Se puede decir que toda crisis es una oportunidad, y en esta tenemos la de volver a valorar elementos que por ser tan obvios no les damos su debida importancia. A partir de esto habrá que refundarnos en base a todo lo aprendido. Madurar, inmunizarnos no sólo desde lo biológico, sino también desde lo espiritual. Porque hay cosas que, queramos o no, vinieron para quedarse. Creo que no vamos a volver al lugar de donde partimos. Esto es una bisagra, el fin de una era y el comienzo de otra.
Sin embargo, a la vez es otro desafío en el devenir de la humanidad. Ya existieron similares, aunque seguramente nunca de forma tan simultánea en todo el mundo y tan consciente como ahora. Es una prueba a nuestra fortaleza, a nuestra capacidad de adaptarnos a una nueva realidad. Se han acelerado una serie de procesos que se iban a dar más paulatinamente, en especial los referidos a la vinculación por medios virtuales, aunque muchos quieran denostar a la tecnología. Gracias a ella, hemos podido mantener la comunicación en la distancia. Y entre esas cosas que cambiaron para siempre, está la necesidad de implementar la virtualidad en la educación, y de hacer posible que todos puedan acceder a esas herramientas.
Ojalá que este período ayude a achicar la grieta que nos divide, y a sacarnos un poco de esa ira y esa locura en que vivimos. Es un momento para que todos recalculemos.