Si el desarrollo de una ceremonia inaugural de Juegos Olímpicos siempre se guardó bajo siete llaves, imaginen lo que sucedió con los detalles de la que tendrá lugar mañana a partir de las 8 en el estadio Olímpico de Tokio, en medio de la pandemia.
Iluminación original, vibrante espectáculo, con bailes, música, canto y teatro representativos de la cultura, tradición e historia del país, más acompañamiento musical de categoría. Ese es el ABC histórico de toda ceremonia.
Nos hemos acostumbrado desde que los JJ.OO. se convirtieron en un tremendo encuentro con deportes, negocios, marketing y veleidades políticas puestas a volar bajo la bandera de los cinco anillos, a tomar ese acto de comienzo como una parte esencial. Lo seguirá siendo, pero con las limitaciones que impuso la covid-19.
Los supuestos, camino a la ceremonia, son muchos. A varios de los planes originales hubo que rehacerlos. Una parte importante, la presencia de público en las tribunas, esta vez no será posible. En reemplazo, para una mole que puede recibir 68.000 espectadores, habrá sonido ambiente pregrabado, robots ocupando áreas de las tribunas y apenas unos 1.000 invitados especiales. Entre ellos, el emperador de Japón, Naruhito, que será el encargado de declarar inaugurados los XXXII Juegos Olímpicos y la primera dama estadounidense, Jill Biden.
Hay rumores de que la reconocida capacidad tecnológica del país del sol naciente será base sustentable para suplir toda ausencia humana y para mitigar cualquier pesar que puedan generar las limitaciones sociales.
En la lógica que impera por el estado de emergencia sanitaria por coronavirus en la capital japonesa, entra lo relacionado al desfile de las delegaciones. Desfile habrá, con un protocolo estricto y delegaciones reducidas. Estará centrada en la idea de una nueva esperanza y ánimo para las personas de todo el mundo. El concepto será: “Unidos por la emoción”.
Por el lado argentino, el orgullo de portar la bandera nacional le fue confiado, por primera vez, a una mujer y a un hombre (algo que repetirán todas las delegaciones). Se trata de los medallistas dorados en Río 2016, Cecilia Carranza y Santiago Lange. Con ellos, buena parte de los 177 que competirán (incluyendo a los tucumanos Victoria Sauze y Emmanuel Lucenti) y varios de los que los asistirán y auxiliarán (como los “nuestros” Mercedes Paz y Leonardo Gravano).
Tampoco faltarán los discursos, los himnos, los mensajes de bienvenida (dichos en inglés y en francés, las lenguas oficiales de los Juegos). Y estará la proclama de inicio de las competencias, el flamear de la bandera olímpica. Y, a continuación, el encendido del pebetero, que esta vez no estará dentro del estadio, sino afuera, en la zona costera de Tokio. El último relevista encenderá la llama, símbolo máximo de la competencia.
Luego, vendrá el tradicional juramento olímpico, que en esta edición se adaptó para subrayar la importancia de la solidaridad, la inclusión, la no discriminación y la igualdad. Serán dos atletas, dos entrenadores, y dos jueces los que asuman este acto.
Es la ceremonia inaugural uno de los momentos más esperados por todas las delegaciones, y también de los fanáticos del mundo. Pasaron cinco años desde que vivimos tal momento en Río de Janeiro.
Una vez que finalice, estarán de par en par abiertas las puertas de una casa que, hasta el 8 de agosto, se verá activa, colorida, viva, de la mano de los alrededor de 11.000 atletas. Dejemos pues espacio para las emociones y las asombrosas historias que están a punto de escribirse.