“El teatro para mí es mi vida, mi trabajo, mi lugar en el mundo donde puedo crear y jugar. El teatro es un acto de amor que nosotros los actores realizamos para los espectadores. Entregamos no solo nuestro talento, sino también nuestro cuerpo y alma durante el desarrollo de la obra. Por eso dije en una oportunidad después que pasó la pandemia, que era nuestro turno, el turno de curar las almas. Ya que los médicos habían curado los cuerpos durante todo ese tiempo que duró la pandemia”, sostiene un actor que vio la luz por casualidad en Salta el 12 de marzo de 1965, pero que es de pura cosecha tucumana. Jaime Mamaní está celebrando este año cuatro décadas desde que se subió a un escenario. Alterna la actuación con la docencia y el gremialismo. Desde 2015 se desempeña como delegado general de la Asociación Argentina de Actores, Delegación Tucumán.
- ¿En la adolescencia fue despertando el teatro en vos? ¿Con qué obra se produjo tu debut?
- Siempre me atrajo la actuación, creo que por eso siempre estaba dispuesto a representar cualquier papel en todos los actos escolares. Mi amor por el teatro llegó en 1983, finalizaba el Colegio Nacional y nos ofrecieron trabajar en una obra dentro de las materias extraprogramáticas. Y yo, por supuesto, elegí Teatro. Así fue como realicé mi primera obra en el teatro Pablo Podestá, que quedaba en la calle 9 de Julio, frente a Tribunales (donde ahora es el Colegio de Martilleros). Los ensayos y las clases de actuación estaban a cargo de Norah Castaldo y Juan Carlos Torres Garavat. La obra se llamaba “Una noche de primavera sin sueño” y ahí también trabajaba un gran actor, Gigi Paulini. En los ensayos nos colaboraron Rubén Andreu y el gran Paco de la Guerra. Hicimos seis funciones, con docentes y alumnos del Nacional y público en general. La sensación que me invadía en cada función era muy extraña al comienzo, porque sentía que no era yo durante una hora. Y después sentir los aplausos por mi trabajo realizado, fue maravilloso. Sentí cosas que nunca antes había sentido. Y a partir de ahí, nunca más me bajé del escenario.
- ¿Recibiste alguna influencia en tu hogar? Entre tus maestros, ¿hay alguno que haya marcado un rumbo en tu vida artística?
- Por esas cosas de la vida, mi mamá fue a visitarla mi abuela a Salta y nací allí de casualidad. Siempre iba de vacaciones porque tenía mucha familia en Salta, mi tío abuelo es un gran actor. Alejandro Montenegro era actor y bailarín, enseñaba en el Teatro San Martín en aquel momento, viajó por Estados Unidos, o sea, hay una veta artística que viene de la familia. Mi gran maestro y amigo es Rolo Andrada. Para mí ha sido no solamente un maestro de teatro ha sido un amigo, un compañero. Hemos actuado juntos, también fui su asistente de dirección; además me enseñó muchísimas cosas más allá de mi tránsito por supuesto por la Facultad de Artes.
- ¿Cuántos espectáculos te han tenido como actor?
- Hasta la fecha, participé en más de 60 espectáculos teatrales, como actor y director, asumiendo roles protagónicos en “Las de Barranco”, “El Rosal de las ruinas”, “Antígona”, “Macbeth”, “El carnaval del Diablo”, “Facundo Quiroga”, “Convivencia”, “Yatasto”, “La fiaca”, entre otras obras. También trabajé en ocho películas, en más de ocho cortometrajes, y en cuatro miniseries. Uno de los trabajos más importantes que me tocó hacer fue el del presidente de México, Miguel Alemán Valdés, en la serie de TV “Embajadores de la Mafia”, producida por History Channel. La importancia de esto es que nos pudieron ver en todo el mundo con esta serie.
- ¿Cuáles fueron los roles teatrales de los que guardás un buen recuerdo?
