NOUVELLE
AMO A MI MAMÁ
CHEN XIWO
(Mil gotas – Buenos Aires)
En el cuento “Diario de un loco” de Lu Xun, considerado el padre de las letras modernas en China, el protagonista ve (o imagina) cómo paulatinamente las personas a su alrededor empiezan a devorar carne humana. La aceptación o pasividad con la que sus vecinos responden ante el canibalismo resulta insoportable para el narrador, que se siente responsable de cumplir un deber y advertir a todos lo que estaba sucediendo. La frase final se transformó en el lema de la generación pre-revolucionaria que buscaba despertar a la sociedad china del letargo que la había arrojado a los pies del colonialismo europeo y japonés: “Tal vez existan niños que aún no han comido carne de hombre. ¡Salven a los niños!”.
Es difícil leer la nouvelle de Chen Xiwo Amo a mi mamá, recientemente traducida y editada por Mil gotas, sin hacer mención a este cuento de Lu Xun. Más allá del necesario parentesco con el fundador de la literatura contemporánea en el país asiático (sería como hablar de Borges en Argentina), hay un decisivo diálogo con su sistema literario: llevar a la sociedad a un límite, quebrar las normas primarias del entramado social para expresar un compromiso con el presente. En el caso de Chen Xiwo la regla que se traspasa es el incesto. Narrada en tres partes (divididas por las voces yo, tú, él), la novela sigue los pasos del jefe de la policía que investiga el asesinato de una mujer a manos de su hijo hemipléjico.
Desde el principio de la narración se sabe quién es el asesino de la habitación cerrada, pero el detective desea conocer las razones del crimen (un rasgo de la pornografía para Michel Foucault: ver, querer saber). Este deseo lo lleva a descubrir una trama de abandono, hacinamiento y frustración sexual.
En 2007, cuando fue publicada por primera vez, el gobierno chino la prohibió por las imágenes sexuales y obscenas. La censura, se sabe, es ante todo moralista. Sin embargo, el vínculo entre pornografía y política va más allá de una cuestión legal y está declarada desde la primera página. De hecho, antes de investigar el crimen del hijo y la madre, el detective confiesa que tuvo que liberar a un grupo de prostitutas por las quejas de los vecinos. Sin las prostitutas, la economía del pueblo colapsaría: “los hoteles entrarían en declive. Con menos hoteles, los taxis tendrían asimismo menos trabajo. Serían fantasmas deambulando”.
Las novelas en China suelen tener estas declaraciones, avisos en clave que destacan el valor metafórico de la narración. En este caso, Chen se coloca en lugar más bajo del sistema moral confuciano y busca darle voz a sus protagonistas.
© LA GACETA
Salvador Marinaro