Mientras desde el Ministerio de Asuntos Civiles anunciaron que unos 4 millones de profesionales sanitarios trabajan en la prevención y el control del coronavirus en 650.000 zonas de China, la prensa internacional comenzó a hacerse eco del cerrojo que impuso el país asiático sobre los medios. El diario francés Libération expuso la problemática en su tapa de hoy. "Coronavirus en China, cuando la censura mata", es el titular elegido por el matutino, que relata el aparato articulado por el gobierno para manipular las estadísticas. Por ahora, la cifra de muertos oficialmente superó los 900.
Según han comentado las autoridades chinas, los trabajadores de la salud se ocupan de controlar la temperatura a los ciudadanos a través de llamadas telefónicas, las redes sociales o las plataformas de información comunitaria disponibles.
"Mentiras, miedo, vigilancia general: la regla de Beijing", es uno de los textos con los que Libération sostiene que "la detección confiable del virus es cuestionable, los pacientes deben valerse por sí mismos junto al deseo de proteger su imagen y la cultura de mentir. La información proporcionada por Beijing resulta ser poco confiable".
"Ya no hay ninguna duda de que las autoridades subestiman las cifras de contaminación por coronavirus en China. Según numerosos testimonios recopilados por Liberation y otros medios, muchos enfermos son rechazados por los hospitales por falta de personal y equipo, y regresan a casa donde contaminan a sus seres queridos. Según el sitio chino Caixin, 'incluso los cuidadores que tienen síntomas tienen problemas para confirmar su contaminación'. La severidad de los criterios requeridos para declarar un caso de coronavirus también ha sido ampliamente criticada: 'La mayoría de los casos sospechosos han recibido el vago diagnóstico de" neumonía viral ". Incluso se ha ordenado a los médicos que no usen la palabra 'viral', dijo Caixin en una larga investigación en coautoría de 21 periodistas", relata con crudeza el matutino parisino, que reveló además que esos enfermos que son enviados a sus casas y, luego mueren, no son contabilizados en las estadísticas oficiales.
Hace unos días, el diario español El País denunció que el Polítburó, organismo político central, organizó un cerrojo con más de 300 periodistas, que fueron enviados la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei para contar una parte de la historia.
El paraguas de censura atraviesa los medios digitales chinos y la mayoría de los artículos sobre la magnitud de la epidemia fueron bloqueados por el gobierno de ese país.
Mientras la cifra de muertos sigue creciendo, la posibilidad de que el coronavirus traspase las fronteras chinas se hace cada vez más fuerte, al tiempo de que impacta en la economía y en la paz social. Los chinos y el mundo quieren saber la verdad.