Julio es especial es especial en Tucumán. Más allá del hecho de que durante el día 9 se convierte en la capital del país y que es la sede de los festejos por el Día de la Independencia, desde la primera jornada del mes, en nuestra provincia se respira un aire particular. Seguramente el hecho de que se trata del período en el que se produce el receso invernal le suma un ingrediente importante. Los chicos y los docentes lo esperan con ansiedad. Los padres también, ya que por unos días podrán descansar del trajín de llevar y traer niños, de las actividades extracurriculares, de controlar las tareas y de un sinfín más de cuestiones vinculadas con la escuela que estructuran, en gran medida, la mecánica familiar. Además, se trata del mes turístico por excelencia. Hoteleros, gastronómicos, comerciantes, operadores y quien esté relacionado de manera directa o indirecta con el rubro cifra sus esperanzas económicas en este momento particular del año.
Sin dudas, Tucumán tiene mucho por ofrecer al visitante. El punto de partida es fantástico: la naturaleza lo bendijo con lugares increíbles: Tafí y los ocres y verdes de su valle; la cercanía del cerro y las múltiples opciones que ofrece; sitios impactantes, como Quilmes, y paisajes subyugantes, como los que se encuentran en La Sala, Raco, Anfama y muchos más. Es inútil nombrarlos a todos, porque las opciones son variadas.
A eso hay que sumarle que en los últimos años se han ido consolidando productos alrededor de estos espacios. Entre ellos hay que destacar lo que ocurrió en El Cadillal y en San Javier, donde la experiencia que vive el visitante mejoró notablemente respecto de lo que ocurría en el pasado gracias a planes integrales que incluyeron inversiones públicas y privadas, obras y propuestas novedosas.
Otra ventaja que posee Tucumán es que no se limita a la naturaleza y a los paisajes. Es notable el atractivo que representa la ciudad en sí misma. Más allá de la Casa Histórica y del tradicional circuito por el casco central con sus museos, iglesias y edificios históricos, las ofertas gastronómicas y recreativas de calidad de Barrio Norte y de Yerba Buena, principalmente, constituyen un activo importante de disfrute. Es algo que se debería fomentar con fuerza también en otros municipios.
El turismo vinculado con el deporte es otro valor agregado. Ciclistas, corredores, aficionados al trekking y al trail, a los vuelos en parapente, al pato, al polo y al enduro de todo el país encuentran en la provincia los circuitos y la infraestructura adecuada para desarrollar sus pasiones (Al respecto, el hecho de que Los Pumas hayan jugado en Jujuy y lo vayan a hacer en Salta y en Santiago del Estero durante este mes, pero no en Tucumán, debe ser una luz de alarma muy fuerte no sólo para los dirigentes deportivos, sino también para las autoridades de la Provincia).
Ahora bien, la potente oferta de actividades es esmerilada por aspectos con los que se encuentra el viajero y que a veces pueden funcionar más como una invitación a seguir de largo que a quedarse. Algo así ocurre con la ingrata experiencia de llegar a Tucumán. Alarma el contexto con el que se encuentra el turista que se acerca a la ciudad por la autopista Tucumán-Famaillá, en la zona de Los Vázquez, lo que se observa en la Circunvalación y el desorden en el cruce de las rutas 9 y 306. No es un tema nuevo; al contrario, ya es crónico. Lo preocupante es que, salvo algunas cuestiones puntuales, nada cambia. Y acá la responsabilidad es compartida: Provincia, municipios, Vialidad e inclusive algunos ciudadanos que ensucian las banquinas, que no respetan las normas de tránsito, etcétera. Creemos que la apuesta por el turismo debe ser integral. La responsabilidad es de todos.