Cálida sonrisa de ojos. Cordial. Simpática inteligencia. Amable humor. Flor de Villa 9 de Julio, hija de un mecánico y de un ama de casa, ha construido una sólida trayectoria como docente e investigadora y ha incursionado como funcionaria en la actividad universitaria y provincial. La emoción se le entrevera en las palabras porque el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Tucumán, en su última sesión, la ha nombrado “profesora emérita” de esa casa de estudios. “Estoy muy emocionada, lloro, soy flojita del lagrimal, como decía mi marido. Me sorprendió la distinción. Tal vez en unos 15 días haya un acto para entregarme la resolución”, cuenta María Clotilde Yapur (79 años), pedagoga tucumana de larga y destacada trayectoria.
- Pasaste por momentos ingratos, como la cesantía en la época del Proceso, ¿cuántos años de universidad tenés?
- Ingresé en el 60 como alumna, y en el 63 ya empiezo como ayudante estudiantil, que era el cargo más bajo. Luego pasé a ayudante docente y a jefa de trabajos prácticos. Viene el golpe del 76, de Videla, me separaron de todo cargo provincial y privado en educación. Hubo gente que me ayudó mucho; trabajé en perfumería, en el taller mecánico de mi papá y preparaba alumnos. Me fui a Venezuela con un pasaje de ida, en el 78. Ahí hago el magíster en una universidad que se inaugura el 2 de enero del 79. Se hace un concurso y se presentan 250 personas, y me nombraron como docente, ahí estuve hasta que me vine. Aproveché para hacer la maestría en la Universidad Central de Venezuela, fundada el mismo año que la UBA, en 1821. Volvimos después de la Guerra de Malvinas. Para nosotros fue muy importante la vuelta.
- ¿Cómo te recibió ese país hermano en esa época?
- Mi fui con mi esposo, que era psicólogo, no tuvimos hijos. Él trabajaba de todo en Venezuela, vivimos muy bien, era un país maravilloso, era el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Yo llegué un jueves y los amigos que me recibieron me dijeron que íbamos a ir a un acto político para que viera cómo eran. Era en un parque, y en medio del lío quedo frente al presidente, lo saludo, le digo que era argentina y le agradezco que nos reciba. Una cosa muy emocionante. Me dijo que la tarea de él era colaborar con toda América Latina, que estaba padeciendo dictaduras.
- ¿Qué aprendiste en Venezuela?
- Tuve la inmensa suerte de ingresar a una universidad totalmente novedosa, era una copia de la Open University de Londres, y se inauguraba en ese momento. Los alumnos se comunicaban en reuniones y con materiales escritos, no asistían a clases, era un sistema a distancia. Cada año escribía un libro, preparábamos educadores para educación especial. Ahí hice mi maestría, porque si seguía allí era importantísimo tener un título venezolano, acá yo no había hecho posgrados porque no se usaban mucho en esa época
- ¿Por qué te cesantearon? ¿Cuestiones políticas?
- Nos mandaron una resolución, pero no la encuentro. Daban dos motivos y nos prohibían cualquier empleo público y privado en el ámbito de la docencia. El segundo motivo, recuerdo que decía: “disociadora”.
- ¿De qué modo la Escuela Normal gravitó en tu vida?
- Hice la primaria en la escuela 9 de Julio y la secundaria en la Normal, que era maravillosa. Ingresé en el 55, el año en que cae Perón, en el 56 hay una crisis de la poliomielitis y las clases empiezan tardíamente. En el 58, el gobierno de Frondizi promulga una ley que permitía a las universidades privadas, que eran las católicas, a emitir títulos, les daba autonomía. Estando yo en la Normal ocurre un quilombo en todo el país y muchos sucedieron en la esquina de la escuela: la historia de libres o laicos. El Ejército y la Policía venían con camiones o tanques de agua para disolver las manifestaciones. Allí aprendí qué eran la Universidad Nacional de Tucumán y la Reforma Universitaria. Tuve profesores muy buenos en la Normal, había tres radicales, una era Susana Olmos de Calderón, que había estudiado Geografía en la Facultad de Filosofía y Letras, y me enseñó todo lo que era la Reforma Universitaria. Con estos profesores íbamos a las manifestaciones. Siempre leía, me encantaban las novelas, la escuela, las matemáticas, la historia, la geografía, fui muy buena alumna, pero la mejor de mi cohorte era Myriam Berman.
