Una crisis que no se asume como tal, metas que no se cumplen y desafíos cada vez mayores. Desde 1922, cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, una fecha impuesta por Naciones Unidas para poner en relieve la trascendencia de cuidar el recurso natural más importante que tiene la humanidad y, a la vez, uno de los más castigados por el cambio climático y su mala gestión.
El contexto, según advierten los expertos, es crítico. A pesar de que todas las actividades sociales y económicas dependen en gran medida del abastecimiento de agua dulce y de su calidad, una de cada tres personas viven sin acceso al agua potable en el mundo. Para muchos, se trata de una discusión aún lejana. Sin embargo, no es así. Tan acostumbrados estamos los tucumanos a verla salir cuando abrimos la llave que perdemos noción de lo imprescindible que es, y de lo escaso en otras latitudes. El agua es esencial para el desarrollo de la humanidad, y tiene un rol determinante en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sustentabilidad ambiental. Su impacto positivo en la vida de las personas incide en la seguridad alimentaria y energética, en la salud y en el medio ambiente.
Sin embargo, para buena parte de la sociedad y para las autoridades su cuidado no representa una prioridad. Lo vemos a diario en esta provincia, en la que se dilapidan miles de litros diarios en las calles por cañerías envejecidas y en mal estado. Mientras eso ocurre, hay sectores de San Miguel de Tucumán en los que prácticamente no cuentan con el suministro. Este martes, por ejemplo, la Municipalidad capitalina entregó 6.000 litros de agua mineral a familias del barrio Avenida.
Sin dudas, las inversiones a realizar son costosísimas. No obstante, un plan bien pensado es indispensable para evitar problemas aún mayores en el futuro no tan lejano. Lo vienen advirtiendo los especialistas: el Estado debe asumir la responsabilidad. “Debemos tomar la decisión de afrontar este desafío. Para eso, es imperioso modificar la estructura de gobernanza del agua. El tema tiene que ser parte de la agenda diaria de gestión”, alertó en una entrevista el experto de la UNT Leandro Díaz. “La prestación de los servicios de agua potable y cloacas no ocupa un nivel jerárquico dentro del Estado tucumano. Además, faltan inversiones y las que se hicieron no han estado bien orientadas... Las pérdidas cloacales en San Miguel de Tucumán, Yerba Buena y Tafí Viejo son un problema gravísimo”, añadió.
En un momento en el que la sequía pasó a ser estructural y no una condición pasajera, el futuro del dique El Cadillal también debe llamar la atención. Son cada vez mayores las voces que se levantan para advertir que, sin inversiones, en no muchos años más el embalse podría desaparecer. Por eso resulta crucial que el Estado avance en definiciones sobre los proyectos de infraestructura paralizados por falta de recursos, como los diques Potrero del Clavillo y El Naranjal.
Mientras tanto, cada uno puede revisar su propio accionar: cómo nos relacionamos con el agua, cómo la usamos y malgastamos, y a partir de allí hacer correcciones. Parece una tarea insignificante, pero de manera conjunta y a gran escala serviría para ganar tiempo en este combate contra la escasez del agua. A la larga, las generaciones venideras lo agradecerán.