“Es el más autobiográfico de mis libros... Es el libro de las cosas que me importan, donde está lo que yo quería decir desde que escribo”. María Lobo habla de “San Miguel”, novela en la que afloran sus inquietudes, sus intereses y sus pasiones. Un ejercicio imaginativo que se permite el escenario de un Chaco nevado y una aventura sensorial cruzada por la música y por el cine. Y en el medio, protagonistas con mucho para decir y para experimentar. Un amor difícil, sería la definición más precisa.
- ¿Cómo nace “San Miguel”?
- Aparece como aparecen todas las páginas que después son libro: estando para adentro. Hay una forma de estar en los lugares que es muy específica: estar físicamente, pero recogiéndose una misma hacia adentro. Es la rutina de irse, en un momento del día, cada día, del lugar por el que hayas estado transitando. Te vas a la escritura. Lo que no significa sentarte a teclear. Irse hacia la escritura es tirarte en la cama a leer, ponerte los auriculares, mirar películas y videoclips. Ese estado sucede todo el tiempo. Y así nacen las páginas, entre la cama y las pantallas. No hay un momento exacto en que haya nacido “San Miguel”.
- ¿De qué manera podrías definirla?
- Una escribe en esa sucesión de los días para adentro. Ahora que lo pienso, estas dos preguntas que me hacés, que podría parecer que están juntas de un modo arbitrario (cómo nace la novela y cómo podría definirla), no son dos cosas distintas. “San Miguel” nace de los días para adentro y es quizás, en sí, una novela acerca de los días para adentro. Es imposible definir lo que una ha escrito, porque no podemos mirarnos a nosotros mismos despojados de nuestros ojos. Una se mira a través de sí. Y entonces es imposible definir. Porque mirar es mirar; mirar nunca es definir. Pero sí hay una historia en esta novela. Una escritora nacida en una ciudad llamada San Miguel emprende un viaje hacia el Chaco, donde va a pasar un año lejos de todo, en una residencia de escritores. Se toma un avión desde San Miguel en medio de una tormenta de nieve, llega a un Chaco que pronto también se convertirá en un paisaje nevado. En esa residencia van a estar dando vueltas tres personajes centrales: la escritora de San Miguel, otro llamado Bridge y Jennifer, que es la única de todos los becados que ha nacido en un territorio definido como la provincia. En San Miguel no hay una Argentina con una capital y muchas provincias sino al revés: es una geografía de muchas ciudades capitales y una sola provincia. Todos van a estar midiéndose, tanteándose, enamorándose, mintiéndose mientras pasan esos días en el Chaco. Ahora que lo pienso. Ahí creo que hay una descripción de San Miguel. Tal vez definiciones, aunque las definiciones me parezcan siempre mezquinas. Es una novela sobre el amor y también sobre la forma arbitraria en que se construyen las ciudades.
- ¿Cómo, cuándo y dónde se desarrolló el proceso de escritura? ¿Qué te fue sucediendo a medida que avanzabas?
- Fue difícil escribir sobre lugares que existen sin dejarse llevar por lo que ven los ojos y lo que pensamos, históricamente, acerca de esos lugares. Hubo un momento en que me perdí dentro de esa geografía. Había que volver páginas atrás. Y también me encontré escribiendo acerca de personas encerradas en una residencia, aisladas, en un momento en que el planeta era una sucesión de celdas en las que las personas estábamos mirando lo que parecía haber sido el mundo. Así que fue una novela en la que, mientras avanzaba, hubo que volver todo el tiempo hacia atrás. Escuchar el eco de cada palabra.
- ¿En qué momento de tu proyecto literario aparece “San Miguel”? ¿Y cómo se relaciona con el plano personal?
- Me pasé años escribiendo libros con la idea de que, en esos libros, estaba diciendo las cosas que me incomodaban. Y en un punto supongo que eso era así. Esos libros dicen lo que pienso sobre la forma en que se estereotipa a la provincia desde la mirada de la capital. Pienso que hay un discurso dominante en el arte que habla acerca de lo que se denomina el interior: desde las capitales, se encierra el concepto de provincia como un lugar atrapado en 1838, habitado por personas diferentes y en algún sentido salvajes, personas que parecen ser inferiores por el solo hecho de no haber nacido en una capital. Hay una literatura que insiste en que la provincia sigue siendo un paisaje rural, habitado por personas que duermen la siesta y que se quieren ir. Yo me pasé todos estos años pensando que mis libros venían a discutir ese estereotipo. Pero, si lo miro en perspectiva, creo que no fue así. No estaba dicho del todo. O había mucho rodeo. Como si tuviera miedo de decirlo, en un punto. En ese sentido, “San Miguel” ha sido el libro para decir las cosas sin más vueltas. Me ha incomodado siempre ese imaginario que habla de la provincia como un espacio rural y de atraso. En “San Miguel” pude decirlo.
- Bowie, Springsteen, INXS -entre muchos otros- se engarzan en el relato. ¿Cómo fuiste eligiendo esas referencias a la cultura popular y qué le van aportando a la historia?
- “San Miguel” es el más autobiográfico de mis libros. Jonathan Franzen dice que una obra es autobiográfica no porque las cosas que allí se cuentan le hayan pasado realmente a quien las escribió: los libros son autobiográficos cuando te dejan entrar a la psiquis de su autor, cuando podés entrar al mundo de las cosas que a ese autor le importan. “San Miguel” es el libro de las cosas que me importan. Es quizás el libro donde está lo que yo quería decir desde que escribo. La música es una de las cosas que más me importan. Por eso está. Hay música todo el tiempo. Por eso San Miguel -la protagonista- está siempre escuchando canciones y mirando videoclips. Porque eso me importa. Porque hubo un mundo que era así. No fui eligiendo. Bowie, Springsteen, Michael Stipe, Michael Hutchence, Lou Reed y Eddie Vedder están ahí porque son pura autobiografía. Y están ahí porque la música es el modo que tiene San Miguel de irse ella misma para adentro, al estado de ficción y de escritura. En esa relación que ella tiene con la música se va tejiendo una línea, difusa, entre lo que le sucede en el presente y el tiempo que ha dejado atrás.
- ¿Que dos escritores construyan una relación duradera es tan improbable como un Chaco nevado? ¿O es al revés: tienen todo para formar la pareja perfecta?
- Qué linda pregunta. “San Miguel” no es, en absoluto, una historia sobre parejas perfectas. Se parece, en todo caso, al amor difícil de Calvino. Los amores que van a estar para siempre no porque hayan sido perfectos, sino por lo contrario. Los amores que van a estar siempre porque nunca han sido.
- Es la segunda novela que publicás con Qeja Ediciones. ¿Cómo es la experiencia de trabajar con ellos?
- Qeja es una comunidad de personas que creen en la literatura y en hacer libros. Y lo hacen de una manera tan apasionada que te llevan hacia ese lugar de su creencia con alegría. En el medio, hay un camino de trabajo muy serio. Con mis editores, Leticia Martin y Nazareno Petrone, además, hemos construido una amistad hermosa desde hace muchos años. Es un equipo de gente responsable. Porque hacer libros necesita de esa seriedad. Hacer un libro es ser responsable de un nuevo sentido que estás lanzando al espacio exterior.
- ¿Qué lugar ocupan Tucumán y su vida literaria en tu proyecto de escritura?
- Tucumán es el lugar donde vivo. No miraría las cosas con esta lente con que las miro, probablemente, si viviera en otro lugar.
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- La presentación se realizará el miércoles a las 20 en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31). Junto a la autora estarán Silvia Gallo y Verónica Estévez.