Misterio. Pasiones. Terror. Dolor. Guerra. Venganza. Sátira. Humor. Odio. Muerte. Traición. Belleza. Amor. Mundos que invitan a vivirlos. Algo de eso se destapa al abrirlo. Un placer que nos hace viajar hacia el todo. O la nada. Hacia el interior del ser. Su hechizo tiende su mano amiga. La imaginación late. Un poco de eso habrá circulado por los dedos del alma de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y el Inca Garcilaso de la Vega mientras escribían.
Y aunque no se pusieron de acuerdo para morir el mismo día y mes de 1616, como sucedió, el 23 de abril ha sido el pretexto de la Unesco para rendir homenaje al libro, a los autores y fomentar la lectura que contribuye a compartir ideas y es un instrumento eficaz para luchar contra la pobreza y construir una paz sostenible. En tiempos de pandemia, las editoriales no han sido ajenas a las vicisitudes económicas que afectaron no solo a la Argentina. Ante el cierre de casi toda actividad como consecuencia de una cuarentena severa, y la pronunciada caída de las ventas, ¿a qué estrategias apelaron para no sucumbir? ¿Los libros digitales se convirtieron en una peligrosa competencia para el libro físico? ¿Qué géneros tienen mayor salida? ¿La gente se lleva por los títulos o por los autores? Tres representantes tucumanos y dos de Buenos Aires, de distintas editoriales, echan una mirada a esa etapa que los obligó a aguzar la imaginación.