“Hay un murciélago que unas personas se comieron y así empezó el coronavirus”, revela Sol Gómez Parra, de seis años. Luego de eso vino el encierro en casa, el extrañar a los abuelos, las clases a través de celulares y computadoras. “Lo lindo es que pasamos más tiempo con la familia, lo feo es que es una pena por todas las personas que se enferman”, dice Sol.
Ella es alumna de primer grado del turno tarde del colegio Kinder. Apoyados por su maestra, este grupo de niños decidió escribir una carta sobre lo vivido en este tiempo de aislamiento. “En las clases virtuales los niños demuestran una actitud de desahogo”, cuenta la docente del grado, Mónica Mussa. “Se percibe una fuerte necesidad de contar y es por eso que se me ocurrió que escriban una carta dedicada a los niños de la provincia, que por otra parte están viviendo situaciones similares”.
Andar en bici sin rueditas, esperar al ratón Pérez luego de un diente flojo, ayudar a sus papás con su hermanito recién nacido; son algunas de las anécdotas que los niños reflejan en la carta. Sin embargo también hablan de la tristeza que les causa el encierro, refieren la separación de algunos padres y confiesan lo mucho que valoran situaciones que les parecían comunes antes de la pandemia: jugar al aire libre, ver a sus primos y abuelos, andar en bici; entre otros. También en la carta, cuentan que extrañan las clases presenciales y jugar con sus compañeros.
“Yo prefiero ir a la escuela”, dice Máximo Rosales, otro de los niños autores de la carta. “Ahí puedo ver, saludar y abrazar a mis amigos”. Su compañera Julieta Parravicini, también de seis años, opina igual que él. “En la escuela las clases no parecen tan largas”, dice.
A esta edad lo niños atraviesan un momento muy especial en sus vidas desde el punto de vista educativo, inician un importante proceso de socialización y comienza su período de alfabetización. “Algunos son conscientes de que están atravesando primer grado, y otros sienten que recién estarán en primer grado cuando lleguen a la escuela”.
Para sus papás la situación tampoco fue fácil: “Es difícil lograr que estén concentrados porque no estamos preparados como docentes”, cuenta Vicente Parravicini, padre de Julieta. “Además, la escuela presencial establecía pautas de horarios que hoy no las tenemos y que realmente era una ayuda para que ellos (los niños) puedan tener una rutina más ordenada”.
En el texto los chicos también cuentan que muchas veces se aburren estando tantas horas en casa y los padres también deben salir a luchar con ese problema. “Con mi mamá hicimos una casa de cartón y cuando nos aburrimos de jugar con ella, nos pusimos a pintarla para divertirnos”, cuenta Delfina Arias, seis años. Su madre, Jesica Carrizo, sonríe cuando la escucha: “pasamos momentos de mucha angustia en esta situación, pero hay que ser creativos y buscar la manera de entretenerlos siempre”, sostiene.
La escritura de la carta fue una catarsis que le permitió a los niños un poco de alivio entre tanta tensión, según su maestra. Ella confiesa que a través de una videollamada se puede interpretar las emociones de los pequeños: “se trata de mirar en clase, pero que esa clase vaya más allá de la mirada” sugiere Mónica. “Se trata de saber lo que está sintiendo el otro en este tiempo tan especial”, concluye.