Meterse en una final olímpica de natación es una conquista extraordinaria. Ni hablemos de subir al podio. Y es cierto que Delfina Pignatiello podía aspirar a ubicarse entre las ocho mejores en los 1.500 metros libres, básicamente por el cotejo de marcas en lo que va de la temporada. Pero no sólo de tiempos se rige el deporte, las carreras proponen tantas variables que pequeños detalles resultan decisivos. Hay que ponerse en el lugar de Pignatiello, de sus 21 años cargando con la mochila de ser la esperanza de medalla para un país deportivo exitista. El debut olímpico culminó sin final para Delfina, que tendrá desquite el jueves en los 800 metros. No es un drama ni un fracaso, sí una buena lección.
Aquellas victorias de Pignatiello en Lima demuestran la gigantesca distancia que separa los Juegos Panamericanos de los Olímpicos. En la mayoría de los casos representan apenas una referencia lejana. En cambio, la altura de la vara es tan alta en Tokio que un podio panamericano puede equivaler a la eliminación en una serie olímpica. Esto lo saben los deportistas, pero al público se le escapa, sobre todo en disciplinas como la natación.
Por condiciones, Pignatiello tiene herramientas para mezclarse entre las nadadoras top, un grupo de atletas excepcionales separadas por céntesimas en la pileta. Puede que tras el baño de realidad de esta mañana Pignatiello pueda hacer las cosas con mayor tranquilidad. Demasiada responsabilidad se le asignó, demasiada exposición de su imagen casi augurando una medalla.
Los Juegos son un firmamento y entre tantas estrellas algunas deslumbran como supernovas. A la Argentina le tocó cruzarse con el fulgor de Luka Doncic y no hubo más que hablar.
Eslovenia sin Doncic es una cosa, con el astro de Dallas Mavericks no tiene techo. Facundo Campazzo y Luis Scola se rindieron ante los 48 puntos de Doncic, un fenómeno que resolvió el partido y estrechó el camino de la Selección en Tokio. Ahora viene España, será la revancha de la finalísima del Mundial de China. Se sabe, más allá de alguna pesadilla como la desatada por Doncic, que el básquet argentino es la encarnación de la resiliencia.
Dos momentos argentinos fueron celebratorios. El primer tiempo de Los Pumas ante Australia resultó demoledor y les permitió ganar el partido que no podía escaparse. La previsible derrota a manos de los All Blacks no enturbia el objetivo, queda dar el paso esta noche frente a Corea del Sur para jugarse a fondo en el cruce de cuartos de final. El otro instante decisivo estaba reservado para Las Leonas, recuperadas de la derrota del debut con un 3-0 sobre España que se concretó en el último cuarto. Durante esos últimos 15 minutos cayeron los tres goles. La tucumana Vicky Sauze jugó un partidazo y Las Leonas, finalmente, dijeron presente en los Juegos.
Hubo otras noticias positivas: el avance de Nadia Podoroska, a quien la espera un duelo clave con la española Badosa, y el triunfo del boxeador Francisco Verón. El resto obedeció a la más pura lógica olímpica: eliminaciones de los hermanos Gil en tiro y del púgil Ramón Quiroga, derrota de Los Gladiadores a manos de Alemania en un torneo de handball que se les hace demasiado cuesta arriba, y las posiciones rezagadas que mantienen las tripulaciones en la pista de vela.
Y así como los Juegos son una constelación de luminarias, también se nutren de pequeñas grandes historias que emocionan. Una de ellas dio la vuelta al mundo y se escribió con letras argentinas. Fue el pedido de matrimonio, cartelito mediante, que la esgrimista Belén Pérez Maurice recibió de parte de su entrenador. Ella todavía rezongaba por la derrota sufrida ante una tiradora húngara que la había desconcentrado por una (¿supuesta?) lesión y él le cambió la vida a pura ternura. Inolvidable. No siempre se gana subiendo a un podio y Pérez Maurice lo demuestra.
La familia olímpica es así. Hay lugar para el amor y también para deslumbrarse con el talento de la adolescencia. En el skateboarding, sumando las edades de las tres finalistas se cuentan 42 años: 13 de la campeona japonesa Momiji Nishiya, 13 de la brasileña Rayssa Leal (plata) y 16 de otra local, Funa Nakayama (bronce). Cuando le preguntaron a Leal a quién le dedicaba la medalla, fue contundente: “a todos los que me dijeron que una chica no puede andar en skate”. Bienvenidas las nuevas disciplinas a los Juegos, bienvenidos los discursos de la nueva generación.