Si en épocas electorales se bajan las persianas de los cuerpos legislativos para evitar el barullo político de esas verdaderas cajas de resonancias, ¿por qué se decidió que el Concejo Deliberante de la Capital sesione a tan solo unas cuantas horas antes de los comicios?
Si el 22 de octubre de 2015 Alfaro sorprendió al Gobierno provincial birlándoles un concejal electo por el Frente para la Victoria (Javier Aybar) -al que luego convirtió en un presidente del Concejo-, ¿por qué se quiso cercarlo nuevamente cuando casi era obvio el pedido de licencia del intendente para evitar que la oposición reúna los 12 votos para licenciarlo del cargo?
Parece que hay gato encerrado; se podría decir, parafraseando a un edil que reflexionaba sobre ambas preguntas. Llama la atención que desde el manzurismo se impulsaran estas dos iniciativas que vienen con contraindicaciones de manual, y que encima las supo capitalizar políticamente el jefe municipal asumiendo el rol de víctima por la jugada con la que se intentó arrinconarlo política e institucionalmente.
A no ser, claro, que no hayan sido errores ingenuos sino maniobras pergeñadas por el Gobierno provincial con el objetivo de beneficiarse a corto y a largo plazo.
¿Cómo sería eso? Primero hay que decir que en el Poder Ejecutivo están convencidos de que Alfaro al perseguir el voto de los peronistas desencantados con el oficialismo afecta directamente al rival de Manzur en la interna del Frente de Todos: el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. A partir de esa convicción es que suponen que todo lo que beneficie a Alfaro perjudica al tranqueño. Sólo desde esta perspectiva puede entenderse que el manzurismo haya intentado e intente mañana, y durante la semana, persistir en el ataque al líder del PJS.
“Pegarle a Manzur es negocio”; parece ser el lema de todos los opositores, entendiendo que la imagen negativa del gobernador alienta esta campaña.
Al parecer habría habido una bajada de línea en ese sentido por parte del gobernador y aunque algunos de los propios no entendieron completamente la orden -y hasta renegaron de la directiva por lo bajo-, igual agacharon la cabeza y se preocuparon por acatar la disposición impulsando iniciativas propias. Así aparecieron los promotores del planteo de licenciamiento de Alfaro, aunque tal vez en los cálculos no figuraba que el afectado saliera mejor parado, porque le sirvió para proyectarse más allá de las fronteras capitalinas. ¿Hay algún límite en la presión que harán los manzuristas sobre el intendente? Las movidas intentarán alcanzar el voto número 12 del Concejo Deliberante para insistir con la ordenanza que dispone la licencia del jefe municipal por ser precandidato.
De hecho se deslizó en los corrillos políticos que hubo conversaciones con un edil radical para convencerlo de que aporte el voto 13, anticipándose a la jugada de Alfaro de pedir licencia por un día para anular el voto de Fernando Juri. Ese concejal, aunque enfrentado al intendente en la interna opositora, se mantuvo en “sus trece” y no permitió que el manzurismo lo persuadiera y saliera airoso.
Alfaro, ese mismo día, luego de que la sesión pasara a un cuarto intermedio hasta mañana, se presentó ante una multitud frente a la sede municipal y elogió al dirigente radical, aunque no mencionara el gesto.
El manzurismo presionará al jefe municipal, pero mantendrá la disputa en el plano político, sin llegar a la judicialización del tema. En eso también habría intervenido el mandatario tucumano, quien se habría opuesto a que se llegue a los tribunales. Por ahora, todo se reducirá a los chisporroteos en la “caja de resonancia” para que Alfaro siga sacando provecho, según los cálculos manzuristas. Lo victimizan.
Este no debe desconocer las intenciones y juega su propio partido; como vimos, si le ponen barrosa la cancha, se calza botines de aluminio de 18 mm. Encima al manzurismo no parece interesarle demasiado -aunque le molesten- los duros mandobles del jefe municipal contra el gobernador -cobarde, lo llamó el viernes-, sino que tales jugadas finalmente afecten directamente a Jaldo; el contrincante al que Manzur está empecinado en vencer en las PASO. Si el intendente le sirve a ese propósito, y todo parece indicar que están convencidos de que así es, le darán una mano, aunque después reciban chirlos.
La ecuación para el PE es simple: crece Alfaro, decrece Jaldo -inversamente proporcional se diría-, porque entienden que el primero le resta adhesiones peronistas al segundo. Eso es en teoría, como lo es la hipótesis de que habría un corte de boletas, natural e inducido, que uniría al vicegobernador y al intendente en el mismo sobre en las mesas de votación: Jaldo diputado, Alfaro senador, como consecuencia de un mismo perfil de votante: el que quiere perjudicar al Gobierno o a Manzur.
¿Será trascendente el posible tijeretazo como para que se impongan Jaldo y Alfaro? En las diferentes carpas electorales, oficialistas y opositoras, los números que manejan no reflejan que el corte de boletas pueda resultar significativo en términos decisorios, sino que se mantendría en los límites tradicionales de menos de un 3%.
