A lo largo de la historia sobran los ejemplos en los que el arte, frente a acontecimientos difíciles de sobrellevar, mutó de maneras nunca antes vistas. Este es el caso de “Latinoamericanas”, un proyecto que surgió como una obra teatral y musical que recorre las vidas de cuatro exponentes femeninas del subcontinente (la tucumana Mercedes Sosa, la peruana Chabuca Granda, la chilena Violeta Parra y la exponente de la canción mexicana Chabela Vargas, quien nació en Costa Rica) y que con la pandemia y luego de meses de inactividad, se transformó en la propuesta “De vidrieras y manifiestos”.
“Lo que intentamos hacer con esta obra es poner en voz a estas mujeres que terminaron siendo representantes de sus países, siendo femeninas en una época no tan amable con el género”, explica la directora María José Stefani. Lo que se plasma es la unidad que, sin querer, estas creadoras tuvieron en su forma de ser y en sus actitudes artísticas, políticas e ideológicas desde las cuales plantearon su cancionero y su actuar durante sus vidas.
La obra se estrenó el año pasado, y tenía previsto volver a los escenarios hasta que irrumpió el coronavirus. Stefani comenta que, en este contexto, iniciaron la concepción de un guión diferente al que habían llevado al Teatro Alberdi, a La Colorida y a El Círculo de la Prensa durante 2019. Su sueño de llevarla a colegios y plantear debates y actividades se vio truncado, como la propia continuidad del espectáculo como estaba previsto.
La reacción llegó con la idea de hacer “De vidrieras y manifiestos”, un desafío artístico innovador que logra cumplir con las ansias artísticas del equipo y acercar al público un hecho nuevo, cumpliendo con todos los protocolos sanitarios necesarios, ya que el espectador está alejado del artista a través de un vidrio. “La puesta se produce en un espacio público donde la gente ya transita”, agrega.
Esta experiencia tendrá una nueva manifestación el miércoles a las 20, cuando Carolina Ramos, Kika Valero, Paula Galletti y Florencia Lencina (con Alejo García en Guitarra y la colaboración de Emilia Usandivaras en prensa) se presenten en vivo en el Taller de Música de Rony López (Buenos Aires 729).
La libertad que genera una actuación de estas características permite romper con la aparente normalidad de la vía pública. El grupo actúa desde una vidriera pero hay parlantes afuera; todo curioso puede acercarse, verlo desde enfrente o incluso adentro de un vehículo.
La idea -desarrolla Stefani- “es irrumpir; nadie se espera que estemos en este formato y en este contexto”; esto le permite llegar a una multiplicidad de público que, según la directora, en su formato original sería imposible conseguir. “La gente pasa con sus autos y nos ve, las motos frenan un poco y luego siguen su viaje”, describe.
Sin opciones
Más allá de las facilidades y de la seguridad de esta propuesta, llevar el arte a las vidrieras (expresión del consumo) permite poner en conflicto el arte como producto en un contexto donde se evidencia la inexistencia de propuestas gubernamentales que permitan una reactivación de una actividad teatral en crisis. Junto con la obra, el elenco milita por la sanción de una ley de emergencia cultural que permita la determinación de protocolos específicos para reabrir las salas.
La directora sostiene que no hay un actuar de las autoridades provinciales suficiente en lo que respecta a la cultura. “Los bares están llenos y las salas no”, resume, conciente de que la opción que desarrollan no les será redituable económicamente, pero sí les genera satisfacción emocional. De cualquier manera, la también actriz y cantante aclara que la solución no es llenar los teatros. “Los artistas hemos quedado sin trabajo y sin el arte como expresión. Todos necesitamos cantar, necesitamos poner nuestra voz y que alguien nos mire”, concluye.