“La Shoá ha sido el paradigma de todos los genocidios. Todo genocidio tuvo elementos que están presentes en la Shoá. Pero ninguno los tuvo todos. Toda atrocidad estuvo allí. Aún así, hay cosas de la Shoá que la tornan atrozmente única”. El que pone en contexto el Holocausto es Fabián Neiman, titular de la filial Tucumán de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).
En diálogo con LA GACETA, el dirigente social considera que el horror del nazismo ha caído, en algunos sectores, en un terreno banal porque, por un lado, son legión los que no conocen (y por tanto no dimensionan) la aniquilación que desplegó Adolf Hitler contra varias minorías de Alemania y Europa. Por otro, por la falta de reflexión sobre lo ocurrido.
“Yehuda Bauer postula que es necesario tomar tres aprendizajes de la Shoá: No serás un perpetrador, no serás una víctima y no serás un observador pasivo. Este triángulo de roles, por cierto, puede trasladarse a múltiples situaciones humanas”, proyecta.
“En la Shoá hubo perpetradores: los nazis. Querían conquistar Europa y se obsesionaron con los judíos, con los gitanos, con los homosexuales, con las personas con discapacidad, con los disidentes políticos, con numerosas minorías. Hubo víctimas, que son las que enumeramos. Y hubo observadores pasivos”, precisa.
“Por ejemplo: un académico alemán que, a partir de las leyes de Nüremberg de 1935, ve que hay otros docentes a los que se les prohíbe desempeñar funciones en la universidad, y que comienzan a emigrar. ¿No se preguntó por qué? ¿No hizo nada al respecto? Y ni hablar de 1939, cuando los vecinos de un edificio ven que, de pronto, las familias judías que residían allí ya no están. ¿Tampoco se preguntaron por qué? ¿Tampoco hicieron nada al respecto? -inquiere- Eso ocurre con los observadores pasivos primero de Alemania y después de Europa. Bauer postula, en contraposición, la figura del observador activo: el que interroga, cuestiona y se juega en contra de lo que ve”, ejemplifica.
“La Shoá puede ser pensada profundamente para obtener aprendizajes para toda la humanidad. Sobre todo debe hacerlo el pueblo judío, que fue la principal víctima. Justamente, ‘No serás una víctima’ es la enseñanza que yo rescato. No sólo no dejarse insultar gratuitamente, sino advertir que en cada insulto, en cada ‘Judío de mierda’ que escuchás en la calle, o lees en una red social o ves en un graffitti, puede estar incubándose la semilla de algo peor. Entonces hay que ocuparse de ello en ese momento. Lucharé hasta el último día contra el antisemitismo, justamente, para no ser una víctima. Ya vimos lo que pasó: no es gratuito dejarse odiar”, postula Neiman.
El titular de la DAIA evoca que Hannah Arendt acuñó el concepto de “banalidad del mal” luego de cubrir el juicio y la ejecución de Adolf Eichmann. “Él describía su propio rol en la participación en el diseño de la llamada ‘Solución Final’ como el trabajo de un burócrata. Habiendo sido uno de los 15 miembros del gobierno y del partido nazi que participa de la conferencia de Wannsee en enero de 1942, donde se decide la aniquilación de los judíos de Europa, Eichmann manifiesta que sólo se dedicaba a cumplir las tareas que le habían encargado: ser eficiente. Tanto para organizar la comida de ese encuentro como para coordinar la masacre de seres humanos. Hay cuestiones que son, simplemente, incomparables. Inequiparables”, establece.
“Si no reflexionamos estamos condenados a equivocarnos. Y con los mismos errores. En cualquier momento”, alerta Neiman. “Eso se aplica a la Shoá. Israel, el único Estado judío entre los 192 países, enfrenta desde hace 20 años una amenaza permanente: el plan nuclear iraní. Hay que pensar cada una de las consecuencias que ese plan puede provocar, porque de lo contrario habrá derivaciones que no se podrán evitar. Las políticas de Irán con respecto a Israel tampoco se pueden banalizar. Queda claro que no hay dos momentos en la historia que sean idénticos, pero así como no puede volver a darse un Holocausto con la mecánica empleada por Hitler, hoy las armas son más letales y la capacidad de daño es mayor”, alerta.
“El ex funcionario que dijo que quería una Gestapo para los sindicatos seguramente no estudió qué hizo la Gestapo ni el contexto. Una cosa es tener objeciones contra algunos modos sindicales argentinos y otra cosa es la Gestapo. Justamente, en este punto, el reto es no caer en la banalización de la banalización de la Shoá: el Holocausto, y las reflexiones para que nunca vuelva a repetirse, no son ‘patrimonio’ del pueblo judío, sino de la humanidad”, advierte.
“Que un ex ministro bonaerense del macrismo hable de la Gestapo me parece repudiable. Pero más preocupante me resulta que el sheij Mohsen Alí, un judeófobo que pone en duda nada menos que el atentado a la AMIA, haya estado entre los invitados de Cristina Fernández de Kirchner para la presentación de su libro ‘Sinceramente’”, contrasta.
“Los genocidios tienen etapas -concluye el titular de la DAIA Tucumán-. La última de ellas es la negación del genocidio. ¿¨Para qué se niega un genocidio? Ahí es donde hay que indagar”.