En la basílica de San Pedro y ante unas 30.000 personas, el papa Francisco proclamó santo al enfermero ítalo-argentino Artémides Zatti. Durante la ceremonia de canonización, realizada ayer, el Sumo Pontífice resaltó los aportes del beato a favor del bien común y realizó un llamamiento general a “caminar juntos sin muros divisorios”.
“El hermano salesiano Artémides Zatti, con su bicicleta, fue un ejemplo vivo de gratitud. Curado de la tuberculosis, dedicó su vida a saciar las necesidades de los demás y a cuidar a los enfermos con amor y ternura. Se dice que lo vieron cargarse sobre la espalda el cadáver de uno de sus pacientes. Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso manifestar su acción de gracias asumiendo las heridas de los demás”, manifestó Francisco, al momento de realizarse la misa.
El nombramiento sentó un precedente para Argentina, ya que el profesional de la salud se convirtió en el tercer santo de nuestra historia nacional y el primero laico. Junto a su nombre, el registro contempla al beato Héctor Baldiviezo (religioso que se desempeño en la ciudad de Buenos Aires) y al cura gaucho José Gabriel Brochero (presbítero que desempeñó su ministerio sacerdotal en Córdoba).
La emoción que trajo esta noticia hizo que se celebrara en la parroquia de San Juan Bosco una misa de acción de gracias por su santificación. “Estamos muy orgullosos y movilizados por el reconocimiento que obtuvo nuestro hermano religioso. A partir de este punto, el desafío es no solo quedarnos con este estado anímico de alegría, sino ver en él una referencia para continuar descubriendo el camino de Dios y vivir la caridad”, expresó el padre Ignacio Valdez, a cargo de la parroquia.
Además de seguir la transmisión en vivo desde Roma, la comunidad salesiana local realizó el sábado por la noche un encuentro juvenil para profundizar en los mensajes espirituales que aportó Don Zatti. “Desde ahora, una de nuestras metas pasa por resaltar su figura mediante acciones simples, pero concretas. Por ejemplo, con la creación de un mural para que su nombre permanezca vigente en la memoria. Queremos que los niños y adolescentes aprendan sobre la manera en que él encarnó los valores del Evangelio, siguió las enseñanzas de Jesús y comprometió su fe en lo concreto; al profesarla unida a su profesión”, destacó.
Pasos previos
En 1977 un grupo de obispos argentinos le solicitó al Papa su intervención para declarar santo a Zatti. En ese periodo, las investigaciones y recopilación de información sobre su imagen fue exhaustiva. Unos años más tarde, en 1980, ocurrió el milagro que antecede a su beatificación. A él se le atribuye la sanación del padre Carlos Bosio (Córdoba). El religioso tuvo un cuadro de peritonitis, gangrena gaseosa, septicemia y una infección pulmonar en simultáneo. A raíz de eso, los familiares del paciente elevaron una cadena de oraciones y -para sorpresa del equipo médico- los estudios post-operatorios de Bosio no registraron ninguna complicación.
A este suceso “maravilloso”, le siguió -en 2016- la cura de un hombre de Lipa (Filipinas) que sufría de un ”ictus isquémico cerebeloso derecho, complicado con lesión hemorrágica voluminosa”. Al confirmarse los hechos, el papa Juan Pablo II lo declaró beato de la Iglesia Católica el 14 de abril de 2002.
Biografía
Artémides Zatti nació el 12 de octubre de 1880 en el pueblo de Boretto (Italia). No obstante, debido a la mala situación económica que atravesaban, su familia decidió migrar hacia Argentina en 1897.
Una vez en nuestro suelo patrio, él se instaló en Bahía Blanca y empezó a trabajar como obrero en una fábrica. Fue en ese entonces que, de a poco, adquirió contacto con la parroquia salesiana que había allí.
A los 20, ingresó como seminarista en la casa de formación que la comunidad poseía en Bernal (Buenos Aires). Además de pasar las tardes sumergido en los estudios, Zatti fue asignado para cuidar a un sacerdote enfermo de tuberculosis. Por desgracia, él también contrajo la patología y debió ser enviado al Hospital de San José; en Viedma (Río Negro) para iniciar un tratamiento.
Frente a la adversidad, sus creencias se fortalecieron: en la peor etapa de la afección, Zatti le rezó a María Auxiliadora y la virgen respondió a su favor. Luego de ser dado de alta, el santo condensó su experiencia en una frase que quedó grabada en la memoria de sus devotos y creyentes “Creí, prometí y sané”.
Renovado en fe y sin dolencias físicas, el beato ingresó oficialmente a la congregación como laico coadjutor. Cuando las cosas pintaban en equilibrio, una nueva prueba aparece para marcar su rumbo. En 1911, el padre Evasio Garrone -director del hospital- fallece y él debe hacerse cargo de la institución.
Desde esa fecha en adelante, el “pariente de todos los pobres” se dedicó a asistir a los enfermos y cualquier ciudadano que requiriese de ayuda médica. En sus manos (avaladas por los títulos de farmacéutico y enfermero), el espacio se convirtió en uno de los centros de atención más importantes de la Patagonia.
Incluso, su convicción lo hizo emprender largas distancias en bicicleta hasta llegar a los hogares humildes de la periferia o de Carmen de Patagones. En algunos relatos, pese a los escasos recursos que disponía, Zatti llegó a entregar órdenes de medicamentos y atender a pacientes que llegaban desde la Cordillera de los Andes.
El ocaso de su existencia ocurrió el 15 de marzo de 1951, debido a un cáncer irreversible. Para homenajear los 40 años de servicio a la comunidad, el pueblo de Viedma le dedicó un monumento y lo declaró patrono de la ciudad.