Dedican toda una jornada escolar, matutina o vespertina, solo para llevar y traer a sus hijos de la escuela, todos los días. No pueden hacer otra cosa. A veces, matan el tiempo - las cuatro horas o más de clases - tomando mate en grupos de madres en la misma situación. A veces aprovechan ese lapso para hacer trámites o alguna compra. Pero en general, “estas mamás invisibles que deambulan por la ciudad”, como refleja la nota publicada ayer en la sección Tucumanos de nuestro diario, no tienen un espacio donde aguardar a sus hijos mientras están en la escuela. No es un fenómeno reciente. Aunque el boleto de transporte público gratuito hizo disminuir la cantidad de madres en espera en los alrededores de las escuelas, muchas aún afrontan cuestiones insalvables como la distancia o los costos del pasaje que no contempla al acompañante. Para estos niños el transporte escolar sería la solución, pero resulta prohibitiva para el segmento social del que estamos hablando.
Diariamente, se ven a estas mujeres en grupo, sentadas en algún banco cercano a la escuela como el de la peatonal Muñecas, o de la plaza Alberdi o del parque El Provincial, como se menciona en la nota. Pero cuando llueve, hace frío o necesitan un baño ellas deben salir a buscar instalaciones bajo techo que solo consiguen con imaginación y a duras penas. Nada hay previsto desde los espacios públicos o privados para dar contención o protección a estas madres invisibilizadas.
Las propias autoridades de los ministerio de Educación y de Desarrollo Social de la Provincia admiten que no tienen respuestas para darles. La Municipalidad de San Miguel de Tucumán ha inaugurado nuevos espacios en plazas con juegos, merenderos y pistas de salud, pero no está planificado poner baños públicos. Se aduce que son blanco de robos y vandalismo, como ocurrió en el parque 9 de Julio. ¿Entonces cuál es la solución?
Una situación parecida sufren los familiares de pacientes internados en los hospitales, especialmente los que están en terapia intensiva. Se los ve por las noches durmiendo en plazas o zaguanes de edificios cercanos al nosocomio. La mayoría vive en el interior de la Provincia. En este caso es más grave la situación porque los familiares pasan muchas horas en espera, a veces sin poder alimentarse ni hidratarse como es debido. En julio pasado LA GACETA publicó un video de una familia que debió acampar frente al hospital Padilla para poder cuidar a un joven internado.
Hasta ahora hay una sola residencia gratuita para los familiares que cuidan enfermos internados, y que no depende de la Provincia, sino de la Iglesia. Se trata de la Casa de la Divina Misericordia, que pertenece a la comunidad parroquial de La Merced, y que está ubicada en Frías Silva 640.
¿Qué respuesta brinda el Estado a las familias que hacen grandes sacrificios para hacer cumplir derechos elementales como los son el de la educación y el de la salud?
Es cierto que los baños públicos son vandalizados y estropeados por los mismos usuarios, como alega la Municipalidad, pero ¿esa es razón suficiente para no renovarlos ni crear otros? Invisibilizar los problemas no hace que desaparezcan. A lo sumo se pueden dilatar las soluciones, pero si algo malo les sucede en la calle a estas personas en situación de vulnerabilidad, el problema explotará de la peor manera.