Hay algo que termina y no se sabe bien qué es. En tres unipersonales, “Monólogos del fin” habla del desconcierto actual, de ese cierre de formas de hacer algo (como el teatro mismo) que todavía no se reconfiguran en lo nuevo, de una transición ante el colapso de lo anterior, de una era de “soledades compartidas”.
Así interpreta Raúl Reyes la propuesta que se estrenará esta noche, a las 21, en la sala Luis Franco de El Círculo de la Prensa (Mendoza 240), en la que dirige a Lucila Ale, Karina Toloza y Víctor Martínez, en el ciclo “Un puente a lo presencial” y dentro del programa Reactivar Escenas del Instituto Nacional de Teatro.
“Que sean monólogos es parte del tiempo que nos toca vivir. Es lo posible; nos cuidamos mucho pero no queríamos esperar más. Había que salir y recuperar lo perdido. Es expresión de una espera activa, creativa y vital que comenzó en 2020: una actriz o actor solo en contacto único con el espectador, aunque con un colectivo que acompaña, que aportó y sigue aportando al trabajo, porque lo grupal no fue tumbado”, describe.
Los trabajos “La nieta de Agatha”, “La ciudad sumergida” y “El ojo de H” son de autoría propia de los monologuistas y toman como referencia un Tucumán imaginario y devastado, con guiños escénicos al cine, a la literatura y al universo mítico de la provincia. Surgieron el año pasado, durante el confinamiento por la pandemia que no impidió seguir estudiando y creando.
Reyes reivindica la actuación presencial y viva como constitutiva de lo teatral, aunque en los trabajos hay de soporte una realización audiovisual (a cargo de Martínez): “para nosotros es una novedad, nos apasionó esa dualidad de cámara y escenario que configura un híbrido escénico que abre puertas para futuros trabajos, un legado curioso y oscuro de un tiempo que aún no terminó”.
“Temáticamente no habría en principio punto de contacto entre los tres textos, son universos distintos, aunque aparecen confluencias como lo distópico, el encierro, un oscuro túnel de incierto escape, tal vez una luz precaria final que nos aleje de lo siniestro que acecha. No fue establecido a priori, la forma fue emergiendo de los ensayos, pero estamos lejos estamos de pretender un tono sombrio, sino que proponemos recuperar el clima festivo de lo teatral”, dice.
Las restricciones por el covid-19 relegaron los trabajos grupales, que ahora busca recuperar reactualizados. “Siempre sostuvimos que el arte es un hacer autónomo, soberano en su naturaleza poética y que ese es su mayor compromiso. Urge un reagrupamiento de los que habíamos empezado a ensayar y a proyectar hace dos años, aunque hoy por hoy el espacio está mutando, de una manera vertiginosa”, reconoce.
La vuelta a casa
Su sala reabrió hace dos meses con “Anonimato”, la obra de Carlos Correa, y tiene continuidad ahora con producciones propias próxima a cumplir 27 años. “Estamos felices y ansiosos del reencuentro con el espectador. Es la vuelta a casa, a un lugar emblemático para quienes lo fundamos y para la comunidad teatral. Ahora hay que estar atento a las nuevas propuestas y realizaciones que saldrán, debemos hacer pensando y pensar haciendo para su reinvención”, afirma.
Reyes asegura que habla “con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, porque lo viejo no se va del todo y lo nuevo tarda en aparecer”. “Si no hay un recupero de esperanzas colectivas en instancias renovadas y creativas de un relato emancipador, será todo muy oscuro. Salir de una lógica fatalista es imperioso, la realidad se ficcionalizó y lo que imaginábamos en nuestras neuronas teatreras se instaló de una manera brutal en lo real. Para lo teatral queda desarrollar pensamiento crítico y poético, juntarse y hacer, salir de una lógica derrotista que paraliza”, alienta.