De cualquier manera, en esta elección tan atípica, por la cantidad de intereses que se cruzan y por las modalidades adoptadas para la distribución de bancas, la diferencia de un voto resultará clave, más aún en Juntos por el Cambio que en el Frente de Todos. En el espacio oficialista, las lecturas serán de acuerdo al nivel de las diferencias en la sumatoria de votos entre una y otra lista. Más allá de las especulaciones sobre el uso de las tijeras en el cuarto oscuro, a Jaldo y a Alfaro, como al resto de los opositores, los une el hecho de tener el mismo adversario común: Manzur.
Todos actúan en función de la imagen negativa del gobernador, que todos ubican por encima de los 60 puntos. Pegarle a Manzur es negocio; según entienden y lo admiten en el marco de la campaña electoral. Cabalgan sobre esa idea. El que lo golpea, cosecha; sería la máxima. Por lo que, más allá del enfrentamiento por el liderazgo en el PJ y de las especulaciones en torno del interés del Gobierno porque el intendente le reste votos al tranqueño; cuestionar la gestión del mandatario provincial sólo les puede arrimar simpatías.
El vicegobernador, por su parte, confía en sus posibilidades de victoria y en el acompañamiento de los peronistas descontentos con la gestión de Manzur; su apuesta es polarizar tanto la interna del PJ para pelear cabeza a cabeza con su ex socio y tratar de hacer una diferencia con el voto de independientes. Difícil, pero el presidente de la Legislatura asegura que no va a bajar los brazos.
En el peronismo se deslizó que la pelea entre los dos grupos hizo trepar a los 43 puntos la cosecha de adhesiones que puede conseguir el Frente de Todos. Entre los jaldistas comentan que no fue una jugada brillante sino una ingenuidad que terminó en un tiro por la culata la persecuta a Alfaro; fue una equivocación infantil, aducen. Hasta consideran que pueden resultar beneficiarios colaterales de los chispazos entre manzuristas y alfaristas, aunque lo que creen en el fondo es que el gobernador pretende quedarse con la caja municipal.
Como se deslizó la semana pasada, si Manzur tiene 30 puntos a su favor según un encuestador que le acercó sus números a la Casa de Gobierno, entonces hay 70 puntos de rechazo: 300.000 sufragios contra 700.000 (si es que se acerca a votar aproximadamente el 80% del padrón electoral: 1.267.458). O sea, la “pecera” opositora es grande, y allí están todos, incluso Jaldo, a partir de la estrategia manzurista de ubicarlo en ese espacio, como un opositor más.
Otra ecuación sencilla de Lealtad Peronista: cuantos más oferta electoral opositora menos votos a obtener entre ellos, supuestamente; especialmente Jaldo. El manzurismo confía en su “voto consolidado”, el que estima suficiente para imponerse en las primarias y para ganar las generales de noviembre.
Sin embargo, hay más para observar: elegir a Alfaro como el principal adversario ante el ojo ciudadano implica ponerlo aún por encima de los propios rivales del intendente en la interna de Juntos por el Cambio. No sólo sería un intento por debilitar al vicegobernador, sino una maniobra que apuntaría al 14 de noviembre: Manzur querría a Alfaro de rival para las generales; aspiraría conseguir el sueño de todo dirigente que debe someterse a una votación: elegir al adversario.
El juego de la polarización se enmarca en esa pretensión. Tal vez estime que el escenario más conveniente para el Gobierno en noviembre sería una disputa reducida a tres opciones electorales posibles: Manzur, Alfaro y Bussi.
Todos hacen cálculos, especulan, trazan estrategias, nadie se queda de brazos cruzados; así Alfaro tuvo su gran acto callejero en reacción a la embestida del manzurismo; así José Cano y Silvia Elías de Pérez tratan de aglutinar el voto radical, obteniendo el apoyo del gobernador jujeño, Gerardo Morales. Ese aporte radical fue importante en las victorias de Alfaro en la Capital, y la experimentada dupla de la UCR pretende seducirla y concentrarla. En esa línea más le suman los dirigentes radicales de primer nivel que puedan acercarse, aún más que el propio Macri, quien tiene una elevada imagen negativa en Tucumán. Mariano Campero y Roberto Sánchez navegan entre los radicales y los independientes, allí afincan sus esperanzas para salir airosos de las primarias, con el respaldo de Alfonso Prat-Gay. Alfaro, por su lado, tiene a radicales en su espacio, a dirigentes del PRO y a Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich apoyándolo.
Todos tienen hasta el viernes a las 8 para seguir haciendo campaña. El domingo las urnas revelarán quién acertó más o quién se equivocó menos en sus estrategias para obtener el apoyo de la ciudadanía. Números que, además, proyectarán posibles sociedades políticas de cara a 2023.