- Los papeles que más me gustaron fueron el de Creonte en “Antígona”; el de “Macbeth”; el del forastero en “El carnaval del Diablo”; el de Belgrano en “Yatasto”; el de Néstor Vignale, en “La fiaca”. Me dieron muchas satisfacciones personales. Y no es que las demás obras no lo hayan sido, pero me encantaron esos papeles. Me siento un privilegiado ya que trabajé bajo la dirección de destacados directores del medio, como Rolo Andrada, Jorge Alves, Carlos Olivera, Víctor Hugo Cortés, Carlos Kanán, Ricardo Jordán, Oscar Quiroga, entre otros. Además fui dirigido por Héctor Zaraspe, Rodolfo Graziano, Manuel González Gil, Miryam Strat. Y trabajé con figuras como Darío Vittori, Rubén Stella, Ulises Dumont, Pablo Rago, Claribel Medina, Daniel Miglioranza, Zulma Faiad, Jorge Passini, Santiago Bal, Marta Bianchi, Álvaro Teruel...
- ¿Se puede vivir del teatro en Tucumán?
- Sí, se puede, es muy duro y muy sacrificado, porque hay etapas de tu vida en que económicamente no te va bien, y en otras sí. Pero además es muy sacrificado para toda tu familia. Te pierdes muchas cosas a causa de los ensayos, actuaciones o viajes en gira, por ejemplo. Pero podés vivir, porque lo hacés con amor y pasión. Además no solo está la actuación, sino también la docencia, la dirección, el trabajar en cine o televisión. Pero muchos artistas complementan su actuación con otro trabajo que les permita estar más tranquilos económicamente.
- ¿Cómo se complementan la actuación y la docencia con el gremialismo?
- El sindicato fue siempre muy importante para mí porque es un lugar de lucha y de conquistas para todos los actores desde hace más de 100 años. Llegó a mi vida artística en un momento de maduración personal y de un conocimiento importante gremial y de gestión. Siempre recibí consejos sobre el sindicato de Jorge Alves, Rolo Andrada, Nelson González, Carlos Olivera, entre otros, que lucharon tanto por nuestro gremio y por la ley nacional del teatro entre otras cosas. Actualmente tenemos 250 afiliados.
- Tras la pandemia, ¿cuál es la realidad actual del teatro?
- El teatro actualmente goza de buena salud, en las salas siempre hay mucho público que apoya a los artistas y eso es muy importante. La gente después de la pandemia salió masivamente a concurrir a las salas y eso gracias a Dios se sigue manteniendo. En nuestra provincia, como en nuestro país, pueden convivir los distintos lenguajes teatrales, las distintas estéticas con sus dramaturgias. El público es tan variado y rico que permite que podamos desarrollar nuestra creatividad y explotarla en los escenarios.
Un clásico argentino
Nueva función de "Convivencia", de Óscar Viale.
Jaime Mamaní lidera el grupo teatral independiente Arte Urbano, que en este momento tiene en escena la recordada comedia “Convivencia”, del argentino Oscar Viale, estrenada originalmente en 1979 con Federico Luppi y Luis Brandoni (con una versión cinematográfica de 1994). Esta noche, a las 20:30, en la sala del teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.550), volverá a escena bajo su dirección y como uno de los protagonistas, junto a Miguel Miranda y Ximena Vallerga (foto superior izquierda), quien ganó el Premio Artea 2022 en el rubro Revelación Femenina, que otorga la filial Tucumán de la Asociación Argentina de Actores. Desde su pulso como director, Mamaní trabaja frecuentemente textos de dramaturgos nacionales, y en este caso vinculando el humor, con la emoción, la ternura y una reflexión sobre las relaciones. En “Convivencia”, dos amigos, Enrique y Adolfo, comparten sus fines de semana en una isla del Tigre bonaerense. Cada encuentro es cíclico, rutinario e igual al anterior y sus conversaciones giran en torno a lo mismo: malos entendidos que terminan en gritos, peleas y discusiones. Un vínculo de años ha provocado que los recuerdos que tienen en común, a veces se evocan desde visiones totalmente opuestas. En una de esas charlas, durante una fuerte tormenta, surgirá el recuerdo de una hermosa y ardiente Aurora, detrás del que se cierne un misterio. Una de sus encuentros se ve interrumpido por la irrupción de una joven atractiva y liberal, que los altera.