INVESTIGACIÓN
ENTRE BARRICADAS
MÁXIMO HERNÁN MENA
(Biblos – Buenos Aires)
Decía Oscar Wilde que el único deber que tenemos con la Historia es reescribirla, y tal fue la divisa que alentó a Máximo Mena a emprender esta larga investigación y entregarnos hoy un libro de casi 400 páginas sobre la historia de Tucumán. Aunque no del siglo XIX, que es lo más frecuente y atractivo, sino sobre la segunda mitad del siglo XX (1950-2000), y centrado en la literatura. Su enfoque es novedoso, pues se reduce a las novelas publicadas por autores tucumanos durante ese período. Su objetivo, reescribir el drama de nuestra provincia que comienza en 1966, cuando la autodenominada “Revolución Argentina” decretó el cierre de 11 ingenios azucareros, lo que habría de provocar un desastre demográfico que llevó a 250.000 trabajadores a emigrar de Tucumán en forma definitiva, buscando otros horizontes menos hostiles. Desastre que se acentúa en 1974 con la desaparición de personas, práctica represiva que se convertiría en el año siguiente en un sistema organizado de secuestros, torturas y desapariciones de dirigentes políticos y gremiales con el mal llamado “Operativo Independencia”.
La memoria de esta violencia política, fue rastreada por el autor en los textos literarios y confrontada con los registros periodísticos y de otras fuentes que le sirvieron de referencia, abriendo así largos diálogos textuales. Tal búsqueda, claro, prioriza las novelas que reescriben la Historia, valiéndose, claro, de una estética que recrea los hechos con la libertad que permite la literatura, siempre que respete la consigna de ser fiel a la verdad, pues no puede concebirse una estética sin ética.
Otra visión
Aclara el autor que el corpus narrativo que tomó en la investigación no busca reconstruir el pasado, sino construir otra visión (o versión) del mismo, deslindando en lo posible las zonas de lo real de las de la ficción, sin quedarse en la superficie del drama histórico ni escudarse en una supuesta neutralidad.
De las 86 novelas publicadas por autores tucumanos en ese medio siglo, Mena selecciona 53, a las que considera claves para su investigación. Vemos así una convergencia de historias personales puestas en boca de personajes de ficción pertenecientes a los distintos grupos sociales en conflicto, cuya interacción prefigura ya una memoria colectiva, una realidad visceral y poetizada que los historiadores no pueden ignorar, por tratarse de una literatura de lo real, donde lo verosímil se convierte en un magma brillante. Es que la ficción, si no se queda en el panfleto, colma de vida lo que relata, con esa pasión que caracteriza a lo verdadero.
Me atrevo a decir que no existe en el Noroeste Argentino una obra de esta naturaleza y envergadura, que entrecruce los hilos de la Historia y la literatura con tan fecundos resultados. Se trata de una investigación compleja y minuciosa, que obligó al autor a recorrer miles de páginas seleccionando textos de valor paradigmático que expresen esa tragedia con otro lenguaje, algo que exige toda reescritura para ser tal. Configura también otro lenguaje el cuidadoso estilo de Mena, el arte narrativo que despliega para ensamblar con coherencia tantos fragmentos en un discurso que es también literario, algo así como una pulcra y precisa novela de las novelas. Tarea nada simple, como se dijo, pues la divergencia de las fuentes históricas, unida a la ideología del historiador que las procesa, sumen a esta disciplina del conocimiento en contradicciones y agujeros negros, los que suelen ser salvados por la novela histórica, un género mixto de origen romántico que ilumina las zonas oscuras y procura insuflar vida (lo que no siempre logra) en los huesos de los muertos.
Presencia de lo ausente
La imaginación y la memoria tienen en común que ambas trabajan por la presencia de lo ausente.
La Historia es la representación más o menos legítima del pasado, y la ficción no, pues lo que busca es significar el presente, o desde el presente, con los espejos del pasado. Sus caminos y métodos difieren, pero ambas contribuyen por igual, queriéndolo o no, en la construcción de una memoria colectiva. En la ficción, el relato cobra vida, apelando a códigos y estilos narrativos contemporáneos, mientras que los registros históricos, por su fijeza y enfática fidelidad a la sensibilidad de una época, van siendo cubiertos por el polvo del tiempo.
La ficción no debe debatirse en la oposición que se plantea entre la verdad y la falsedad de los hechos, pues su verdad es de otro tipo: poner en escena a lo humano e indagar en las napas profundas de la sociedad las causas que iluminan los sucesos, y luego escenificar a estos con los recursos del arte. Así como la Historia no debe dejarse arrastrar por la estética y el brillo propio de la ficción, esta última, en tanto arte, no debe dejarse arrastrar por la turbulencia de los acontecimientos, para no diluir su fuerza narrativa en lo puramente documental.
Mena se propone ahora trabajar con la producción novelística de la centuria que va desde 1850 a 1950, en el mismo territorio tucumano pero diversificando los ejes temáticos. Se ofrece también a apoyar a las otras provincias del NOA en la ardua tarea de encarar de un modo sistemático su historia vista desde la literatura, valiéndose de teorías, estilos y métodos propios de nuestra época.
© LA GACETA
Adolfo Colombres