En sus casi 25 años de carrera, Cristian Lucchetti jamás había vivido algo similar a lo que sucedió el último lunes, en el regreso a los entrenamientos de los equipos de Primera. Después de casi cinco meses de practicar por su cuenta, el arquero (junto al resto de sus compañeros “decanos”) volvió al complejo de Ojo de Agua para hacerlo de manera presencial. La alegría era inocultable para él y para la mayoría del plantel. Sin embargo, nadie podía dejar de notar lo extraño que resultó afrontar las condiciones que el protocolo sanitario manda. Tan extraño que se transformó en inédito. Aún para uno de los más experimentados jugadores de la Liga Profesional Argentina.
“Raro, muy raro. Raro no poder compartir el vestuario, no poder tomar unos mates. Raro llevar tu ropa desde casa. Raro ir cambiado, terminar de entrenar, subirnos al auto e irnos”, reflexiona “Laucha” con LG Deportiva. La palabra se repite y no es casualidad. Los jugadores, debido a las nuevas normas, deben llegar al complejo ya con la ropa de práctica puesta y no pueden -bajo ningún punto- utilizar las duchas del establecimiento. Así como están vuelven a su casa para bañarse allí. Raro por donde se lo mire.
Es cierto: los futbolistas agradecen la posibilidad de poder volver a entrenarse al aire libre y en compañía. Aún en una pandemia, tomando ejemplos de otras partes del mundo, la AFA dio esta posibilidad y la aprovechan cumpliendo el protocolo a rajatabla. Aún así, no deja de ser raro.
Sobre todo para los futbolistas que suelen tomar los momentos previos y posteriores como algo tan importante como el entrenamiento en sí mismo. Socializar es parte de la genética del futbolista. “Raro no poder compartir un par de minutos con mis compañeros. Era a lo que estábamos acostumbrados. Creo que eso es lo más raro”, agrega el mendocino.
Claro, el resto de la actividad dispuesta por el cuerpo técnico no distó mucho del habitual quehacer de Luccheti. Le añadió el tapabocas a la indumentaria tradicional, pero como ocurre en la mayoría de las pretemporadas y en buena parte de los ensayos durante la competencia, el arquero y el entrenador especializado en el puesto (en este caso Andrés Jemio) trabajaron alejados del resto. Jemio -como parte del cuerpo técnico- debió usar el barbijo. “Todo esto (la pandemia) nos obliga a adaptarnos no sólo a una nueva manera de entrenar, sino de vivir. Ojalá volvamos a la normalidad lo más pronto posible”, analiza Lucchetti.
Pareciera que hay algo de sufrimiento y quizás lo haya, pero repetimos: nadie más agradecido con volver a entrenar que el propio futbolista. Pero no deja de ser raro: “hasta las sensaciones son raras: estoy muy contento por volver a practicar pero sabemos que es en un ámbito en el que no estamos acostumbrados”,