Rebelde u obediente. ¿Cómo se revelará Alberto tras la humillación a la que lo sometió Cristina? En el peronismo hay expectativas por ver cómo sigue la sociedad: si unidos o separados, para saber hacia dónde disparar. Todos miran al lunes. Los hay rebeldes en el albertismo, sin embargo, sus ímpetus de venganza y pedidos de que rueden cabezas camporistas vienen siendo desatendidas por un no confrontativo y dócil Presidente. El jefe de Estado optó por llamarse a silencio tras la desautorización a su estatura política e institucional de parte de la ex mandataria en un foro internacional -la vice criticando al titular, tremendo-, mientras que sus colaboradores también guardaron sus opiniones a la espera de que se disipe la tensión interna. O bien hasta que haya una definición del Presidente para analizar cómo se reacomodan. Para quedarse o para irse.
Por estas horas, en el peronismo la pregunta es ¿cómo amanecerá mañana Alberto, desafiante u obediente? Se especula sobre si se mantendrá firme en su postura de no romper con su mentora -cauce por el que transita, pese a todo- o si se animará a ponerle fin a la relación política al estilo del peronismo tucumano de este siglo.
A su lado, puertas de por medio en la Casa Rosada, tiene a alguien que conoce sobre cómo se fulminan las sociedades políticas en Tucumán: el jefe de Gabinete, Juan Manzur. En la provincia la historia reciente refleja que el elegido somete a su elector, tal como sucedió con José Alperovich (2003-2015) y Julio Miranda (1999-2003) y luego con Alperovich y su sucesor, precisamente Manzur. Jefaturas acotadas.
El mismo día de asunción de Alperovich en octubre de 2003, Eduardo Duhalde -presente en la ceremonia- subió raudo en el avión a Miranda para que asumiera como senador ya que -según se dijo y es vox populi entre los peronistas-, le advirtió que el flamante mandatario lo iba a meter preso tras escuchar su discurso sobre los pésimos gobiernos anteriores. Alperovich no sólo se sacó a Miranda de encima sino que luego se quedó con el PJ al ganarle una interna a su vicegobernador, Fernando Juri. Consolidó su poder, hasta que dejó la gobernación.
En 2019, el ahora jefe de Gabinete lo sacó de la cancha demostrando, además, urnas mediante, que el grueso de voto peronista suele mantenerse en el redil del PJ. En ambos casos, tanto Alperovich como Manzur -los elegidos para encabezar fórmulas oficialistas-, fueron acompañados por dirigentes reconocidos en el justicialismo o con ascendencia territorial para fortalecer la oferta electoral desde el segundo puesto. Es el papel que cumplieron Juri -portador de un apellido histórico en el peronismo tucumano- y Osvaldo Jaldo. El primero respaldó al radical -“el peronismo me dio todo”, supo decir- y el segundo a un médico que era un extraño político por estos lares, con más roce en la zona de La Matanza.
¿Le habrá sugerido Manzur a Alberto Fernández cómo encarar la etapa que viene en función de la experiencia tucumana? El jefe de Gabinete le puede ofrecer al Presidente su buena llegada a los gobernadores, sus contactos con la dirigencia cegetista y relaciones con empresarios. ¿Le dirá que se aleje de Cristina, que se emancipe y que rompa las cadenas con su mentora?
Si Alberto decide abrirse de la vicepresidenta y construir un poder que no tiene, Manzur pasaría a ser clave en el esquema albertista y, por lo tanto, debería olvidarse de regresar a Tucumán. Visto así, el jaldismo aplaudiría la ruptura, más que nada por los efectos colaterales, ya que con Manzur atado a los compromisos políticos nacionales al tranqueño le quedaría el camino libre para ser el único representante del PJ a la gobernación en 2023. Y sin interna.
Sin embargo, cabe analizar si Manzur estará dispuesto a mantenerse en el cargo si el Presidente finalmente opta por la obediencia antes que por la rebelión. En las últimas horas se deslizó que habría “albertistas” hartos de soportar los embates de la vicepresidenta y de la carencia de respuestas contundentes de parte del jefe de Estado -“el único imprescindible”, al decir de Santiago Cafiero-, que estarían dispuestos a bajarse el barco si siguen los camporistas en la estructura del Gobierno.
