El sabor agridulce del segundo puesto se cruzó con el del ceviche, el ají de gallina y el seco de res con frejolada en el paladar de los hinchas peruanos que se reunieron para ver la final en el restaurante Sol de Perú, ubicado en avenida Alem al 800.
“Es una pena, pero haber llegado a la final ya es una cosa de locos”, destaca Vladimir Díaz Jaime, que vino hace 30 años a estudiar Medicina desde Chiclayo, cerca del límite con Ecuador. Bautizado en honor al escritor Vladimir Maiakosvki (“mi padre era aficionado a la literatura rusa, y mi hermano se llevó la peor parte, porque le pusieron Maiakosvki Díaz Jaime”), compartió con su hijo Alejandro no sólo la tensión de la final, sino también una jarra de chicha morada, refresco muy dulce con ligero sabor a uva.
El comedor de Sol de Perú estalla con el gol de Paolo Guerrero, pero la alegría dura apenas cuatro minutos por culpa de Gabriel Jesús. A diferencia del público argentino, no emergió de los peruanos una metralla de insultos ante cada falta del rival o cada fallo polémico del árbitro Tobar. A lo sumo un “¿Qué cobró? Está loco”.
“Para nosotros es una gran cosa haber llegado a la final, por eso no estamos tan tristes. A Gareca lo tenemos allá arriba”, asegura Vilma Tucto Esteban, dueña y responsable de los manjares de “Sol de Perú”.
Con el 9 de Paolo en la espalda, Susana Ruiz (venida desde Trujillo), rescata: “pusieron mucha garra. No se pudo ganar, pero Gareca hizo posible que todo un país recuperara la esperanza. Eso es lo más importante”.