Las tormentas de esta temporada en el sur de la provincia han puesto de relieve, nuevamente, los problemas estructurales que padecen los pobladores tanto de la zona sureste -que es la más baja de todo Tucumán, ya que por allí desembocan ríos que van al embalse Frontal- como del área ubicada a unos 40 km hacia el oeste del primer sector. Poblaciones cercanas al embalse, como Niogasta, comienzan a padecer inundaciones que durante meses las tienen prácticamente aisladas. Y otros lugares cercanos a la montaña, como Alto el Puesto o El Sacrificio están desapareciendo, devorados por socavones descomunales que crecen sin fin a causa de las aguas que bajan de las serranías.
En los pueblos del sureste –Sol de Mayo y Esquina, ya desaparecidos; Sud de lazarte, Niogasta y La Madrid- el problema se debe a los sedimentos que arrastran los ríos, que van llenando la cola del embalse; la mala o nula sistematización de los cursos de agua y los cambios de uso del suelo por la agricultura, que ha ido, por un lado, generando desmontes y canalizaciones muchas veces inapropiadas, y por otro ha eliminado humedales, en el caso de las cuencas de los ríos San Francisco y Marapa. Ciertamente, la deficiente gestión estatal para organizar, distribuir y controlar el uso del agua ha incidido en la degradación del sistema. Tal como se ha descripto en nuestra producción del 16 de abril sobre los pueblos del sudeste condenados a emigrar o vivir sobre el agua, estos problemas estaban advertidos en los informes previos a la construcción del Frontal, en 1958, en los que se señaló que era precisa una política constante de sistematización de las cuencas de los ríos, así como la previsión de desagües de todas las redes viales. Después hubo cambio climático y precipitaciones extraordinarias, como la que inundó a La Madrid en 2017; lluvias que, según se prevé, podrían regresar con más fuerza, porque se va a iniciar otro ciclo húmedo.
En los pueblos más cercanos a la montaña, como Alto el Puesto, que también quedan aislados durante varios días, las causas son similares a los del este: desmontes sin control y canalizaciones desordenadas sin adecuados desagües. Las aguas que bajan salvajes del cerro ya han destruido una escuela y dos casas, y 20 familias deben ser trasladadas, lo cual no se concreta porque aún no se hallaron terrenos para reubicarlas. El primer socavón destructor apareció en 2017, el mismo año en que se produjo la inundación 40 kilómetros abajo, en La Madrid. Después se fue ampliando la destrucción causada por los torrentes. Desde hace un año y medio hay una comisión interministerial estudiando el problema, mientras se trabaja como se puede con cada emergencia, lo cual se refleja a veces en planes fracasados: la primera creciente del año pasado se llevó la obra de sistematización en Alto el Puesto. Los vecinos, que cortaron la ruta 38 en protesta hace unos días, dicen que hubo mala planificación y que se desperdició el dinero.
No se trata de situaciones desconocidas para las autoridades, pero son cuestiones complejas cuya solución requiere de estudios interdisciplinarios, quizá más importantes que el de la comisión mencionada. Cabe recordar que después de la inundación de La Madrid se formó una comisión interpoderes de intensa actividad que recomendó hacer estudios hidrológicos en el sur, los cuales se llevaron a cabo a medias. Hubo algunas obras en La Madrid pero, a decir verdad, la baja de la intensidad de las precipitaciones en los años siguientes a 2017 debe haber influido en la falta de voluntad para avanzar en la solución de los problemas que causan las lluvias. Ahora, tal como advierten los expertos, es preciso proyectar la regularización de las cuencas hídricas en un abordaje serio y sostenido a largo plazo.