula, se le pegó esa manera de vincularse. Cuando yo era chico no era así. Ahora hay una especie de compulsión a imitar las visiones que provoca la TV, un nido de caranchos, una porquería de vida en la que todos estamos metidos”.
“Durante este proceso de escritura yo reaprendí mi vida”.
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Alejandro Duchini - Periodista.