MISCELÁNEA

POLICHINELA

GIORGIO AGAMBEN

(Adriana Hidalgo - Buenos Aires)

El pintor Giovanni Domenico Tiepolo se recluyó en su villa de Zianigo mientras Venecia se inclinaba ante Napoleón. Allí compuso más de cien lienzos de Polichinela, personaje grotesco, parte de la constelación de la Comedia del Arte junto con Arlequín.

Giorgio Agamben escribe este libro sobre el pintor, que retrata al personaje de teatro -bellísima edición, por cierto, que reproduce las obras-. En cierta forma este libro recuerda el gesto a la vez poético y farsante de regalar, a la vuelta de un viaje, el aire de mar en un frasco. El lector nunca alcanza a sentir el perfume del bufón.

Polichinela irrumpe con su chanza ruin en cada cuadro. Es lo contrario al héroe trágico, al Edipo que hace del hilo de Ariadna de sus acciones su propia horca. El demonio obsceno y deforme de Polichinela no puede elegir, vive aturdido en la necesidad de irrumpir con sus bajezas.

El libro mismo se ha transmutado en Polichinela, porque es también una especie de ñoqui amorfo. La promesa de una discusión sobre lo cómico y lo trágico, la risa y el llanto como límites del lenguaje, cual tautología y contradicción de la palabra, nunca se cumple. La insustancialidad del bufón es tan fuerte que ha seducido a Giorgio Agamben quien sólo logra un balbuceo de erudición estética y citas filosóficas -no siempre reconocidas, no nombra a Wittgenstein, a quien utiliza en página 15 respecto de la inefabilidad-.

La comedia, se nos dice en el libro, radica en “mostrar, en el lenguaje, una imposibilidad de comunicar y que esto haga reír“. El libro logra con creces lo primero.

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SANTIAGO GARMENDIA