“Hay escritores fieles a un estilo. Yo también lo soy hasta que me canso de mí mismo, entonces me arrojo a la pileta, no con los ojos cerrados, pero sí desde una altura que da miedo”, sostiene Marcos Rosenzvaig, escritor tucumano, que este martes, a las 20.30, en la Sociedad Francesa, presentará su última novela “Leche materna”, ilustrada por la artista visual Silvia Porta. En la oportunidad, se referirán a la obra Liliana Massara y Verónica Juliano. Director teatral, dramaturgo, ensayista, profesor y doctor en Letras, el novelista está radicado desde hace años en Buenos Aires.
- ¿En qué se diferencia de las anteriores que fueron de tono histórico? ¿Es autobiográfica?
- “Leche materna” no es una novela convencional desde ningún punto de vista. Completamente distinta a otras novelas históricas de mi autoría como “Cabeza de tigre” o “Monteagudo, anatomía de una revolución”. Está narrada con una escritura vertiginosa, una pequeña bola de nieve que hace un alud. Cuenta la historia del alter ego Rosenzvaig, quien nunca aparece como tal: será Rosembair, Rosenberg, Rosenvock, Rosensuai. Este gesto de lenguaje refiere al tema de la identidad, vinculado, en parte, con el ser judío. El personaje protagónico soy yo, alejado de toda novela autobiográfica, me encadeno a circunstancias que me llevan, no sin desmesura, a desentrañar una satírica secta llamada leche materna.
- ¿De qué nos habla el personaje protagónico?
- Relata los avatares de la propia paternidad (identidad), incluso su experiencia como hijo. Atraviesa situaciones desopilantes, a veces crueles, otras veces bellas. Pasa de un yo convertido en una torta al campo de concentración escolar y de allí al incendio de tribunales, la calle Corrientes, los bares emblemáticos de ese entonces a que los bomberos, en vez de apagar el fuego hacen una inmensa ronda de niños cantando La farolera tropezó… La novela está narrada con un humor ácido, incisivo, no carece de escenas conmovedoras ni dramáticas. Madres, padres, hijos, todos los personajes inmersos en la confusión generada por el amor desmesurado y el egoísmo, por el miedo y el poder; todos, en definitiva, marcados por la soledad y el abandono.
- ¿Cómo se te ocurrió ilustrarla? ¿Los dibujos forman parte de la novela?
- Yo siempre albergué la posibilidad de convertir la novela en un cómic y cuando la leyó la artista plástica Silvia Porta, captó la esencia e hizo de ella una sucesión de dibujos. Así nació esta novela ilustrada. Esta novela me permitió sacar afuera el humor ácido muy propio de mi familia de origen y destruir los cánones y las clasificaciones de novela. Me pregunto: ¿Es una novela de aventuras? ¿Una novela satírica? ¿Una novela picaresca? ¿Una novela teatral? No es nada de todo ello, sin dejar de tener de todo un poco de ello. Muy difícil de encasillarla, por suerte. Tiene el ritmo de Copi que es mi ritmo emocional y la densidad de Tadeuz Kantor.
- ¿Qué es lo que te interesa lograr de un texto?
- Me interesa no aburrir y ser fiel a mí mismo; en la visceralidad del ser, en la herida, allí estriba la clave para llegar al alma del otro, el lector. Una novela bien contada es aquella que el lector la vive y para que esto suceda considero esencial la escucha de mi voz, encontrar el tono justo para no ser una parodia de mi estilo. Por todas estas razones los invito a leer “Leche materna”, editada por Ediciones del Camino. Algo que me gustaría destacar de la narrativa contemporánea es la presencia de potentes voces de autoras mujeres.