- ¿Por qué elegiste estudiar pedagogía? ¿Cómo era la actividad política estudiantil en los ‘60?
- Porque me gustaba ser maestra. Cuando ingreso a la Facultad no sabía si estudiar Filosofía o Pedagogía. El primer año era común a todas las carreras, pero me gustó más la pedagogía porque era más activa, tenía que ver con alumnos, con gente, más que meterse a estudiar a los filósofos. Había docentes muy buenos como Néstor Grau, que enseñaba filosofía; una profesora de geografía me incorporó al Club de Andinismo. Con el primero que tuve una ayudantía en la cátedra de Pedagogía fue con Luis Eduardo Salinas, que era director de la Normal cuando yo era alumna. Las ayudantías se rendían por concurso. No había partidos políticos, nunca me afilié a ninguno. No era del socialismo ni del PC ni de los radicales, que eran los tres partidos que alimentaban un poco la reforma; el peronismo hace su aparición muchos años después.
- ¿Cómo se produce tu desembarco en la política? ¿Cómo resultó esa experiencia?
- Fue en la gestión de Palito Ortega. No sé por qué me llaman. Había una propuesta interesante. En la Nación estaba Susana Decibe, yo conocía mucho a esa gente porque nos veíamos en congresos. Yo acepto participar acá en el sistema educativo. Fue una época muy democrática, a las cosas que proponía..., por ejemplo, grados complementarios para alumnos con dificultades de aprendizaje, nunca me dijeron que no, sentía que tenía total libertad para hacer cosas que creía necesarias.
- ¿Qué dejó el Congreso Pedagógico? ¿Sirvió para algo?
- Sí, para modernizar un poco, actualizar el sistema educativo. Cambia el antiguo esquema del siglo anterior, que era comercio, industria, Escuela Normal y Colegio Nacional.
- Se decía que el nuevo sistema ya había fracasado en España e igual lo implementamos.
- Lo de España sí, fue un poquito antes. La Decibe era una persona muy capaz, progresista. El sistema se divulgó en toda América Latina y quizás no funcionó porque no se le dio tiempo. De la Rúa lo cambió.
- ¿Cuál es tu mirada de la educación actual? ¿Los fracasos en las evaluaciones internacionales de los últimos años deberían decirnos algo?
- Vamos retrocediendo. Los resultados son muy importantes sobre qué es lo que aprenden los jóvenes y los niños. Esas pruebas son un elemento que habría que tomar muy seriamente y analizar para poder modificarlos. La escuela está muy abandonada, incluye la formación docente, que debería haber sido no digo restringida, pero no crear escuelas docentes en todas partes, porque tampoco hay personal que sea capaz de llevar adelante una tarea transformadora.
- ¿Debería tener la carrera docente rango universitario? ¿Acaso la formación de un docente es menos importante que la de un médico?
- Me parece que es muy importante, porque es la que ayuda a que la gente desde pequeña empiece a entender cosas, a leer y a escribir, por ejemplo.
- ¿El método global, la psicogénesis, nos han llevado a algún lugar positivo? Los chicos de la primaria tienen dificultades para leer, escribir y comprender un texto.
- Esos han sido experimentos que al final, nunca se determinó si habían sido buenos o malos. Tendría que haber una cantidad de información permanente sobre resultados, programas, aprendizajes, y no la hay. Y si la hay, no influye en el sistema. Creo que sí, hay como un abandono del sector. Son retrocesos increíbles. No puede ser que un joven no domine las nociones básicas de matemáticas, no escriba o hable bien. Es muy amargo llegar a una conclusión así: estudiar siete años de escuela primaria y cinco o seis de secundaria y que después no sepa leer ni escribir es una cosa terrible, o que no sepan razonar adecuadamente. Hay que sentarse y pensar cómo hacemos para que ciertos aprendizajes sean obligatorios.
