Ágata Galiffi no fue la única mujer que estuvo involucrada con la cosa nostra en el país. El periodista, poeta y escritor Osvaldo Aguirre desde hace años viene publicando ensayos, notas y libros sobre cómo actuó la mafia en Rosario. Y los Galiffi siempre estuvieron a la cabeza de sus preferencias. En un ensayo publicado en el sitio www.rosarioplus.com no sólo contó detalles de “La Mujer Infernal”, sino que aclaró un poco los tantos.
Según las investigaciones que realizó a lo largo de varios años, hubo otras mujeres que se hicieron notar en las organizaciones mafiosas tradicionales. Entre otras menciona a Catalina Tuttolomondo, integrante del grupo de José “Peppo Budello” Cuffaro, responsable de varios secuestros extorsivos ocurridos en la década del 10, y del asalto a un tren. En 1916, la Justicia ordenó su detención, pero desapareció de la escena cuando tenía 18 años.
Ágata Galiffi: el mito de “La Flor de la Mafia” creció en el Jardín de la RepúblicaVicenta Spina fue detenida en 1914, acusada de formar parte del grupo que lideraba Nicolás Ballestreri. Se dedicaban a las extorsiones y los secuestros, entre ellos el de un niño de 8 años, Antonio Bevacqua.
El secuestro de Abel Ayerza (26 años) conmocionó al país en octubre de 1932. Un grupo ingresó en una quinta de la provincia de Córdoba, y se llevó al hijo de Abel Teodato Ayerza, uno de los médicos más prestigiosos del país; a Santiago Hueyo (hijo del ministro de Hacienda del presidente Agustín Justo) y a Alberto Malaver (su padre era el presidente de Lotería Nacional).
Ayerza quedó cautivo hasta que fue asesinado. Los otros dos secuestrados fueron liberados y utilizados para cobrar el millonario rescate que se pidió. Las crónicas policiales indicaban que el homicidio fue cometido por error. Después de recibir el dinero, los raptores enviaron un telegrama diciendo “manden el chancho”, refiriéndose a que liberaran al joven, pero como la orden fue transmitida de boca en boca, al cuidador le llegó otra: “maten al chancho”. Y eso fue lo que hizo: asesinó de un escopetazo a la víctima. Otro dato: se piensa que de esa trágica anécdota, en el mundo tumbero, se le dice “chancho” a la víctima de un secuestro extorsivo.
La Policía, después de meses de investigación, logró desarticular a toda la banda. Entre ellas, había dos mujeres. María Sabella de Marino -esposa del líder de la organización- fue la encargada de comunicar la novedad de la liberación de Ayerza. Como era analfabeta, hizo redactar un telegrama a su hija, Graciela Marino; esta chica sería la primera en ser bautizada por la prensa “La Flor de la Mafia”, título que después le arrebató Galiffi.
“Las mafiosas se mostraban más impulsivas que los hombres y por eso mismo, a veces, más audaces: salían revólver en mano a la calle a defender a sus maridos o insultaban a los policías que iban a buscarlos y les cerraban la puerta en la cara”, comentó Aguirre en un ensayo. “Pero el protagonismo de las mujeres en la crónica roja se explicaba también por cuestiones sociales antes que delictivas y en particular por la ruptura de grupos familiares que tenían por efecto los movimientos migratorios”, agregó.
“Pese que a los inmigrantes se mantenían en contacto con sus familiares, los años, la distancia y las dificultades para reunirse en América producían resquemores y conflictos. Los motivos de numerosas vendettas surgieron de estas situaciones: la venganza mafiosa aparecía con frecuencia como la forma de salvar el honor de una mujer, o más bien la familia a la que representaba”, destacó Aguirre en el trabajo que se publicó en www.rosarioplus.com.