INFANTIL

BOMBAY

SANDRA SIEMENS

(SM - BUENOS AIRES)

¿Es el amor un bien conmensurable, finito, reproducible? ¿De dónde sale el amor? ¿Se gasta, crece, alcanza para todos, puede estirarse cual par de zapatos? ¿Qué queremos decir cuando decimos otras cosas, detrás de qué palabras nos escondemos cuando algo nos supera, nos invade, nos excede? ¿Es eso que creemos lo que en verdad configura el entramado de una familia?

Tales y más son los divagues de una niña cuando observa mariposas, la lluvia a través de la ventana o el tiempo que vuela mientras habla con Bombay, su gato –que bien podría pasar, según su ojo imaginativo, por una pantera proveniente de una tupida selva india– ante la inminente llegada de un hermano (¿para qué sirven los hermanos?, ¿dónde está ese hermano, en la panza, esperando la firma de una partida?) que vendrá a ocupar un espacio que le pertenece, a quitarle su bien ganada corona de “reinita”.

Se llena de preguntas, Elena, ante el oído indiferente de Bombay; con complicidad, con cariño, con empatía felina se empacha de preguntas mientras el gato dormita o caza una laucha, y mamá habla con las plantas, propone el juego de contar vacas o molinos o auto amarillos en un viaje o prepara quinotos en almíbar, y papá piensa caminando alrededor de una mesa, y el perro y el pececito completan el linaje hogareño con su destreza atrapada.

Desde sus cuestionamientos, en su ingenuidad, Elena crece, vive en carne viva la aprehensión de un mundo que no comprende del todo pero llega a vislumbrar por sus hendijas, otea la distancia que separa a los niños de las cosas de ese mundo, mundo que le pertenece y no y que es invadido por un otro, un hermano –hermano con sorpresa incluida, además.

Continuo monólogo interno repleto de sentidos, seductora desde su poética, propositiva más que enunciativa, Bombay, de Sandra Siemens, se llevó el último Premio Barco de Vapor SM, uno de los más respetados del mundo de la literatura infantil y juvenil. Ilustrado por la gran Isol Misenta, está catalogado para más de siete siete años, rótulo no siempre rígido si de lo que se trata es de trazar interrogantes ante una realidad que se nos planta frente a las narices.

© LA GACETA

HERNÁN CARBONEL