La Cristina silenciosa y cabizbaja que apenas aplaudió el domingo a la noche daba la impresión de ser la esposa de un marido a quien todo el mundo mira con vergüenza ajena, y que le estaría transmitiendo “ya vamos a hablar cuando lleguemos a casa”. Alberto sobreactuando entusiasmo en su acto del martes. Como siempre dice el filósofo contemporáneo Tati Vernet, “el problema de perder es la cara de boludo que te queda”.
El Gobierno tendría tres grandes opciones estratégicas de cara al 14 de noviembre:
- Moderarse, con algunos gestos pro mercado: muy poco probable, porque entraría en fuerte contradicción con varios socios y sin base de sustentación propia;
- Radicalizarse: es una opción claramente riesgosa que ni Alberto, ni su ministro de economía creen factible sin generar más resquemores en los mercados, con todo lo que eso luego vuelve como bumerán en la economía cotidiana; esta alternativa requiere no solo convencimiento personal del presidente y su círculo íntimo, sino también cambio de gabinete incluyendo al ministro de economía.
- Hacer lo mismo que hasta ahora, con algunos ajustes y un poco de maquillaje: aunque parezca mentira esta es hoy la opción más probable, ya que en el tironeo interno dentro de la coalición haría que nadie se imponga, llevando todo a un “empate catastrófico” (diría García Linera).
Esto representaría dos círculos viciosos:
1- hace algo distinto a lo que reclamaba la gente, genera más irritación, le piden que profundice el modelo, los resultados son adversos y pierde base de sustentación para hacer “más peronismo”.
2- no hace nada muy diferente fuera de las recetas clásicas (anuncios económicos, inyección de dinero al consumo, etc.), trata de entusiasmar, no cambia el clima de opinión y las expectativas, los resultados son adversos y pierde base de sustentación para ser más moderado.
Como es difícil que exista una negociación franca entre el presidente y la vice, entonces todo es complejo, porque a esta altura ambos se desconfían, y creen que el otro o la otra se guardan cartas en la manga, lo cual desdibuja cualquier opción estratégica por buena que sea. Así será muy difícil remontar la cuesta.
Por todas las movidas de las últimas horas, Ella decidió jugar fuerte. El martes 14 hablaron tres horas a solas ambos. ¿Sirvió para algo? Aparentemente no. Si no, no hubiera empezado el operativo clamor de renuncias a disposición, las advertencias críticas de Kicillof, entre otras cosas. ¿Ella da por perdida la elección de noviembre y apuesta a forzar los cambios que quiere o le vacía el gobierno a El retirando funcionarios? En cualquiera de los casos, la estrategia electoral oficialista será de una complejidad fenomenal. La oposición puede ir comprando pochoclos para ver el espectáculo.
Obviamente todas las miradas estarán puestas en lo que se haga en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, existen otro distritos que se han vuelto estratégicos: los que eligen senadores nacionales, y en esos no importa el tamaño, sino ganar por un voto más. Es muy interesante el repaso sobre esta cuestión. El Gobierno podía perder tres senadores en Corrientes, Santa Fe y Chubut. Se suponía que La Pampa, Mendoza, Catamarca, Córdoba y Tucumán no tendrá modificaciones. Luego del domingo sabemos que no se modificaron Catamarca, Mendoza y Tucumán. Pero entraron en crisis La Pampa, Córdoba y Chubut.
En La Pampa ya en 2017 el peronismo perdió la interna y la logró dar vuelta en la general, pero habrá que ponerle pilas. En Córdoba, al salir el kirchnerismo tercero, la banca por la minoría quedaría en manos del gobernador Schiaretti. Mientras que en Chubut los tres senadores eran del oficialismo y si se confirman los resultados del domingo, el gobierno se quedaría solo con uno. De modo que ahora puede perder siete. Al haber 72 senadores, el quorum propio se define con 37. El Frente tiene 41. Si pierde siete, se queda con 34, de modo que ya no podrá sesionar cuando se le ocurra.
Toda esta descripción lleva a pensar que, perdida por perdida la elección, la atención se concentre en La Pampa y Chubut por las elecciones de senadores, además de amortiguar el resultado en la todopoderosa PBA.
El otro aspecto “invisible” de estos comicios ha sido la percepción de que la militancia “trabajó a reglamento”, sobre todo en territorio bonaerense. Existen varios indicios de cierta fatiga en su militancia juvenil, como si la mística se hubiera desgastado y la correa de transmisión desde las bases no funcionase adecuadamente. Por estas horas este es un secreto a voces hasta desde los más fanáticos.
¿Fue menos gente a votar en el sector popular que en otros segmentos? En algunas ciudades del interior de la PBA parece ser así. Entonces ¿el propio voto blando no fue porque el gobierno decepcionó, o porque las bases no lo trabajaron, motivaron y movilizaron adecuadamente? Esta es una de las grandes preguntas que el oficialismo tiene que responderse con urgencia.
Concluyo recordando unas declaraciones atípicas que hizo el propio Máximo Kirchner a mediados de abril:
“Si la Argentina no se da a sí misma, su sistema político no se da un baño de realidad. Si en vez de querer arreglar los problemas rápido quiere patear la pelota para adelante, los problemas… el lunes siempre llega”. “Vení el lunes, ‘vení el lunes’, ‘vení el lunes’ y llega el lunes y 70 personas te están esperando en la puerta. El lunes siempre llega. En este caso también, ‘pateemos la deuda para adelante, no importa después vemos’. No es ‘después vemos’, tiene que ser serio”. Y añadió: “Entonces creo que nos debemos los argentinos y argentinas y en particular quienes nos ofrecemos a conducir los destinos del país desde diferentes lugares, una seriedad que amerita la situación”.
¿Era Máximo un profeta de lo que podía pasar? ¿Se lo estaba advirtiendo al propio Alberto o a toda la dirigencia política? ¿Recordará ahora esto que dijo hace cinco meses?
Siempre hay que mirar con detalle lo que hacen y dicen los actores fuera de los grandes titulares.