La imagen es por demás tierna, alentadora y quizás anacrónica: los chicos, cada uno en su casa, prendidos a la radio, con el cuaderno abierto y copiando las tareas. La voz que sale de los parlantes es la de su maestra, a esa que no pueden ver desde que cerraron las aulas para evitar la expansión del coronavirus, siguiendo los lineamientos del Gobierno nacional.
Es así como un grupo de docentes de Amaicha del Valle se las ingeniaron para dar clases en cuarentena: a través de la radio, ese aparato que había sido fagocitado por los celulares, ha logrado llevar la escuela a las casas del cerro. Todos los días, a partir de las 15, maestras de primaria les hablan a sus alumnos como si estuvieran en el aula y dictan las tareas. Después, los padres se encargan de mandarles fotos de los deberes terminados para que ellas los corrijan.
La noticia de esta ocurrente manera de gestionar la obligada educación a distancia en tiempos de covid-19, ha merecido el reconocimiento, la admiración y los aplausos de la sociedad entera, que se ha puesto de pie para celebrar la inventiva y la vocación de las docentes. Pero es necesario tener presente que, detrás de este escenario, lo que ha sido develado por la crisis sanitaria es la profunda brecha tecnológica y de acceso a los recursos que presenta Tucumán.
“Comenzamos mandando el material por WhatsApp, como indicó el Ministerio. Pero pronto nos dimos cuenta de que no todas las familias tienen celulares sofisticados, que no tienen internet o que simplemente no tenían dinero para pagar ese servicio, dado que la mayoría se dedica a las ‘changas’ diarias que ahora no se pueden hacer”, explicaron las docentes.
Evidentemente, la vorágine tecnológica lleva a pensar que todo el mundo cuenta con los medios necesarios para acceder a ella. Pero ha quedado demostrado que no es así. Lo mismo se ha visto en las largas filas de personas que se agolparon en los centros de cobro para pagar personalmente sus facturas de servicios e impuestos o con los jubilados que se ven obligados a recurrir a terceros para que, a través de WhatsApp, sus médicos lleguen a atenderlos.
Las docentes del valle se han erigido como ejemplos de dedicación y de sensibilidad. Pero, por sobre todas las cosas, de empatía, para lograr que nadie quede afuera de un derecho universal como lo es el acceso a la educación.
En el caso de Amaicha, la solución no vino desde las autoridades educativas, sino que fueron las maestras y la comunidad indígena las que tuvieron los reflejos rápidos y el conocimiento profundo de la realidad que atraviesan las familias de la zona.
La pregunta que cabe hacerse es si las circunstancias de inequidad que se viven en estos pueblos alejados de la ciudad son excepcionales o si, por el contrario, es algo que se repite en su propia medida en muchos más sectores que no están siendo atendidos.
El coronavirus ha demostrado, entre muchos otros aspectos, la dependencia que la sociedad actual tiene respecto de la tecnología. Entonces, si admitimos que internet se trata de un bien esencial -tanto como el agua potable o la energía eléctrica- y se construye buena parte de la matriz social, educativa y económica a partir de la conectividad, entonces es necesario procurar que esté al alcance de todos. Y hasta que ello suceda, será imprescindible atender las demandas particulares de quienes todavía quedan excluidos.