Los niños contagian como cualquier otra persona. Eso lo dice bien claro Marcela Djivelekian, médica pediatra (MP: 5693) y docente de la cátedra de Pediatría de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán. “Sucede que en un principio -cuando se sabía casi nada del coronavirus- se decía que los niños no eran transmisores, pero ahora hay estudios científicos que avalan que sí son transmisores. Quizás no tan alto como puede ser un adulto con alta carga viral, pero todo va a depender del niño y de la carga viral que tenga”, cuenta la profesional tucumana. Ante esto, recomienda que no hay que aflojar con los cuidados y menos ahora, que en unos días las aulas se vuelven a abrir para ellos.
¿Hay que darles algún tratamiento preventivo a los chicos en la previa al inicio de clases presenciales?
En realidad no hay evidencias científicas que avalen el uso del tratamiento preventivo para la enfermedad por covid-19. Sé que la vuelta a clases presenciales genera angustia y ansiedad y ganas de volver, pero no hay que caer en empezar a dar medicamentos que no están avalados por la Sociedad Argentina de Pediatría. No hay nada comprobado que prevenga la infección por covid, como los aerosoles nasales o medicamentos como las vitaminas. Si bien sabemos que las vitaminas contribuyen a un buen funcionamiento del sistema inmunológico, pero lo más importante para prevenir cualquier tipo de enfermedad viral o bacteriana es que el niño tenga una alimentación equilibrada, controlada, con las cuatro comidas, de buena calidad y con la inmunización (vacunas) según calendario al día.
Barbijo o tapabocas: ¿cuál es el más adecuado?
En los niños lo más importante es que el barbijo (el quirúrgico, el que usamos los profesionales de salud, que también viene en un tamaño para niños) cubra bien el rostro. No es igual la cara de un adulto que la de un niño. Entonces debe tapar bien la nariz, todo lo que es el puente nasal, la boca y el mentón; debe ser cómodo, que le permita respirar, que no le ajuste mucho las orejas, cosa que el niño no esté tocándose permanentemente y que con las mismas manos se toque el ojo y tenga ahí un riesgo de infección.Ese se saca y se tira. El tapabocas (el de tela, el que compramos o que hace alguna mamá en su propia casa) debe lavarse cada vez que se usa. Todos los días debe ir con un tapabocas limpio. Lo ideal es que tenga doble capa de tela y que en el medio vaya un papel tipo tissue o de servilleta para que filtre (esta parte se saca y luego se tira). El tapabocas se lava con agua y jabón blanco. La ropa del colegio es ideal que se lave apenas llega de clases, pero por separado del resto de la ropa de la familia ya que si tuvieron contacto con una persona enferma puede perdurar el virus unas cuantas horas en las telas. Entonces, el barbijo ideal es el descartable, sino el lavable, o el del Conicet (que también viene en tamaño para niños), que sabemos de su eficacia ya que sirve como una barrera eficiente también para otros tipos de virus también.
¿Los niños pequeños también deben usar barbijo?
Para los bebés está contraindicado porque les dificulta la respiración y pueden inhalar su propio dióxido de carbono. Para los niños menores de un año no es lo ideal. Pero pueden utilizar el barbijo haciendo un entrenamiento previo en la casa con ellos: sacándoles cuando ellos se sientan asfixiados y enseñarles cómo hacerlo (desde las tiras detrás de la oreja, hacia abajo, sin tocar la tela), a modo de juego, mirando a sus papás cómo lo utilizan. En preescolar no es obligatorio porque le es difícil mantenerlo. Pero los niños nos sorprenden: aceptan las reglas y se adaptan mucho mejor que los adultos a situaciones particulares. Si les enseñamos con el ejemplo, con el juego, los niños aprenden mejor.
¿Cómo debe ser la higienización de las manos?
Un kit ideal para llevar a clases es unas gafas protectoras o una máscara (que puede ser molesto para escribir), el barbijo como algo imprescindible y el alcohol en forma de gel o diluido (70% alcohol con 30% agua) con rociador que pueda llevar en la mochila. El rociador es lo más práctico para colocarse: no queda pegajoso en las manos y puede servir para rociar el pupitre una vez que el niño llega al aula. Se evapora rápido sin necesidad de pasar un trapito. Debe utilizarlo cuando llega al colegio, cuando esté por hacer las tareas, cuando salga al recreo y cuando vuelva, cuando baje la escalera, cuando vaya al baño. Allí también sirve un buen lavado de manos que cubra toda la superficie: pulpejos de los dedos, palmas, entre los dedos, los dorsos de manos y los laterales. El lavado debe durar unos 20 segundos. De todas formas el alcohol cumple esa misma función.
En la escuela se comparte todo: ¿y ahora?
Vuelven a clases presenciales y esto no es sólo una instancia educativa, sino es una instancia en la que el niño socializa, comparte y es empático con el otro. Es muy importante la escuela/colegio, sobre todo es un espacio seguro cuando los papás trabajan. Todo ello contribuye al rendimiento económico de una sociedad. La escuela, por muchos motivos, está bueno que se abra. Pero volvemos en condiciones poco habituales.El niño no va a compartir útiles, ni elementos personales, ni bebidas, ni comida. Ellos estaban acostumbrados a eso. Pero tampoco deben perder ese lado empático: explicarles que lo hacemos porque nos estamos cuidando y cuidamos a nuestro compañero también, que a su vez cuida a un abuelo. Hay que explicarles el porqué. Si quiero que compartan, que lleven un caramelo, que luego debe rociar con el spray, por ejemplo.
Una última recomendación...
Es muy importante que abran las escuelas, que se reactive la actividad económica, pero no debemos dejar de perder la empatía con el otro y tratar de evitar las reuniones multitudinarias. Si bien los chicos regresan a clases presenciales, lo ideal es que no regresen a reuniones con muchas personas o cumpleaños con muchos invitados. Porque allí es casi imposible controlar que los chicos tengan contacto entre ellos, que tomen de un mismo vaso… Hay que pedirle a toda la sociedad que evite salir a lugares que no son necesarios. Está bien reunirse con la familia y no perder vínculos. Pero lo otro -salir a reuniones multitudinarias- nos hará retroceder, nos terminará perjudicando, que es lo que no queremos que pase.