Los accesos a una ciudad son su carta de presentación. Constituyen la primera impresión que se lleva el viajero de su paso por un territorio y, en muchos casos, termina siendo la que perdura con más insistencia. A quién no le pasó que alguna vez alguien le dijo: “che, qué fea que es la llegada a Tucumán” o “la parte que menos me gusta del viaje es el momento en el que tengo que entrar a la ciudad”. Sucede que varias de las avenidas y calles que conectan las principales rutas con el Gran San Miguel de Tucumán presentan diferentes grados de deterioro, no sólo en las calzadas, sino también en los entornos.
Baches, obras que están inconclusas durante semanas e incluso meses, inseguridad, suciedad, oscuridad, falta de señalización... Estos son algunos de los problemas con los que se encuentran quienes transitan por estos lugares.
Uno de los casos emblemáticos es la ruta 315, mucho más conocida como Camino del Perú. Se trata de una arteria que vincula Tafí Viejo, Villa Carmela, Yerba Buena y San Miguel de Tucumán. Varias veces dedicamos este espacio para enumerar sus falencias. También para destacar las iniciativas gubernamentales que prometían cambios. El tiempo pasa, los problemas siguen y las soluciones no llegan.
El principal inconveniente es el tránsito que soporta, porque supera con creces su capacidad: camiones, camionetas, colectivos, autos, motos, bicicletas, carros... Se trata de un espacio en el que conviven la circulación típica de una ruta con la de una zona urbana de variada conformación económica y social. La multiplicación de barrios cerrados, la cercanía con Lomas de Tafí y el crecimiento de barriadas populosas incrementan la presión que se cierne sobre ella.
Los pozos, las pérdidas de agua y el pavimento deteriorado suman complicaciones. El año pasado Vialidad Provincial anunció una serie de trabajos para mejorar la infraestructura. El tiempo ha pasado y, a simple vista, nada ha cambiado (en las últimas semanas, un cráter enorme frente a dos barrios cerrados se sumó al concierto de baches que es necesario esquivar para no reventar una cubierta).
En el otro extremo se encuentra el acceso por San Cayetano, puntualmente la avenida Pedro Miguel Aráoz. Al llegar a la capital desde el este la rotonda deriva los autos hacia la avenida Papa Francisco, pero hay quienes siguen rumbo a la plazoleta Dorrego. Allí se topan con el mal estado de la avenida Pedro Miguel Aráoz.
En su discurso de apertura de sesiones ordinarias, el intendente Germán Alfaro resaltó las obras que se realizarán en esa zona. “Estamos trabajando en el acceso a San Cayetano, una obra que no se reduce sólo al pórtico de ingreso, sino que avanza con todo el entorno llegando a la intervención en las avenidas de acceso. Además, el conjunto contará con una oficina de información turística (...) y una guardia permanente de nuestra policía municipal, que controlará el ingreso-egreso de nuestra ciudad”, detalló frente a los concejales. Ojalá que estos proyectos se concreten lo antes posible.
Otro lugar al que hay que prestarle atención es el acceso norte: a la altura de Las Talitas, el pavimento presenta un deterioro importante y, por la noche, la iluminación no es la ideal. Este sector depende de Vialidad nacional.
Creemos que en el arranque de un año en el que el turismo moverá a millones de personas tras dos años de pandemia, la atención de las autoridades debe estar puesta en mejorar estos espacios. Constituyen la primera impresión que se llevan quienes nos visitan. Y quizás, la última.