Amenaza sea real o una movida de sectores que se beneficiarían con la ruptura; lo que desnuda es que hasta los propios albertistas le faltan el respeto a su jefe. Subrayan su debilidad. Una ironía. ¿Manzur estará entre estos o preferirá ser quien los llame para que sigan secundando y respaldando al Presidente? El jefe de Gabinete mantuvo un prudente silencio después de la andanada de Cristina contra su amigo Alberto, respetando así la tácita bajada de línea del mandatario nacional de no salir a responderle a la titular del Senado. Él tiene la palabra.
Esperemos que las diferencias se resuelvan a la brevedad. Uno tiene que estar pensando más en las acciones que se adoptan para que la gestión de gobierno no se frene, supo decir Manzur a LA GACETA unos días antes del discurso explosivo de Cristina, entendiendo que una conflictiva relación entre ambos perjudicaría la gobernabilidad. ¿Esperará que Alberto defina cómo sigue la sociedad para obrar en consecuencia: quedarse o volver al pago?
Sea lo que sea que resuelva el jefe de Estado, Manzur tendría un rol clave, sería un actor protagónico en el Gobierno y en la política nacional. Siempre y cuando sea avalado por el jefe de Estado. Es que si, por un lado, hay ruptura y cambios en el gabinete para anular la influencia de Cristina en las decisiones de Gobierno, Manzur tendrá que salir a jugar fuerte para sostener la gestión sin el kirchnerismo. Por otro lado, si Alberto decide no romper con su mentora y ratificar igual el rumbo de su gestión sosteniendo a Guzmán -por ejemplo-, igualmente Manzur debería jugar un partido difícil para apaciguar ánimos y acercar posiciones para que la gestión no estalle por los aires. Ya de por sí el clima social es crítico. Los más afectados por la inflación, los pobres crónicos y los que se vienen empobreciendo día a día, exigen soluciones inmediatas a sus dramas cotidianos; no están mirando cómo Cristina debilita a Alberto o como este le responde a la ex senadora.
Si el Presidente se mantiene fiel a su conducta de no contradecir y de respetar la conducción de Cristina y decide concentrarse en la gestión sin romper el Frente de Todos, no tendrá garantizada la tranquilidad en la gestión, menos sus colaboradores, en especial Manzur. Lo económico y lo social están por encima de las internas palaciegas y así lo podría entender el Presidente para guardarse todo lo que tenga ganas de decirle a Cristina y pasar a concentrarse en construir y consolidar poder a través de su gestión, en busca de mejorar las condiciones de vida de los argentinos. ¿Qué será más difícil para Alberto: pelearse con Cristina o encauzar el país?
Para lo que suceda finalmente, Manzur pinta para jugar un rol protagónico, ya sea con Cristina y con La Cámpora afuera -como un espacio opositor- o con Cristina adentro pero con la intención de Alberto de imponer sus decisiones y definir el rumbo de la gestión. Desafíos complicados en ambos casos y que determinarán la permanencia o no de Manzur en Buenos Aires, al lado de Alberto. ¿Querrá seguir en cualquiera de las dos alternativas? Cabe preguntar si le atraerá más regresar a Tucumán a retomar sus funciones como gobernador para encerrarse en el poder político que consiguió en la provincia y mirar desde afuera al Gobierno nacional. Sería un escape. Huir tienes sus costos. Debería volver a gestionar con Alberto como Presidente -y soportar las eventuales consecuencias institucionales y políticas de abandonar el barco-, o bien con Cristina como presidenta, si es que Alberto se harta y deja la nave.
Podría ser peor retornar que quedarse. A hacer cálculos políticos. De cualquier forma, mantenerse allá o regresar a los pagos tendrán contraindicaciones y dificultades a soportar. Deberá merituar qué está dispuesto a enfrentar: si dar una mano en el difícil trance que atraviesa Alberto al frente del país como jefe de Gabinete -con Cristina adentro o afuera- o si retoma sus funciones locales y ver cómo se desarrolla la relación Nación-Provincia, o sea la de él con quien esté en el poder central. Al margen que, otra vez, se reflotaría la interna con el jaldismo.