Soy un hombre de 64 años, que jugué mucho al fútbol amateur desde los 10 hasta los 22 años, cuando abandoné definitivamente. Hace unos días, abordé un taxi cuyo conductor vestía una chomba amarilla con un número 3 en la manga de la misma. Al subir, le dije: “¿Y ese 3 es del equipito del barrio o de los veteranos?”. “No –me respondió-, si es una chomba de vestir, nada más que vino con ese número en la manga”. “Sabés que tengo una anécdota graciosa que nos pinta a los argentinos de cuerpo entero respecto al fútbol”, le dije, y comencé a contarle lo siguiente: “Cierta vez, yo hacía ocho años que no jugaba al fútbol, y fui a correr al Parque Guillermina. Luego me acerqué a la cancha conocida como “de Agua y Energía”, que está al lado del parque, a ver un partido que se estaba jugando. Como me hallaba parado a un costado de la cancha, vino un señor que me conocía desde niño, y apenas me vio me invitó a jugar para su equipo. Yo no acepté en un principio, pero, ante su insistencia, accedí a jugar. Me dijo el hombre: “Vení que te presento al ‘técnico”. Y le pidió al hombre que me hiciera jugar, ponderando mis condiciones. Este era un hombre alto, morocho, panzón y de unos cuarenta y tantos años de edad. Al presentarme, el hombre me preguntó en qué puesto jugaba yo, a lo que respondí: “En cualquiera, menos de arquero”. Sorprendido, o haciéndose el sorprendido, el hombre me contestó: “Mmmm, esos que dicen jugar en cualquier puesto, por lo general, no sirven para nada”. A lo que agregó, mirándome de arriba a abajo: “Para colmo yo tengo una mirada que le hago así nomás y ya sé si el tipo sabe o no jugar a la pelota”. “Bueno, si no me tienes confianza no me pongas en tu equipo. Al fin y al cabo fue este señor el que me invitó a jugar”, repliqué señalándolo al hombre mayor con el que me contacté primero. “No, esperá”, me dijo, y fue a traerme una camiseta, que, antes de entregármela, me preguntó: “¿Te animás a jugar de 3?”. A lo que le respondí: “¿Acaso el 3 no ocupa un puesto en la cancha? Te dije que juego en cualquier puesto”, le rematé. Tras lo cual, me tiró la camiseta con un poco de desprecio y malestar. Finalmente jugué y cumplí con el señor que me recomendó, por lo menos.

Daniel E. Chavez 

chavezdaniel04@gmail.com