Parece el nombre de una vacuna rusa. Pero no, ¿Será “Sociedad de Anegamiento de Tucumán”? Tampoco, porque a la vez que hay agua “pura” por doquier en las calles de la ciudad, hay lugares donde el precioso líquido escasea o no existe. Pero también admitiría otra interpretación por el afloramiento de líquidos cloacales: “Sociedad de Esparcimiento de Agentes Contaminantes de Tucumán”. No… yo creo que debe ser “Sociedad de la Estafa en la provisión del servicio de agua y cloacas”. Que la palabra “estafa” no empiece con “a” es un detalle menor en el feudo argentino donde “la mentira es la verdad”. Ironías aparte, me enfoco en el gran charco que se ha formado por un desnivel en el pavimento en el cruce de Piedras y Ayacucho en la capital hace ya casi mes y medio, donde los transeúntes debemos hacer un “salto de ballet” para sortearlo o, en su defecto, cruzar entre los autos parados por el semáforo, con el peligro que ello entraña. De la rampa para discapacitados ni hablemos porque está sumergida en el agua. Remontando el arroyuelo por Ayacucho se llega hasta las fuentes del “manantial” en Crisóstomo Álvarez al 700, donde los empleados de un centro de jubilados me informan que llevan 44 días sin agua; en tanto una sede de la Cruz Roja también sufre la escasez de líquido. Dicen que cursaron notas a la SAT (reclamo 39 75 83), recurrieron a la Defensoría del Pueblo, escribieron cartas a LA GACETA, pero la solución no llega. Me pregunto ¿quién se hará cargo en caso de accidentes o enfermedades que pudieran ocurrir? ¿Será la SAT, el Ersept, el Gobierno provincial, el Municipio? Si las autoridades no pueden ponerse de acuerdo para solucionar los problemas de sus mandantes, la salida del desquicio en que nos encontramos se aleja cada vez más en nuestro horizonte. ¡Ah! Me olvidaba del bochornoso criterio de cobro de “tarifa fija”, escindido de la estimación de superficie, que estableció autoritariamente el Ersept en el 2018 y que, a pesar del cuestionamiento por la ciudadanía, pasó a engrosar el voluminoso archivo de las “causas perdidas”. ¡Deplorable todo!

Ana Lía Toledo


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