Desde la década del 80, César Brie tiene un fuerte vínculo artístico con Tucumán. Su primera llegada a la provincia para dictar un curso de actuación fue el precedente de varias visitas más y su recurrente selección como dramaturgo de diversas obras que se montaron en la provincia (como “120 kilos de jazz”, “¿Te duele?” y “Sólo los giles mueren de amor”) y más intermitente como actor y docente.
Fundador de la Comuna Baires a comienzos de los 70, fue parte del exilio de ese grupo a Italia, hostigado por el accionar de la Triple A. Su recorrido lo llevó luego a Dinamarca, donde estudió con Iben Nagel Rasmussen, y en los 90 se instaló en Bolivia, para crear y conducir el elogiado Teatro de los Andes. Hace una década regresó a Italia, y la pandemia lo encontró en Milán.
El nuevo acto de su vínculo con los tucumanos fue su participación a la distancia en las jornadas “El teatro y la salud”, que concluyen hoy (ver “Actividades de cierre”), que incluyen un reconocimiento a la importancia de la ficción en tiempos de aislamiento social, como espacio para poder sortear las angustias.
“Desde que leemos, no hacemos más que devorar ficción en el aislamiento de la lectura. En pandemia tuvo otras formas. Consumimos más y las series ayudaron junto a las plataformas de streaming. Hubiéramos debido insistir en producir más en ese sentido, porque hubo varias experiencias enriquecedoras”, destaca en diálogo virtual con LA GACETA.
- ¿El arte se levantó como una barrera efectiva contra la enfermedad?
- No sé si el arte sana o cura, pero definitivamente nos hace bien. Como no soy creyente, no tengo otro lugar donde dar riendas a mis sueños, obsesiones, reflexiones e imágenes que en el trabajo artístico. A los demás puede curar, sanar o enriquecer; a mí el trabajo artístico me da la razón para vivir.
- ¿Hiciste alguna experiencia artística on line?
- No me llevo demasiado bien con lo on line. Di algunas clases y conferencias. Pero el teatro, como yo lo practico, es algo que realizo en presencia del cuerpo de los demás. Necesito la presencia de los otros actores. Sino reduzco mi trabajo a la creación de textos e hipótesis.
- ¿Rescatás algo positivo de la virtualidad?
- La virtualidad no tiene lados positivos o negativos. El teatro es de por sí algo virtual: es y no es al mismo tiempo. La escena es el apogeo de lo virtual. Algo ocurre en la escena, una composición de voces, músicas, imágenes, textos, cuerpos, objetos. Es algo creado en un espacio al que convenimos. Si se entiende lo virtual como lo mediado por los medios de internet, las cámaras, lo filmado, creo que no pueden reemplazar el teatro, aunque pueden ser usados para el teatro. Muchos artistas de teatro se volcaron enseguida a lo virtual; yo no pude hacerlo o tal vez no necesité hacerlo. Escribí, preparé, monté, ensayé pero no pude mostrar lo que hice. Sigo esperando ese momento en que voy a poder mostrar en presencia a los demás.
- No hay un rechazo de tu parte a ese soporte...
- Cada período elabora formas dictadas por las condiciones en las que se vive. Todos los medios son bienvenidos, sea para sobrevivir o para investigar. Hice lo que quise y pude hacer. Desde el punto de vista económico fue desastroso, pero estoy acostumbrado a la frugalidad. Pude profundizar algunos aspectos y prepararme a lo que ahora viene.
- ¿Es cierto que toda crisis deja una enseñanza?
- Propondría no olvidar que se puede siempre utilizar los medios fílmicos para dejar registro de las obras y de los procesos. Es algo viejo pero no obsoleto y que puede dar espacio a experiencias espléndidas. Hubiera regresado también a formas antiguas para redescubrirlas e interrogadas de nuevo, como el radioteatro, lo documental o el simple registro de lo que hacemos. Hubiéramos podido producir mucha reflexión poética sobre nuestro trabajo teatral.
- La pandemia te dejó varado en Italia.
- Debo decir las pandemias. Yo estaba a punto de viajar a Argentina. No me fui porque no quería dejar a mis hijas adolescentes sin saber si podría hacer algo por ellas. Me quede encerrado en Milán en un teatro durante varios meses. Pero me ayudó a reflexionar; a hacer cuentas con soledades, amistades y enemistades; a colocar las cosas en su lugar; a dejar de dar importancia a futilidades; a perdonar donde era necesario. Es como si esa muerte presente me hubiera llevado a ver las cosas de un modo más cristalino.
- ¿Qué proyectos quedaron pendientes?
- Tuve que suspender el estreno de una obra que dirigí, escribí y en la que actúo: “Nel tempo che ci resta” (“En el tiempo que nos queda”) y habla de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en 1992 por la mafia con la complicidad de aparatos del Estado. Se va a estrenar en octubre, un año y medio después de lo previsto. Escribí un texto junto a un viejo amigo y mi maestro intelectual, Antonio Attisani, que en Italia se llama “Boccascena” y en Argentina, “Telón”. La estoy ensayando con él en Italia para enero de 2022. Tenía más de 50 fechas de representación de mis obras. Hasta estos días logré sólo representarlas siete veces, cuatro en este mes. Ahora estoy por dirigir una obra en el sur de Italia y luego estrenaré tres obras más hasta febrero. Pero mi proyecto más fuerte es La Isla del Teatro: quiero crear un lugar en las colinas donde vivo, no sólo para poder trabajar sino para alojar a otros artistas, sobre todo jóvenes, y ayudarlos con una infraestructura para realizar sus proyectos. Eso mismo voy a tratar de hacer en Argentina cuando la pandemia me permita regresar.