Es uno de los iconos de la ciudad, a menudo maltratado por una buena parte de los tucumanos. Como ocurre con otros sectores urbanos, se ha convertido en los últimos tiempos en sinónimo de inseguridad. Circular por el parque 9 de Julio y sus inmediaciones, especialmente cuando cae la noche, puede ser riesgoso por la escasa vigilancia.
Y bien los asaltos se han vuelto moneda corriente y hay delincuentes que son capaces de golpear y hasta de matar a su víctima para robarle el teléfono móvil, la cartera, la billetera u otras pertenencias, hay otros que con su acción ponen en peligro la salud de las personas. Ello, por ejemplo, le sucedió a una joven que había estacionado su vehículo en la calle Cuba y avenida Soldati, para ir a caminar. Cuando regresó se dio cuenta de que le habían robado de su vehículo dos mochilas, una de ellas con un neuroestimulador, aparato con el que puede soportar un dolor que la obliga a consumir 180 miligramos de codeína.
Se trata de una caja con una especie de antena y un control remoto. A esta antena se la apoya sobre la espada y con el control envía una señal para “activar los nervios”. “Tengo un cable que va conectado a un generador, de la T8 dorsal hasta la cola. A través del generador que me robaron subo y bajo la estimulación”, dijo. El aparato que es único en la provincia, de nada sirve venderlo, está programado para ella.
Los hurtos en el paseo público son frecuentes; uno de los más resonantes fue el de una obra de arte. En agosto de 2018, fue robada la escultura “Meditación”, ubicada en el sector sur del paseo público, en las cercanías del lago San Miguel, sin que nadie lo advirtiera, pese a que en las proximidades se hallan los galpones de la Dirección de Parques y Jardines. En el parque hay un destacamento policial, que no se ocupa de la vigilancia, sino que allí funciona la División de Búsqueda y Captura de Prófugos.
En años anteriores, debido a los constantes robos ocurridos en las inmediaciones de las Facultades de Psicología, Odontología y Filosofía y Letras, sus decanos acordaron que ante un eventual hecho de inseguridad que fuera percibido por cualquier miembro de la comunidad universitaria, se podía llamar al número de un celular y tras la denuncia, personal de seguridad de las Facultades y policías se presentarían en el lugar. En julio de 2013, nuestro diario informaba que por los permanentes arrebatosde celulares, mochilas y carteras a empleados, alumnos y docentes, estos comenzaron a salir en grupos cuando concluía su actividad para protegerse de los delincuentes que asediaban la Quinta Agronómica y también el Centro Prebisch, en el parque 9 de Julio.
Cualquier robo es lamentable, pero mucho más lo es el que sufrió el jueves esta persona que necesita de su neuroestimulador en forma permanente para calmar los dolores que le provoca una enfermedad y que tampoco le servirá al ladrón para venderlo porque solo está programado para ella.
Se debería diseñar un plan de seguridad en el parque 9 de Julio para proteger a sus usuarios; la vigilancia debería ser constante también en las inmediaciones, teniendo en cuenta que sobre la avenida Soldati hay tres hoteles importantes, cuyos pasajeros pueden llegar a ser víctimas de los amigos de lo ajeno. Pero también son muchos los tucumanos que asisten al paseo público, ubicado a pocas cuadras de la Casa de Gobierno, para realizar alguna actividad física o simplemente para pasear o sentarse en los bares. Se deben pensar en distintas alternativas para preservar la seguridad del ciudadano en este lugar emblemático.