Al cabo de 15 años durante los que Mauricio Guzman se mantuvo al frente del organismo, el Ente Cultural de Tucumán cuenta con nueva conducción. A cargo de la presidencia quedó Martín Ruiz Torres, en una gestión provisoria -tal la condición que le confirió el Poder Ejecutivo-, hasta que el Gobernador designe al nuevo titular. Juan Manzur tiene todo el tiempo del mundo. Nada urge una decisión, teniendo en cuenta que la programación cultural está definida, al menos hasta la conclusión del Septiembre Musical. Guzman se mantiene vinculado al Ente en carácter de asesor, mientras retoma su actividad docente en el Instituto Superior de Música de la UNT.
Con el paso de los días el impacto va atenuándose en San Martín 251. Antes y después de la confirmación del alejamiento de Guzman los pasillos del Ente se convirtieron en un hervidero de rumores, conjeturas y desmentidas. Fueron tres lustros dirigidos por el mismo presidente, una eternidad en la administración pública. Numerosos empleados del Ente no conocieron otra conducción que la de Guzman. Se entiende entonces la expectativa por lo que vendrá.
Como es natural en estos casos, en paralelo con la partida de Guzman comenzó una danza de nombres candidateados para el puesto. En algunos casos se trata de posibilidades concretas, a partir del impulso de determinados grupos en Casa de Gobierno. Otros sobresalen por el prestigio y la experiencia en la gestión. Y también sobran las operaciones políticas y las autocandidaturas sin visos de concretarse en el mundo real. Nada diferente a lo que sucede cada vez que se desocupa un despacho importante.
Pero la cuestión de fondo no pasa por la designación de un funcionario, sino por las políticas que se implementen, y en el caso del Ente Cultural este es un tema central. Hay distintos planos de análisis y el primero apunta a la idea madre: qué entiende el Gobierno por cultura; cómo cree que es necesario transmitirla, difundirla y propiciarla; quiénes deben ser los intérpretes de ese pensamiento y cómo deben poner manos a la obra; cuál es la materia de trabajo que hará falta abordar para construir el ida y vuelta con la comunidad.
La gestión de Guzman, con sus logros y sus errores, elogiada o criticada en función de los intereses que promovió o ignoró, cruzó los tres períodos de José Alperovich y el primero de Manzur con un denonimador común: nunca fue una prioridad en la agenda oficial. Lejos quedó aquel Tucumán que funcionaba como faro cultural en la región, un período brillante que abarcó desde la fundación de la UNT hasta la creación de cuerpos estables que vienen funcionando desde hace más de medio siglo. Ejemplos de un quehacer que con el correr del tiempo fue mudándose del centro a los márgenes, mientras la cultura “oficial” apostó a lo seguro y no se dio permiso para romper fórmulas y estructuras.
Dos perspectivas se abren en el Ente Cultural: continuar la línea impuesta por Guzman -con lo que una figura de la casa sería suficiente para ocupar la presidencia- o modificar la orientación implementando otra clase de políticas -con un presidente de “otro palo” y las manos libres para realizar todos los cambios que considere necesarios-.
En el medio están la sociedad y el colectivo de artistas y gestores culturales que forman parte de ella. Escuchar todas estas voces antes de tomar cualquier decisión puede ser el comienzo de algo diferente. Si son los hacedores y su público quienes participan, el proyecto que surja contará con la fuerza de lo amplio, inclusivo y democrático.