“Lo que viví con ese hombre fue una pesadilla de la que me libré de milagros. En un brote de celos y mientras manejaba su auto, camino a casa, me tapó la visión y me empezó a golpear el rostro. Alcancé a estacionar el vehículo a la orilla de la ruta y enseguida me tomó de los cabellos. Me quería sacar del auto hacía un descampado. Repetía que me iba a matar mientras me golpeaba contra los vidrios”. La empresaria de moda y conductora de un programa televisivo por cable de Concepción, M.V.M., tiembla aún al hacer repaso del violento e inesperado ataque que sufrió el domingo anterior, por la noche. El agresor fue el hombre con el que desde hacía siete meses era su novio: el comisario Carlos Antonio Castells, segundo jefe de la comisaría de Famaillá. Hasta ese momento estuvo convencida que se trataba de su amor y protector. Sin embargo éste se transformó esa noche en su descontrolado atacante.
La mujer sufrió la ira del hombre durante un par de horas, y comenzó casi a la medianoche del domingo en una confitería de Aguilares. Es lo que contó ante el juez en lo Penal, Sergio Altamirano, durante la audiencia oral que se desarrolló el jueves pasado en el Centro Judicial de Concepción. El fiscal Julio César Castro acusó al alto oficial de haber incurrido en amenaza de muerte agravada por el vínculo y lesiones.
La víctima se presentó ante el magistrado con signos de violencia: derrame en uno de sus ojos, hematomas en su rostro y signo de cabellos arrancados de su cabeza. Castells se encuentra de licencia por el reciente fallecimiento de su madre.
El juez Altamirano ordenó que el comisario entregue su arma mientras permanezca fuera de servicio. Le impuso una restricción de distancia sobre la víctima y que se comunique el proceder del uniformado a la Jefatura de Policía de la provincia. Además, la institución deberá disponer una custodia en la casa de la mujer y su negocio de ropas de Monteros.
Golpes y amenazas
“Estuvimos en Aguilares desde el mediodía del domingo compartiendo un asado en una casa del padrastro de Castells. Ahí, éste estuvo tomando bebidas alcohólicas. Se hizo tarde y yo me quedé para manejarle el auto. Por la noche, logré convencerlo para que regresáramos a casa, en Concepción. Pero una vez en el auto, me ordenó que fuéramos a una confitería que está frente a la plaza”, contó la víctima.
En ese negocio de Aguilares, recordó, había unos 10 hombres que saludaron a Castells y lo invitaron a tomar vino. Cerca de las 2 de la madrugada y ante la negativa del policía de regresar a casa, M.V.M le dijo que ella se iba en un taxi. Enseguida el hombre se incorporó enfurecido de su silla y con su brazo la tomó del cuello. “Me aprisionó muy fuerte y no lograba zafar. Me repetía, ‘vos no vas a ir a ningún lado porque esta noche te voy a matar’”, rememoró.
Los presentes fueron los que, según la mujer, convencieron al comisario de que la soltara. En ese momento, sentía que se desvanecía. Después de algunos minutos, Castells decidió regresar a casa mientras se disculpaba de lo sucedido.
M.V.M manejaba el rodado cuando volvió a brotar su locura a mitad de camino. “Al taparme los ojos, por poco nos incrustamos contra una rastra cañera. Luego de lograr estacionar el auto en la banquina y en su intento de sacarme a un descampado, yo me aferraba al volante diciéndole que lo amaba, que no me golpeara”, añadió. Fue así que logró cambiar su acción.
Cuando la mujer llegó a su casa, dejó a su novio durmiendo en el auto. Pero enseguida despertó y fue a golpear la puerta. “Le abrí porque quería evitar el escándalo. Además, él quería retirar algunas pertenencias, entre ellas, su pistola reglamentaria. Una vez adentro, gritó que me iba a matar junto con mi madre e hijo”, dijo. Finalmente, Castells fue sedado y controlado. M.V.M reclamó la aprehensión del uniformado ante las actitudes denunciadas. “Temo por mi vida y de mi familia”, advirtió.