El NOA, “que se ubica en una posición periférica en el contexto geográfico nacional, pasa a ocupar una posición central en un espacio geográfico conformado por el norte de Chile, sur de Perú, Bolivia, Paraguay y las provincias de Chaco y Formosa, teniendo como principal obstáculo para su desarrollo, el aislamiento de su posición mediterránea, la escasa articulación interna y las distancias físicas, económicas y sociales que lo separan 1.500 kilómetros al norte del actual y consolidado corredor vial-carretero que une los océanos Atlántico y Pacífico a través de San Pablo (Brasil)-Montevideo (Uruguay)-Buenos Aires, Mendoza (Argentina)-Valparaíso (Chile)”.
Esto opinó el ex secretario de Obras Públicas durante la gestión de Ramón Bautista Ortega (1991-1995), Raúl Natella, en una reciente columna para LA GACETA. El ex funcionario provincial advertía sobre la necesidad de que los gobiernos tengan visiones geopolíticas en materia de obras públicas.
Hace pocos días, se conoció que tomó impulso la posibilidad de un nuevo corredor bioceánico, con la concreción de una megacarretera para unir los dos océanos, aunque en medio de una polémica por el impacto ambiental de la obra. La noticia se conoció a partir de un informe reciente de la BBC de Londres, que exponía detalles del gigantesco proyecto de infraestructura para unir la costa del océano Pacífico en Chile con la costa atlántica en Brasil.
Lo curioso de la propuesta es que Tucumán no aparece en el mapa por donde pasaría ese camino, tal como pretendía Ortega el siglo pasado, aunque su propuesta pasaba por usar la vía ferroviaria existente. El ex mandatario, incluso, para probar que se podía concretar esa iniciativa organizó un viaje en tren que contó con el respaldo político para unir Argentina, Brasil, Paraguay y Chile. Bien se podía asegurar que el ex mandatario provincial tenía una visión política más allá de las fronteras, pero para obtener ventajas económicas y comerciales para Tucumán, convirtiéndola en un centro de paso de este megaemprendimiento.
Este mes, casualmente, se cumplen los 30 años de la ejecución de aquel ambicioso proyecto del tucumano. El 13 de abril de 1993 salió un tren de San Miguel de Tucumán, usando la infraestructura ferroviaria existente. Ese “Tren Bioceánico” llegó en 30 días al Estado brasileño de Santos. Luego terminó en la ciudad chilena de Iquique. En esa ocasión, Ortega señalaba: “Tenemos la posibilidad de hacer grandes cosas”.
El proyecto fracasó por falta de apoyo del Estado nacional y por el desguace de la estructura ferroviaria. Ortega probó que se podía, y que se podía poner a Tucumán en ese mapa. Hoy, en este nuevo proyecto, al que ya llaman como el nuevo Canal de Panamá, la provincia no está incluida. La pregunta que sobreviene es: ¿por qué sucede? Las miradas debieran dirigirse a quienes gobiernan y a la falta de aquella visión geopolítica que reclama Natella.
Justamente, el ingeniero decía que “la competitividad está estrechamente asociada a las distancias y costos de transportes, es fundamental para la región y particularmente para nuestra provincia, concretar estrategias concurrentes, para las cuales se hace imperioso formalizar un corredor bioceánico vial-carretero desde Concepción-Las Estancias-Andalgala-Belén-Tinogasta-Fiambala- Paso de San Francisco (Argentina)-Copiapó-Puerto Caldera (océano Pacífico, Chile), como la salida más rápida, la cual nos permitiría colocar nuestros productos en los mercados del oriente”. Este ambicioso proyecto debiera ser un acicate para la dirigencia política tucumana, para que piense en cómo Tucumán puede abrirse camino al mundo.