Por Mario Molina Pasquel
Estamos cambiando la composición química del planeta. No importa en qué parte del planeta se generen las emisiones que dañan a la atmósfera terrestre. El problema, entonces, debe abordarse globalmente. La atmósfera es como una manta. El quinto reporte del panel intergubernamental de cambio climático concluye que este último está originado por las actividades de la sociedad, particularmente por la quema de combustibles fósiles. Hay científicos que ponen en duda esta conclusión. Plantean que el clima es como un castillo de naipes en el que si se quita alguno de ellos se derrumba la construcción. Nosotros concebimos al clima como un rompecabezas.
Uno de los mitos es que el problema del clima es de largo plazo. Un problema que no es nuestro sino de las próximas generaciones. Lo cierto es que ya vemos las consecuencias. Polos que se derriten, olas de calor con cientos de muertos en distintas regiones, inundaciones, huracanes.
Otro mito es que el costo de una política para revertir el cambio climático es prohibitivo. Con el avance tecnológico actual se puede hacer hoy prácticamente sin costo. El problema de las energías renovables es que son intermitentes. La clave es abaratar los procesos de su almacenamiento. La energía nuclear es muy segura. Hubo accidentes, como el de Chernobyl y Fukushima, pero esas experiencias permitieron potenciar los niveles de seguridad.
La opción de política cero, la línea Trump, haría que la temperatura suba entre 4 y 5% con consecuencias catastróficas. La Tierra podría entrar en un estado invernadero por efectos de retroalimentación prácticamente irreversibles por varios siglos. Ya se desforestó el 17% del Amazonas. Si se pasara a 20/25% podrían generarse estos efectos irreversibles. Estos implicarían migraciones masivas, guerras, muerte.
Nuestra generación tiene la responsabilidad de dejar a la siguiente un mundo que le permita tener una calidad de vida como la que tuvimos.
* Premio Nobel de Química.