¿Cuántas veces tuvo que volver a su casa cuando se dio cuenta de que no lo llevaba puesto? ¿O tener que comprar uno de emergencia tapándose la boca con las manos o la ropa con cara de vergüenza? ¿O bajar la cabeza contrariado cuando intentó ingresar en algún comercio hasta que alguien nos hace darnos cuenta de que no lo llevamos puesto? El barbijo se ha transformado en parte de nuestra indumentaria, clave sanitaria para evitar contagios. Pero hoy, en varios países que tienen muy avanzada la vacunación, ya no se exige su uso. Y vemos por televisión como muchas personas se lo sacan y hasta lo tiran, felices de volver un poco “a la vieja normalidad”. Lamentablemente, Tucumán está lejos de esa realidad y los expertos son categóricos. Al menos este año no hay posibilidades de dejar de usarlo, y es muy probable que hasta después del invierno de 2022 su uso siga siendo obligatorio.
En una entrevista publicada hace 15 días en LA GACETA, el médico tucumano Santiago Neme, que trabaja en Seattle, Estados Unidos, advirtió que en ese país en lugares donde hay pocos vacunados hay que seguir con barbijo. “Pero en otros la gente ya se lo sacó, y no me parece conveniente ya que está habiendo más infecciones por eso. Creo que debemos seguir con el barbijo un tiempo más”, explicó. Y hace tres días, en el programa Panorama Tucumano de LA GACETA, el secretario Ejecutivo del Siprosa, Luis Medina Ruiz, también fue categórico: “hemos visto países que dejaron de usarlo, pero para mí es un error. No se puede dejar el barbijo ahora, y el día que lo dejemos hay que tenerlo colgado y agradecerle por habernos salvado la vida. Es la mejor forma de protegernos y seguramente este año no lo vamos a dejar y no sé si el que viene tampoco”.
Para la infectóloga Aída Torres es descabellado pensar en dejar de usar esa protección. “Si bien podemos pensar que en algún momento vamos a dejarlo, es imposible decir una fecha. Nos vamos a sacar el barbijo cuando haya menos circulación viral y eso se consiguió en los países que vacunaron un 80% de la población con las dos dosis, siempre y cuando no ataque otra variante. Donde dejaron de usar el barbijo tuvieron que volver a usarlo. Solo dejaremos de usarlo cuando casi no haya circulación comunitaria y para nosotros, en Argentina, eso es un tiempo bastante lejano”.
Adriana Bueno, también infectóloga, opina que pensar en el fin del barbijo no es prudente. “Tenemos como promedio al 50% de la población con una dosis de vacuna, y el 15% con dos dosis, así que todavía no tenemos la masa crítica de vacunados como para cortar la cadena de transmisión del virus. Es decir, uno de cada dos argentinos no recibió ninguna vacuna, y está contemplado que la población pediátrica que aún no está vacunada también transmite en mayor o menor medida”. Y agregó: “para la inmunidad de rebaño debemos tener el 80% de la población vacunada con las dos dosis. Estamos lejos de eso, así que seguiremos con el barbijo un largo tiempo”.
Gustavo Costilla Campero, jefe de Infectología del Hospital Padilla, asegura que no podemos pensar en el fin de la recomendación del uso del barbijo. “Es una medida de prevención universal para disminuir los riesgos de exposición al virus. No creo que podamos hacerlo en el futuro cercano ya que tenemos alta transmisión comunitaria. Más allá de la vacunación, tenemos que seguir usándolo”, dijo.
En Japón existen registros que muestran que durante el período Edo (1603-1868) ya se usaban pedazos de tela o de bambú para tapar la boca. Y siguen usando barbijo cuando están enfermos, o para evitar ser contagiados. Es parte de su cultura. Muchos especialistas afirman que deberíamos imitarlos, más allá de la pandemia. Mientras tanto, pensar hoy en abandonar su uso es una quimera. Bien usado, es el verdadero escudo protector contra el virus.