No arribaron atraídas por el tango o el asado. Tampoco seducidas por una visita al barrio de La Boca o a la mítica Bombonera. Las mujeres rusas llegadas al país, para dar a luz, se enmarcan en un negocio que regentean imaginativos abogados. Preocupa la existencia de este recurso legal que genera pingües ganancias a quienes lo idearon (al Estado ninguna). Las destinatarias de este plan regresan a su nación con ciudadanía y pasaporte. La situación aludida se desarrolla en desmedro de nuestro sistema de salud. La Argentina ampara a los extranjeros de buena voluntad dispuestos a habitar nuestro suelo. Tanto en materia de medicina como de educación les ofrece servicios gratuitos. Un arancel, aunque fuese módico, permitiría otorgar becas a los nativos que, por limitaciones económicas, no pueden aspirar a un título. Estamos frente a una hospitalidad carente de reciprocidad. Desvirtuada cuando se nota que muchos países (Bolivia, entre otros) exige, a personas con eventuales problemas de salud en su territorio, pagos inexorables. El riesgo de vida del involucrado, lamentablemente, no los sensibiliza.
Alejandro De Muro
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