- Y si llevamos años de esta realidad, que muestra que los resultados son malos, ¿por qué seguimos insistiendo con lo mismo?
- Por lo menos, hace 10 años que no se le da importancia a la educación. Un elemento que podría ser interesante son los gremios, pero solamente se mueven por los salarios, no opinan sobre el sector educativo.
- Has sido funcionaria universitaria, ¿la UNT ha retrocedido también? ¿Ha perdido terreno en el NOA?
- Fui secretaria académica en los finales de los 90 y comienzos de 2000, han pasado 20 años. En ese momento había más dinero, fuentes de conocimiento. Por ejemplo, el desarrollo de los posgrados, que incrementan habilidades y conocimientos en la producción de la investigación como en la actuación, es de esa época. Esto está ahora como disminuido, es una apreciación muy poco científica. La veo decaída porque no hay iniciativas que interesen. ¿Cómo en un sistema que tiene tantos actores no se va a producir algo interesante? También está el hecho de la pandemia, los dos años esos han sido fatales.
- ¿Se ha dejado de pensar en grande?
- Efectivamente, todo parece reducido a las disputas políticas y gremiales, y nada más, pero no hay nuevas experiencias educativas, hasta en las escuelas secundarias de la Universidad se ve eso.
- ¿Cómo se soluciona?
- Es una mezcla de políticas, de ideas claras, de recursos y también de evaluaciones permanentes, de modo tal que cada acción o propuesta sea posible de ser valorada, modificada, continuada, reforzada. Pero eso se logra con conocimiento, con alguien que estudie, piense, con alguien que haga las encuestas, que diga: “a partir de estos resultados, se hace tal cosa”. Lamentablemente, la Universidad viene retrocediendo. La responsabilidad es de las conducciones, que son democráticas, elegidas y demás, pero por qué la gente no hace cosas, no lo sé. Probablemente, lo que digo está muy influido por estos dos años de pandemia. Los rectorados de Cerisola y Bardón han sido pobres y con muchos problemas económicos. Cerisola fue el seguidor de Mario Marigliano, no puedo entender qué pasó con este hombre que ahora tiene procesos judiciales. Lo mismo Bardón, que era una gran investigadora del Conicet, tuvo una actuación pobre, te diría. Creo que la Universidad está así por la falta de personas, de grupos que estudien, trabajen, que valoren y propongan cosas. En estos ámbitos si no hay conocimiento es muy difícil tomar decisiones adecuadas. La impresión que tengo de la UNT es como que no sucede nada, está como detenida en el tiempo, la historia de sobrevivir nomás.
- ¿Tucumán está en la misma línea?
- Lo veo mal porque no hay entusiasmo, esperanza, en el sentido de mejorar, de acrecentar, de modificar cosas, no veo eso.
- ¿Cómo se sale de la grieta?
- Buscando gente que se reúna, converse. Por ejemplo, las elecciones serían un punto de partida interesante para discutir, difundir cosas y para pensar en las soluciones, cuáles son los caminos, y donde haya un compromiso más allá de las procedencias ideológicas. Fijate vos, todos los jóvenes que se van o dicen que se van, se van para realizar trabajos muy elementales y porque ganan plata, pero no es una persona que esté mejorando sus saberes. Escucho en la vida familiar o social que muchos de los que se van están haciendo changas, trabajando en negro, limpiando autos, lavando cosas y están muy contentos. Este país está muy quedado, no sé, es la impresión de todos los días.
- ¿Optimista o pesimista?
- Yo quiero ser optimista porque soy docente. Los docentes somos medio bobalicones porque creemos que todas las cosas se pueden lograr si uno les pone empeño. Yo he tenido una vida de empeño y me ha salido bien porque había un medio que lo permitía, la gente tenía entusiasmo por estudiar y actuar.
- ¿Cuál es tu deseo para Tucumán?
- Que mejoremos, que tengamos ideales, algo por lo cual valga la pena vivir en esta provincia.