Por Sebastián Fest
Habrá un antes y un después de Francia 2019, el Mundial que le reconoció a las mujeres una dignidad futbolística desde siempre retaceada. Un antes y un después, sin dudas, lo que no quiere decir que las cosas estén bien. Falta mucho, pero mucho aún. Suponer que se llegó a la meta sería, sencillamente, mentirle a las mujeres. Y a nosotros mismos.
Lo dijo Gianni Infantino, el presidente de la FIFA: hay que vender mejor el Mundial de mujeres. La FIFA ofrecía, hasta ahora, el Mundial femenino como bonus-track, como regalo de cortesía para aquellas cadenas que adquirieran los derechos de la Copa del Mundo masculina. Y, claro, no sorprende entonces que la selección de Francia se repartiera 37 millones de dólares por ganar Rusia 2018 y que la que triunfe el 7 de julio en la final de Lyon disponga de casi 10 veces menos, 3,9 millones. El fútbol está lejos, lejísimo, de la paridad en ganancias que impera en, por ejemplo, el tenis.
Es bien cierto: muchos podrían decir que esos 3,9 millones implican el doble de lo que recibió Estados Unidos hace cuatro años por ganar el torneo, también que nunca en la historia el fútbol femenino tuvo tanta exposición y tanto dinero para sus jugadoras “top”. Y, así y todo, sería ver sólo una parte de la historia. El Mundial femenino, con todas sus virtudes, sigue reflejando el machismo de la FIFA y el de la sociedad de la que el fútbol forma parte.
• Ejemplo 1: “Alguien me va a escuchar después de esto”, dijo amenazante Infantino en París cuando se le hizo ver que los medios que no pagaron por los derechos tienen pocas posibilidades de mostrar a las jugadoras, de hablar con ellas. Y es cierto que alguien dentro de la FIFA aplicó al Mundial femenino los mismos criterios que al masculino: todo lo posible para aquellos que pagan, menos de lo necesario para los medios que solo hacen periodismo, y no negocio. Se olvidó, eso sí, de que las mujeres futbolistas necesitan mucha más promoción que sus colegas masculinos.
• Ejemplo 2: es probable que Infantino tenga que hacerse escuchar por muchos en la organización que preside. Noelia Román, una experimentada periodista que escribió para medios como El País y la agencia DPA, está en Francia cubriendo el torneo para la agencia Associated Press (AP). Con experiencia en Copa del Mundo masculinas, Román se encontró con que alguien en la FIFA planeó un Mundial clase B, una cobertura periodística de baja intensidad. “Los horarios del centro de prensa del Parque de los Príncipes son extraños: no abre hasta las cinco de la tarde para un partido a las nueve de la noche. Y cuando hay un partido del Mundial jugándose te están echando...”. Para que se entienda: los centros de prensa son bases vitales para el trabajo de los periodistas. Allí tienen buena conexión a Internet y televisores con todos los partidos en directo. Los pueden seguir desde París aunque se jueguen en Le Havre o Niza. En un Mundial masculino, un centro de prensa jamás se cierra mientras hay partidos en juego. En el femenino parece haber criterios diferentes.
• Ejemplo 3: Francia 2019 no es una prioridad tampoco para los medios, pese a que nunca antes hubo tantos enviados o interés periodístico. Lo grafica también Román. “Es cierto que hay muchas chicas cubriendo, pero también muchos hombres. Lo que noto es que la gente es más joven, no vinieron a cubrir el Mundial los peces gordos. Se nota que son redactores rasos, gente que no lleva mucho tiempo haciendo esto. Y no veo mucha gente de 55 o 60 años... Muchos, muchísimos, además, se están financiando la cobertura con sus medios, no son enviados especiales”.
Cambios
El Mundial femenino, así, es el típico caso en el que hay que decidir si se ve el vaso medio lleno o medio vacío. Jugadoras de nombres desconocidos, pero dueñas de historias entre fantásticas y conmovedoras, saltaron a las primeras planas de periódicos o tapas de revistas en Argentina, Francia, Italia y muchos otros países. Hubo un clarísimo intento de reparación, un esfuerzo en medios dirigidos abrumadoramente por hombres por adaptarse a la nueva realidad que está planteando la sociedad. Por eso es que surgen un par de ejemplos más.
• Ejemplo 4: en los mismos días en que publicaba ediciones especiales sobre el Mundial, el diario deportivo francés “L’Equipe”, que tiene como redactora jefa a una mujer, Géraldine Catalano, le dio la tapa de su prestigiosa revista de los sábados (Le magazine) a Wanda Nara, la esposa y representante de Mauro Icardi. ¿La foto de tapa? Una Wanda de chaqueta oscura y blusa azul con un botón estratégicamente desabrochado que permite ver buena parte de uno de sus pechos. ¿El titular? “Rubia atómica”.
• Ejemplo 5: “Sport Week”, el semanario del diario deportivo italiano “La Gazzetta dello Sport”, situó en tapa a tres jugadoras de la selección “azzurra” y lo explicó en la página 3 bajo un titular, “El Mundo que cambia”. “Años atrás, darle la portada de la revista al fútbol femenino era impensable. Hoy, las chicas de la directora técnica Milena Bertolini están ahí porque tienen una bella imagen, inspiran simpatía y tienen el entusiasmo de los que están cambiando la historia”. Todo un dato -y un esfuerzo de La Gazzetta- en un micromundo como es el del periodismo especializado en deportes, en el que los reflejos machistas son atávicos. Tan atávicos, tan potentes, que algo termina haciendo ruido en la amplia cobertura que le dedicaron a la selección capitaneada por Sara Gama. La “azzurra” femenina no jugaba un Mundial desde 1999, y por eso llama la atención el titular principal de la historia en la que se entrevista a Gama, Laura Giuliani y Valentina Giacinti: “Estamos listas para divertirnos”. Un titular absolutamente impensable si los que volvieran al Mundial tras 20 años de ausencia fueran los hombres.
¿Alguien habló de divertirse? “¡Esto es un Mundial!”, sería la respuesta. Por eso, lo mejor celebrar los progresos. Y, de paso, no mentir y no mentirnos.